El paisaje urbano está cambiando últimamente. Ahora son los fumadores quienes están en las terrazas dispuestas para ellos en pleno invierno; y como bares no escasean precisamente en este país, es frecuente escuchar las quejas por ambas partes. Los fumadores se quejan de pasar frío, de no poder estar echando el pitillo dentro de los bares, de que si son poco más que segregados, y por otra los no fumadores de que al ir por la calle cerca de los bares tengamos que aguantar sus humos, además a aquellos que sencillamente nos gusta tomarnos algo en una terraza cuando la temperatura lo permita vamos a tener que soportar el hábito de los que fuman. Como siempre, lo que impera es el no renunciar a nada. Los hosteleros no quieren renunciar a perder clientela, los fumadores a seguir con su hábito-adicción y los perjudicados aquellos que sólo quieren respirar aire sin humo.
La renuncia es una forma de elección y para muchas personas renunciar a un hábito, aparte que les resulta difícil, no quieren; así de simple. El placer de fumar, que es algo inmediato, pesa más que las consecuencias a largo plazo, como ocurre en todas las adicciones; pero ésta salpica al de al lado y es ahí donde está la diferencia; saber convivir es saber respetar ambas partes. Pero más bien lo que predomina como sustrato es lo que dice la canción de Queen: "I want it all, I want it all, I want it all and I want it now", lo quiero todo, lo quiero todo, lo quiero todo y lo quiero ya. No renuncio a nada por que en definitiva para qué lo voy a hacer, si el de al lado jamás me importó; y así está el tema, sólo como un mero cambio de cosmética de calle. Nuevos tiempos para viejas formas de enfrentamiento.
He escuchado proyectos de poner los televisores contra las cristaleras, altavoces en la calle y amplias terrazas desde donde poder ver el futbol rodeados de humo, he visto una especie de farolas calefactoras con soporte donde apoyar café y cenicero, rodeado de taburetes. El ingenio aplicado para no perder clientes..
ResponderEliminarLa ciudadanía, (como me fastidia ésta palabra), debería de tener la capacidad de poder elegir donde tomar un café con humo o sin el, deberían de existir locales en los cuales desde los camareros hasta los clientes sean fumadores y puedan hacerlo sin restricciones, un simple cartel los diferenciaría, "SE PUEDE FUMAR", nadie se sentiría engañado, y cada uno de los que allí entrasen aceptarían el hecho y sus riesgos.
Particularmente yo los evitaría, un pitillo fumado en mi cercanía puede ser molesto pero asumible, pero cincuenta personas fumando es otra historia.
La solución es muy sencilla, bares y cafeterías para fumadores, donde desde el gerente al marmitón sean fumadores, "Se precisa personal de hostelería que sea fumador".
Fumar un cigarrillo después de una opípara comida no creo que perjudique a nadie, pero así son las cosas, siempre habrá integristas y vamos camino de que haya ayatolas (lease como la persona que dice tener las cosas muy claras), ya hay cruzadas antitabaco, despues vendrá un mesías y si no tenemos las cosas claras estos nuevos tiempos nos traeran eso que llamas como "nuevas formas de enfrentamiento" y eso como pueblo, se nos da pero que muy bien..
Que bien que deje de fumar hace tiempo, ahora el problema me es ajeno..
Que haya que justificar la prohibición de fumar en espacios públicos cerrados demuestra hasta qué punto una costumbre por irracional que sea puede llegar a convertirse en norma con el transcurso del tiempo. Ahora resulta que antes la sociedad era más mucho más tolerante. Sin embargo lo cierto es que antes los no fumadores teníamos prohibido respirar sin humo dentro de estos locales. Esta prohibición por lo visto era el colmo de la tolerancia.
ResponderEliminarLa opción de que existan locales para fumadores y otros para no fumadores era la que existía hasta ahora desde la última restricción de hace unos años, pero fracasó totalmente porque los hosteleros siguen creyendo que los fumadores son clientes más rentables. Por otra parte con la situación laboral actual no hay duda de que todos los aspirantes a camareros se declararían fumadores empedernidos. Y acabarían siéndolo.
Un concepto de tolerancia mal entendida (un concepto interesado, además) es el que lleva a afirmar que todos debemos ceder y renunciar a parte de nuestros derechos para facilitar la convivencia. Pero cuando uno con su conducta perjudica y el otro no, no parece justo que los dos deban ceder.
Es cierto que parece que no podemos vivir sin un cierto grado de enfrentamiento. Aunque pueda parecer paradójico ese cierto grado de enfrentamiento produce más cohesión social que una absoluta falta de él, que sería síntoma más bien de una disgregación de la comunidad, lo que para mí sería aun más preocupante. Como preocupante me parece que con todo lo que nos está cayendo encima sea esta cuestión de los humos la que nos enfrente. Y es que ya se sabe, el humo funciona también como cortina.
Todo consistiría en saber consensuar el dicho que dice :
ResponderEliminar"los derechos de una persona terminan donde comienzan los derechos de los demás", aunque conciliar esos límites será complicado pues no les compete a ellos dilucidarlos.
De cualquiera de las maneras no se trata de enfrentar a fumadores y no fumadores, el legislador debería de haber previsto que esto sucedería y de ser así ya tenemos entre las manos la aparentemente intencionada y bien vista teoría de la cortina.
Imponer conductas sobre nuestros hábitos, por ley, no es precisamente un buen principio.
Corramos un tupido velo...de humo.
Es temprano, estoy esperando a ver como amanece, hoy no hay nubes, será un espectáculo a medias..
Far West. ¡Qué tiempos aquellos en los que los pistoleros controlaban la ciudad y sobre todo, el salón!. Viaje mítico en autocar durante tres horas con un fumador activo (pistolero) fumándose un, se supone, envidiable purazo. Cierta muchacha se atrevió tímidamente a decirle que le molestaba el humo. Él, fiel al estilo Clint Eastwood, impasible el ademán. Durante más de una hora observamos atónitos cómo se lo terminaba. El concierto de toses a veces producía extrañas composiciones dodecafónicas. Estaba claro, necesitábamos un sheriff. Sin embargo, el primero que vino resultó ser medio amigo de los pistoleros y acabó jugando al póker con ellos en el salón.Ultimamente no sabemos qué pensar, ha llegado John Wayne y por ahora se respeta la ley, no más broncas en el salón; aunque he de reconocer que da un poco de risa ver a esos aguerridos pistoleros paseando por la calle y disparando de vez en cuando sus humeantes... revólveres.
ResponderEliminarCalla, Calla ! que está al llegar Clint Eastwood que siempre le molestó el humo..
ResponderEliminarAhora vemos a la gente viendo el partido desde la calle fumando como posesos, igual que cuando los televisiones eran algo prohibitivo y todo el mundo pegaba la nariz al escaparate para ver las maravillas que por allí aparecian, ganamos o perdemos, avanzamos o retrocedemos. Cada uno según su punto de vista, como todo.
ResponderEliminarMaria Jose