Una constante
Cada cierto tiempo, vuelvo
a ver ciertas películas de cine negro clásico, sólo por el mero placer estético
del blanco y negro, y porque en ellas, a veces, encuentro más verdades que
arenas en una playa. Así pues, la primera vez que vi Senda tenebrosa no debí prestarle toda la atención que se merecía,
pero esta última vez me cogió con la guardia baja y el golpe surtió efecto.
Esta cinta creada en 1947 por el director
Delmer Davis narra como un hombre ( Bogart) que ha sido injustamente
encarcelado por el asesinato de su mujer escapa de la prisión con la intención
de probar su inocencia. Una atractiva desconocida (Bacall) le presta ayuda,
porque su padre también fue víctima de un error judicial.
Ambientada en el San Francisco de los años 40,
no conozco ninguna otra película en la que tanto se hable de soledad en el sentido amplio del término.
Así, el personaje que interpreta Bogart le pregunta a Irene Janse ( Bacall) una
vez que se encuentran en su casa, si ¿no se siente muy sola aquí? A lo que ella
le contesta que se siente sola desde que nació. Curiosa respuesta de cómo se
las gasta la desconocida que le ayuda.
Pero además, un taxista y un policía se quejan
de su soledad en la gran urbe, donde la desconfianza y el individualismo están
presentes a lo largo de todo el film. Incluso personajes bastantes secundarios
dan muestras de sentirse abatidos y solos, como cuando dos desconocidos en una
parada de autobús entablan un diálogo que dice así: “ así es la vida, una
batalla campal desde el principio. A nadie le importa un bledo lo que le pase a
los demás. Hubo un tiempo en que los hombres se echaban una mano”. La mujer,
que escucha con atención la aseveración y dureza de las frases le contesta en la misma frecuencia: “a veces
me siento muy cansada, completamente harta, sin ninguna ilusión por nada”.
Cuantas veces escuche esto mismo en la consulta. A lo que el hombre le dice:
“usted tiene a los niños, yo no tengo nada. Oiga algo sí tenemos en común: la
soledad”.
Sin embargo, el protagonista que es el que más
problemas tiene y el que más sufre, no se queja de su gran soledad. Quizás el
director quiso remarca esta situación.
Si damos un salto, del mundo cinematográfico al
ámbito literario, la novela del gran escritor Michel Houellebecq Ampliación del campo de batalla de
1.999 expone los problemas de soledad e incomunicación en una sociedad
altamente tecnológica. Ambientada en el París actual, nuevamente la ciudad como
contexto que favorece el anonimato y la desconfianza entres sus habitantes.
Las reflexiones y frases del protagonista son
bastante elocuentes, como por ejemplo: “no
veo a nadie los fines de semana, ordeno un poco, me deprimo amablemente”.
“Si las
relaciones humanas se vuelven progresivamente imposibles, es por la
multiplicación de los grados de libertad.”
“Por la
noche llamo a SOS amistad pero está comunicando, como siempre en período de
fiestas.”
El protagonista ingresa en un psiquiátrico y
poco a poco empieza a tener la impresión de que toda aquella gente –hombres y
mujeres- no están trastornados en absoluto, sencillamente les falta amor.
Una novela cargada de verdades y sabiduría pero
que muestra el lado menos amable de la sociedad actual.
He escogido dos ejemplos: uno del mundo del
cine y otro del ámbito literario, para mostrar el eterno tema existencial de la
soledad, y porque es una de las quejas
que con más frecuencia escucho por parte de los pacientes.
Aunque también habría mucho que decir de los
beneficios que puede llegar a aportar una soledad buscada, como sostiene el
psiquiatra Anthony Storr en su libro La
soledad.
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