Abandonar el
yoismo
Una de las quejas que
escucho con cierta frecuencia, es la falta de empatía en ciertas personas como
familiares y amigos. Como consecuencia, las relaciones sociales solo se desarrollan de forma un tanto superficial.
Sin embargo, lo que conviene tener en cuenta es que para empatizar con alguien,
es decir, ponerse en el lugar del otro y
tratar de sentir, en la medida de lo posible, como se siente mi semejante, es
necesario previamente escuchar de una forma activa y para eso hay que dejar de
estar pendiente de lo que uno quiere expresar, no escuchar los propios
pensamientos, sino tomarse el tiempo necesario, sin interrumpir al otro y
escuchar de verdad, una capacidad que no todas las personas poseen, pero que se
puede cultivar.
En unos tiempos en los que
el “yoismo” si, el narcisismo, es la tónica dominante, no abunda las personas
que realmente saben escuchar. Un término que estuvo en boga en su momento, y
que como todo fenómeno sujeto a modas tiene una perduración más bien pasajera,
pero que remite a poder disfrutar de una verdadera conversación con alguien y
sentirnos comprendidos a la par que comprender a tu interlocutor.
Con el comienzo de un nuevo
año los propósitos de la gente abundan en: ponerse en forma, bajar de peso o
aprender a fumar y dejar el inglés como tan acertadamente decían en un chiste
los geniales Faemino y Cansado, sin embargo, pocas personas se plantean
escuchar de forma activa y empatizar con el amigo, el compañero de trabajo o el familiar de turno, es decir cambiar para ser
mejores personas, sencillas y humildes en el trato, algo cada vez más difícil
de encontrar, quizás esto requiera un esfuerzo y no están dispuestos a
realizarlo, pero más bien creo que lo
que predomina es que para mucha gente con expresarse ellos ya les llega, porque
las redes sociales, los youtubers, los whassapp fomentan el que todos quieren
expresar su opinión y esto a su vez contribuye a crear y reforzar los
comportamientos narcisistas, donde es mi ego el que se manifiesta, pero donde
el otro es un mero espectador, quizás por que lo que estamos viendo y
escuchando sea realmente un espectáculo y donde solo tenemos que prestar
atención.
Parece ser que durante la
Ilustración el aumento de las novelas, sobre todo las novelas epistolares
contribuyeron a aumentar la empatía ya que desempeñaron un papel importante en
la disminución de la violencia y la crueldad porque nos permiten experimentar
el mundo desde el punto de vista del otro, así lo sostiene el psicólogo evolucionista
Steven Pinker en su obra: Los ángeles que llevamos dentro, sin embargo, aquí la
Ilustración llegó poca y muy de refilón como muy bien muestra el gran
Pérez-Reverte en su novela Hombres buenos, ( donde por cierto, existe un
magnífico ejemplo de cómo surge una relación de amistad entre dos académicos,
los protagonistas principales de la historia y cómo uno empatiza con el otro en
unos diálogos realmente inteligentes ) y si a ello añadimos que se lee más bien
poco, y que para muchas personas de carreras técnicas y científicas consideran
que leer novelas es una pérdida de tiempo, pues ya está todo dicho.
Cuando leí el libro de
Julio Llamazares: Nadie escucha, allá por 1997 me sorprendió lo certero que era
su análisis de aquellos tiempos, y tal es así que esa situación se prolonga.
Llega a decir: “últimamente hay demasiado ruido. Si de alguna manera tuviera
que definir la época en la que estamos viviendo es como un tiempo en el que hay
tanto ruido que nadie escucha a nadie, ni siquiera a si mismo”.
Así que a pesar del ruido y
optando por sentirse más en los zapatos del prójimo, estaría bien como
propósito del año nuevo el aprender a cultivar la empatía en la relación con
nuestros semejantes.
Eduardo García Fernández
Psicólogo Clínico
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