Más allá de lo metrosexual
Como el siglo XXI ya se encuentra bien avanzado, los
gustos varían y a la vez el alejamiento del varón de la naturaleza es cada vez mayor
a medida que se acerca o fusiona con la máquina. Viene esto al caso de que cada
vez son más los adolescentes y jóvenes que en su proceso de rechazo del vello-
pelo- acuden a la depilación como
forma de hacer desaparecer de su cuerpo todo rastro de pelo y así- esto es lo que actualmente sostienen
los cánones de belleza actuales- parecer más bellos ( aunque en realidad no sea
así ) y gustar más al género femenino o al masculino. El tema, es hacer
desaparecer definitivamente todo rastro de pelo. Sin embargo, se sabe que
cuando se depila sobre todo con las técnicas de láser que provocan el quemar
los poros lo que se provoca precisamente es una pequeña cicatrización y
quemadura del poro y donde antes existía pelo- agradable y velludo que para eso la naturaleza
nos dotó de tan maravillosa pelambrera- se está provocando una herida en la
piel, pero eso no importa hay que ir a la moda y gustar, que por encima de todo
hay que sufrir, pues se sufre. Atrás pero muy atrás en los dichos populares y
en el camino queda aquello de que el hombre y el oso cuanto más bello más
hermoso. Pero la hermosura ahora en los tiempos que corren está en los cuerpos
lampiños, hidratados, desodorizados, descremados, sin ápice de grasas y
probablemente sin emociones por que además y
avanzando un poco más en esta cuestión que para nada es baladí, cuando sentimos una fuerte emoción se
dice: se nos eriza la piel, es decir se nos ponen los pelos como escarpias,
pero si no hay pelo y las emociones cada vez son menores o más propiciadas por
los fármacos o drogas que nos queda, pues probablemente eso sentir poco y pensar menos. Bajo el manto terso y suave de la estética que todo lo impregna, el hombre ya sin retorno a su
auténtica y maravillosa naturaleza coge el desvío de la moda y así nos va.
Para finales del presente siglo, los sentimientos
habrán desaparecido de nuestra conciencia. Esto no quiere decir que dejaremos
de sentir, así sin más, sino que pronto nos habremos liberado de estar a merced
de las pasiones por obra y gracia de
la química, la neurociencia y la “psicología
cognitiva”. Esto lo comentaba el escritor Enrique Lynch, y aunque cuesta creer en un individuo sin
apasionamientos o experiencias sentimentales parece que todo apunta hacia esa
dirección. Mientras, la resistencia está en seguir satisfecho por como la
naturaleza nos dotó, pese a nuestras imperfecciones, pero a la vez gozosos de
que nuestro vello campe a su libre albedrío por la piel y que en el tiempo
estival nos demos cuenta un año más, que ahí está, cumpliendo una tímida pero
maravillosa función.
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