A jugar que hay que
facturar
Acudir a una Cometcom (
convención juvenil de cultura y ocio alternativo) es sorprenderse por la gran
cantidad de adolescentes, jóvenes y no tan jóvenes que acuden, así como
comprobar en situ cómo se divierte, pues normalmente el encuentro dura tres
días –de viernes a domingo-. Existe un gran espacio dedicado a la venta de
camisetas y merchandising, así como otro espacio dedicado a jugar con consolas.
Muchas personas acuden disfrazadas de sus personajes favoritos sean estos
superhéroes o personajes de ficción. Cada año este evento va adquiriendo más
popularidad y alcanzando un mayor auge, pero lo que me sorprendió y es digno de
mención y reflexión es que algunos chicos estaban disfrazados pero se les veía
perfectamente el rostro y trasportaban un amplio cartón del tamaño de su
persona donde tenían escrito: “Abrazos gratis” y al lado un número donde
anotaban los abrazos recibidos. Deambulaban por todos los lugares del evento,
recibía un abrazo y a continuación lo anotaban. Entiendo que los abrazos se dan
a personas conocidas como una muestra de afecto y se realizan de manera
espontánea, natural, pero aquí era como un anuncio virtual andante que ofrecía
este servicio, y además después del abrazo no se establecía una conversación,
solo se anotaba en el cartón, con lo
cuál no parecía que se buscase el conocer a personas nuevas .
En esta sociedad de la
trasparencia lo que importa es la apariencia. Como explica el filósofo coreano Byun-Chul Han: “Hoy el ser ya no tiene
importancia alguna. Lo único que da valor al ser es el aparecer, el exhibirse.
Ser ya no es importante si no eres capaz de exhibir lo que eres o lo que tienes.
Ahí está el ejemplo de Facebook para capturar la atención, para que se te
reconozca un valor tienes que exhibirte, colocarte en un escaparte”. Así que
más que tener habilidades sociales para saber relacionarse, lo realmente
importante es que todos vean la cantidad de abrazos, a modo de un escaparate
andante.
En la última película de Steven
Spielberg Ready Player One, cuenta como los humanos se refugian en los
videojuegos donde pasan la mayor parte del tiempo, en concreto en una prueba
para conseguir tres llaves, pero hay un momento en que el protagonista
reflexiona en voz en off diciendo que los humanos hace ya mucho tiempo que
dejaron de interesarse por la realidad y por los problemas del mundo y han
decidido refugiarse en los videojuegos. Todos juegan, pero el mundo es un lugar
deteriorado, atomizado y donde abunda la soledad. Todos desconfían de todos porque
son eternos rivales y competidores.
Esta digresión sobre la
excelente última película de Spielberg viene al caso porque no me resulta
extraño que los datos sobre adicciones estén reflejando un aumento en las
apuestas deportivas así como en adicción a los videojuegos, un mundo donde
escapar y refugiarse de la realidad que resulta dura y a veces frustrante y
donde sólo hay una vida, para caer en un mundo donde siempre es posible
reiniciar o volver a apostar, y donde si ganas hay que mostrarlo y exhibirlo,
pero donde poco a poco vas alejándote más y más de la realidad. Y no estoy
siendo exagerado pues en Corea del Sur un centenar de hospitales tienen
servicio de desintoxicación digital para personas que quedan atrapadas entre la
realidad física y la virtual, no pueden despegarse de sus dispositivos
electrónicos. Se ha llegado a casos patológicos como el de un matrimonio que
tuvo un bebé a la que dejaban sola todas las noches , mientras se iban a las
salas de Internet para sumergirse en juegos de roles: en uno llamado Prius
“criaron” a una niña virtual a la que le dedicaban más cuidados que a la de
carne y hueso. Una mañana regresaron a casa y la encontraron muerta por
desnutrición. Aunque este es un caso extremo, ya viene siendo habitual que
adultos que estudian carreras vayan posponiendo la finalización de los estudios
por la cantidad de tiempo que le dedican a los videojuegos y además contribuyen
a una cierta infantilización en su personalidad. Sin embargo, la industria del
videojuego y las apuestas deportivas sigue expandiéndose y todos tan contentos.
Muy buena reflexión Eduardo y un abrazo sin contador. JK
ResponderEliminarMuchas gracias y saludos
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