miércoles, 8 de noviembre de 2017



                          La otra cara de la gran ciudad


A la soledad se puede llegar de muchas maneras: al enfermar, por el fin de una relación, por una depresión. Y la autora Olivia Laing nos desvela -aunque en unas pocas líneas- como ella llegó tras un fracaso sentimental.
El libro ambientado en la ciudad de Nueva York, plantea como se puede estar solo en medio de una multitud; incluso  que no es lo mismo ser un solitario- vivir en la soledad- que sentirse solo. Y Olivia Laing partiendo de experimentar la soledad por su propia experiencia vital, comienza a indagar en el arte, en cómo vivieron y realizaron sus obras ciertos artistas que daban vueltas en torno al tema de la soledad.  
Cada capítulo del libro se presenta una fotografía en blanco y negro, y la primera es de Greta Garbo, cuya actividad favorita cuando se retiró del cine consistía en ir paseando sin rumbo, o a veces seguir a alguien durante un tiempo, pero siempre pretendiendo pasar desapercibida, ocultándose.
Los artistas que despertaron el interés de la autora son: el pintor Edward Hopper, Andy Warhol, Henry Dargen y David Wojnarowicz. No todos ellos residían de manera permanente en el territorio de la soledad, ni mucho menos, sino que proponían una amplia diversidad de posiciones y ángulos de ataque en torno al tema. Todos ellos, sin embargo, eran hiperconscientes del abismo que separa las personas, de cómo uno puede sentirse aislado en medio de una multitud.
Olivia Laing, no es más que una unidad en un mundo cada vez más atomizado e individualista, dentro del 45 por ciento de adultos británicos, que reconoce sentirse solo a veces o con frecuencia. En EE.UU las cifras indican que la soledad la sufre una cuarta parte de los adultos.
Las escenas urbanas pintadas por Hopper reproducen una de las experiencias centrales de la soledad: como la sensación de separación, de estar rodeado por un muro o encerrado, se mezcla con una sensación de vulnerabilidad casi insoportable. Pero además, las ambiguas escenas de sus cuadros son un testimonio no solo del aislamiento de los seres humanos, sino de la imposibilidad de conocerse los unos a los otros.
En una entrevista el propio Hopper se declara “un solitario que no es lo mismo que reconocer que se siente solo.”
Para Andy Warhol la tecnología lo liberó de la carga de tener que necesitar a los demás, así lo explica en el libro Mi filosofía, donde decía que su grabadora, de la cuál durante una larga temporada no se separaba, era su mujer. Warhol ya comprende la función mediadora de las máquinas, su capacidad para llenar el vacío emocional, adelantándose a todo lo que nos llegará después.
Resulta memorable como consigue plasmar la relación que se establece entre la activista Valerie Solanas y Warhol , así como el episodio del atentado que sufrió Warhol por parte de Valerie, y como esto lo sumió en una paranoia y aislamiento aún mayor unido a la perdida de salud.
La obra del fotógrafo David Wojnarowicz, gira en torno a la relación y la soledad, y se centra en como sobrevive un individuo en una sociedad antagónica, una sociedad que posiblemente lo prefiere ver muerto antes que tolerar su existencia. Defiende con vehemencia la diversidad y tiene una conciencia muy profunda del poder del aislamiento en un mundo homogéneo. Un hombre marcado por una infancia de abandonos, malos tratos, el mundo de la calle, y que estaba lleno de rabia y de la sensación insaciable de no ser digno de amor. David está en sintonía  con Valiere Solanas cuando decía con amargura que: “nuestra sociedad no es una comunidad, sino una simple colección de unidades familiares aisladas.”
El capítulo que le dedica a Henry Danger es memorable, ya que menciona una vida marcada por la marginalidad y las perdidas así como el escasísimo contacto humano. Danger es un artista marginal único, sin formación, ignorante, aislado y casi sin lugar a dudas víctima de alguna enfermedad mental. Su pintura es  sobrenatural, pero también escribió  un manuscrito que es la obra de ficción más extensa de la historia de 15.145 páginas donde se narra los Reinos de lo Irreal, sobre la guerra-tormenta gladeco-angeliana causada por la rebelión de las niñas esclavas. Aquí la autora da diferentes explicaciones psicológicas acerca de lo que realmente vivió este hombre en los sucesivos orfanatos, y todo el tormento que le acarreo, para al final llegar a una conclusión reveladora. La idea de una mente rota, en pedazos, es la clave de la teoría de la soledad  de la psicoanalista Melanie Klein, y Danger a lo largo de toda su vida se dedicó a crear imágenes en la que las fuerzas del bien y del mal puedan unirse en un mismo campo, en un mismo marco. Era importante para él realizar este acto de integración, de atención y de trabajo abnegado. Klein lo definió como un “impulso reparador “, un proceso en el que intervienen la alegría, la gratitud y la generosidad; puede que incluso el amor.
Un ensayo curioso e inclasificable, con una prosa ágil que ausculta la otra cara que ofrece la gran metrópoli, y donde la circunstancia personal de la autora sirvió de detonante para indagar en las trayectorias vitales de estos artistas –personajes.