martes, 11 de junio de 2013

                         La sabiduría de los diferentes
        

Con el paso del tiempo, he adquirido la sana costumbre de no leer la carátula de la parte posterior de los dvds de cine, con la única pretensión de no ir por delante en el argumento. Y así, una vez más lo hice con la película titulada Séraphine del director Martin Provost de 2.009. Ambientada en Senlis una pequeña población de Francia en 1.913 justo antes del estallido de la llamada Gran Guerra y posteriormente cuando ya hubo una segunda guerra conocida como I Guerra Mundial narra las vicisitudes de una mujer de 42 años que se gana la vida limpiando casas y con el poco tiempo que le queda se dedica a pintar. Un marchante alemán llamado Wilhem Uhde descubre la faceta artística de Séraphine y a partir de ahí se estable una relación bastante especial entre ambos.
         A medida que avanzaba la película me parecía una ficción bien construida, pero  cuál sería mi sorpresa al constatar cuando terminó que en los extras hablan de el Museo Maillol, donde se encuentra gran parte de los cuadros de la pintora  y que todo está basado en una historia real  que abarca desde 1.913 hasta 1.935 pasando por sucesos tan importantes en la historia de Europa y del mundo como la I Guerra Mundial y la crisis de 1.929.
         Siempre me ha parecido interesante los misterios que rodean la creación artística, y esto me remite a lo que decía el escritor Stefan Zweig: “de todos los misterios que encierra el mundo, el de la Creación ha sido desde el principio el más misterioso; por ello todos los pueblos y religiones se han mostrado concordes en asociar el hecho de la Creación con la idea de lo divino”. No en vano la propia Séraphine dice que la inspiró un ángel para poder pintar. Aquí converge el que más bien padecía una psicosis y en su delirio manifiesta la aparición de un ángel que le otorgó ese don. Sin embargo, la película en ningún momento bascula hacia las explicaciones psicológicas, sino que más bien centra su interés en la relación entre ella y el marchante W. Uhde ya que entre otras casas también limpia la del alemán, y es ahí donde Séraphine descubre a Uhde llorando ( Wittgenstein decía que basta un solo día para conocer los horrores del infierno y aún así sobra tiempo ) situación que demuestra la sabiduría de los alienados o “locos” diciéndole a la mañana siguiente : “ sabe señor, cuando estoy muy triste salgo a pasear por el campo y abrazo los árboles, hablo a los pájaros, a las flores y a los insectos y se me pasa”.
En otra interesante conversación Uhde le dice que cree en el alma, y esto es lo que nos hace estar tristes a diferencia de los animales, sin embargo Séraphine discrepa ( podría decirse que mantiene un cierto panteísmo ) manifestando que cuando a una vaca le quitan a su ternero esta se pone triste.
Parafraseando al escritor Michel Houellebecq  ella sabía que el mundo es un sufrimiento desplegado y consiguió articular su sufrimiento a través de una estructura – en su caso la pintura- para así mostrarnos un mundo diferente pero hermoso.


http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=eiyk5pSKUf4