viernes, 13 de febrero de 2015

               De ruta por los diferentes infiernos

En el año 2.001 el National Book Award, como se le conoce en Norteamérica al premio al mejor libro de no ficción, fue para El Demonio de la Depresión de Andrew Solomon. Este libro es todo un atlas de la depresión, iniciándose con el propio episodio que vivió el autor y avanzando a lo largo de más de 600 páginas donde se abordan desde los tratamiento más frecuentes, hasta las alternativas más curiosas, pasando por las diversas formas de afrontar las crisis en países tan diferentes como Camboya, Senegal o Groenlandia. Aborda el problema desde una perspectiva tanto personal, como científica, pero además cultural y de ahí ese carácter de atlas.
Solomon comenta al inicio del ensayo que tardó cinco años en escribir el libro, y que esto le permitió conocer a personas muy distintas, así como las diferentes formas que adoptaban  para luchar contra sus demonios. Es conveniente tener en cuenta que en inglés el libro se titula: “The noonday demon”, los demonios del mediodía una metáfora usada desde la Baja Edad Media para designar lo que desde el Renacimiento sería la melancolía y en nuestra época la depresión.
En 1.991 el autor perdió a su madre, rompió una relación afectiva y volvió a vivir en EE.UU, sin embargo el derrumbe sucedió en 1.994, y como muy bien explica, lo contrario a la depresión no es la felicidad, sino la vitalidad; la incapacidad para las tareas más cotidianas como el simple acto de preparase la comida, darse una ducha o contestar a las llamadas que amigos y familiares dejan en el contestador, puesto que incluso las actividades más sencillas resultan difíciles de realizar. Llegando a ese punto cero de activación y teniendo que ocuparse su propio padre de él, Solomon comienza a tomar antidepresivos y asistir a terapia (conviene aclarar que el padre de Solomon, es el presidente de una fabrica de productos farmacéuticos) en concreto a hacer psicoanálisis, donde resulta curioso que se compromete con la psicoanalista hasta que se termine de psicoanalizar a pesar de encontrase bien.
A lo largo del libro se va desvelando la relación edípica que mantenía con su madre, así como los conflictos que le causaba una homosexualidad no asumida. Todo esto va entretejiéndose  a la par que se adentra en las sucesivas recaídas que le provocaba sus estados de ánimo, así como su completa y definitiva recuperación.    Hay que destacar que este libro tan documentado ( tiene 130 páginas solamente de notas, ya solo esta parte es propiamente un libro ), y sin embrago, ha sido objeto de críticas como en el blog de la psicoanalista Alice Miller que realiza un incisivo ataque a la obra y a Solomon. Alice Miller la psicoanalista dice: “lo que necesitamos es más profundidad, no amplitud; más profundidad en lo que causó los diversos episodios depresivos del autor.” Las causas de las perturbaciones mentales están en el núcleo de la psique, no en la superficie que un erudito atlas puede explorar, continua Alice Miller.
Para Miller sería recomendable que Solomon practicase la terapia Forward, que recomienda al adulto deprimido que lea una carta vindicativa a la difunta madre en frente de su tumba- esto también tiene mucho de ritual- a fin de alcanzar la paz interior.
Pero además, las críticas por parte de esta psicoanalista a la obra de Solomon van en la dirección de no reconocer el factor placebo que poseen los antidepresivos, así como los tranquilizantes.
Unas críticas que es necesario traer a colación, pero que también es conveniente indicar que proceden desde la postura de una psicoanalista.
En un vídeo de Internet, el autor Solomon habla a lo largo de unos veinticinco minutos del sufrimiento, la incomprensión e incluso de la sabiduría que se puede extraer de haber padecido depresión. Llega a decir que: “si me dijeran que tengo que estar deprimido todo el mes que viene, contestaría: como sé que terminará en noviembre, lo puedo lograr, pero si me dijeran: vas a padecer ansiedad grave todo el mes que viene, preferiría cortarme las venas antes que pasar por eso. La sensación que tenía constantemente se parecía a cuando vas caminando y te tropiezas te resbalas y el suelo se te acerca a toda velocidad, pero en vez de durar medio segundo, duró 6 meses. Es la sensación de tener miedo todo el tiempo, pero sin ni siquiera saber a qué le tienes miedo.”
Para él la depresión es el secreto familiar que todos tenemos, y llegar a decir esto demuestra valentía y búsqueda de la verdad. Continúan sus declaraciones llegando a decir que:” la cuestión no es tanto encontrarle un gran sentido a la depresión. Se trata de captar ese sentido y de pensar cuando viene otra vez: va a ser horroroso pero voy a aprender algo de esto. Con mi propia depresión he aprendido lo fuerte que puede ser un sentimiento, más fuerte que los hechos reales, y descubrí que esa experiencia me permitió tener sentimientos positivos más intensos y claros, lo contrario de la depresión no es la felicidad, sino la vitalidad y en estos días soy vital, incluso en los días en que estoy triste”.
“Sentí un funeral en el cerebro y me senté al lado de los colosos en el fin del mundo y descubrí algo dentro de mí que debía llamar alma, que no había podido definir hasta ese día hace veinte años, cuando el infierno me cayó por sorpresa. Creo que mientras odiaba estar deprimido, o que pudiera deprimirme de nuevo, encontré la manera de querer a mi depresión. La quiero por que me obligó a buscar la dicha y a aferrarme a ella. La quiero por que todos lo días decido, a veces con valentía y otras con lógicas inesperadas aferrarme fuerte a los motivos para vivir. Y esa me parece es una alegría enorme y privilegiada”.
         Un párrafo que encierra mucha fuerza y sabiduría a cerca de la depresión y la vida.
Simplemente añadir que la dedicatoria del libro El demonio de la depresión me llamó la atención pues dice: “A mi padre, que me dio la vida no una, sino dos veces”, una elocuente dedicatoria y más si cabe por que el siguiente libro que publicó el autor en el 2.014 se titula: Lejos del árbol. Historias de padre e hijos que han aprendido a quererse.