domingo, 28 de julio de 2013


                          Más allá de lo metrosexual


Como el siglo XXI ya se encuentra bien avanzado, los gustos varían y a la vez el alejamiento del varón de la naturaleza es cada vez mayor a medida que se acerca o fusiona con la máquina. Viene esto al caso de que cada vez son más los adolescentes y jóvenes que en su proceso de rechazo del vello- pelo- acuden a la depilación como forma de hacer desaparecer de su cuerpo todo rastro de pelo  y así- esto es lo que actualmente sostienen los cánones de belleza actuales- parecer más bellos ( aunque en realidad no sea así ) y gustar más al género femenino o al masculino. El tema, es hacer desaparecer definitivamente todo rastro de pelo. Sin embargo, se sabe que cuando se depila sobre todo con las técnicas de láser que provocan el quemar los poros lo que se provoca precisamente es una pequeña cicatrización y quemadura del poro y donde antes existía pelo-  agradable y velludo que para eso la naturaleza nos dotó de tan maravillosa pelambrera- se está provocando una herida en la piel, pero eso no importa hay que ir a la moda y gustar, que por encima de todo hay que sufrir, pues se sufre. Atrás pero muy atrás en los dichos populares y en el camino queda aquello de que el hombre y el oso cuanto más bello más hermoso. Pero la hermosura ahora en los tiempos que corren está en los cuerpos lampiños, hidratados, desodorizados, descremados, sin ápice de grasas y probablemente sin emociones por que además y  avanzando un poco más en esta cuestión que para nada es baladí, cuando sentimos una fuerte emoción se dice: se nos eriza la piel, es decir se nos ponen los pelos como escarpias, pero si no hay pelo y las emociones cada vez son menores o más propiciadas por los fármacos o drogas que nos queda, pues probablemente eso sentir poco y pensar menos. Bajo el manto terso y suave de la estética que todo lo impregna, el hombre ya sin retorno a su auténtica y maravillosa naturaleza coge el desvío de la moda y así nos va.

Para finales del presente siglo, los sentimientos habrán desaparecido de nuestra conciencia. Esto no quiere decir que dejaremos de sentir, así sin más, sino que pronto nos habremos liberado de estar a merced de las pasiones por obra y gracia de la química, la neurociencia y la “psicología cognitiva”. Esto lo comentaba el escritor Enrique Lynch, y aunque cuesta creer en un individuo sin apasionamientos o experiencias sentimentales parece que todo apunta hacia esa dirección. Mientras, la resistencia está en seguir satisfecho por como la naturaleza nos dotó, pese a nuestras imperfecciones, pero a la vez gozosos de que nuestro vello campe a su libre albedrío por la piel y que en el tiempo estival nos demos cuenta un año más, que ahí está, cumpliendo una tímida pero maravillosa función.

miércoles, 3 de julio de 2013

Una grieta en la experiencia

                          
        
A lo largo de nuestras vidas todos hemos experimentado alguna vez una nítida y repentina sensación de haber vivido antes, en un pasado indefinible, situaciones que nos resultan absolutamente idénticas: como la sensación de haber conocido antes a determinada persona con quien nos encontramos por primera vez, o haber visto antes un lugar en el que nunca hemos estado. Esta impresión repentina de paradójico conocimiento de algo imposible se acompaña de la clara conciencia de que esta percepción actual no corresponde a ningún recuerdo efectivo. Esa sensación de vivir como fragmentos del pasado es, durante breves instantes tan nítida y poderosa que nos llena de desconcierto provocandonos una desorientación temporal. Llamamos a este fenómeno déjà vu y suele ir acompañado de estupor, incluso cierta inquietud e incredulidad.
         El filósofo italiano Remo Bodei en su  ensayo Pirámides del Tiempo.Historias y teorías del déjà vu se embarca en la difícil tarea de pasar revista e indagar en un concepto el déjà vu que siempre ha fascinado a médicos, psicólogos, filósofos y escritores. Todos se han preguntado acerca de esa experiencia del presente que durante un lapso de tiempo se identifica con el pasado- esa “pirámide de tiempo”-.
Este es un libro curioso pues admite ser leído de seguido o bien el ir deteniéndose en sus notas que profundizan en las investigaciones y ramificaciones que tiene dicho término. A lo largo de ocho capítulos no se limita a exponer lo que dicen los diferentes especialistas en el tema, sino que más bien realiza una biografía del término y rastrea el mismo  estableciendo las sutiles conexiones que muchas veces existen entre lo que la literatura- la poesía- expuso sobre esa experiencia tan evanescente y lo que la ciencia alcanza a comprender.
          El autor sostiene que a diferencia de la experiencia onírica, en el déjà vu uno se convierte en víctima de un “sueño al revés” –curiosa apreciación- : mientras en el sueño la alucinación se toma por la realidad, en este último por el contrario se cambia la realidad por la alucinación, por algo que nos cuesta trabajo creer, aunque teniéndolo ante nosotros. Común a uno y a otro es, sin embargo, la aparición de un absurdo evidente o de una  evidencia absurda.
         Remo Bodei mantiene que gracias a esta experiencia es como si se rasgara un velo y tuviésemos la súbita visión de un escenario profundo y enigmático, iluminado por una fuente de luz escondida. O como si además esos estados nos permitieran escuchar el eco de existencias anteriores y advertir tonalidades emotivas de oprimente melancolía, de alegría explosiva o de horror paralizante. Por mucho que tales impresiones ( de las cuales no alcanzamos a  captar el sentido y el límite, pero de cuya relevancia estamos algunas veces íntimamente convencidos ) representen un mera ilusión para el sentido común, un espejismo banal o una burla de la memoria, de hecho han constituido y constituyen un preciso resquicio que-desde el punto de vista científico, poético, histórico y teórico- permite echar una ojeada sobre algunos fenómenos de mayor complejidad y extensión.


Un libro que resulta como un tapiz, pues disparándose en muchas direcciones  nos alumbra y descubre todo un fenómeno que pareciendo ser meramente cotidiano alcanza a reflexionar sobre el tiempo y la metafísica.