Del pensar y sus nudos
Si un ama de casa se para a pensar una y otra vez que
comida va a hacer hoy, lo más probable es que se le pase la mañana y que
llegada la hora de la comida tendrá que acudir a llamar a algún servicio de
comida preparada, o que la familia baje
a comer al bar. Ha quedado atrapada en la hiperreflexión,
en una maraña de pensamientos que le ha impedido tomar una decisión y continuar con la rutina diaria.
Cuando pensamos de más el sistema nervioso se sobrecargar y nos impide el fluir de la
actividad diaria atrofiándonos y perdiendo espontaneidad. Así, en un extremo
del continuo estaría la impulsividad
propia de los niños y saludable para el juego las bromas y aquello que
requiere actos reflejos y en el extremos opuesto estaría la hiperreflexión que es aquella actividad
cognitiva ( del pensamiento ) que
está presente en casi todos los trastornos psicológicos, también en la
literatura científica se le llama rumiar
( precisamente por volver a pensar una y otra vez sobre los mismo ) y en el
medio aproximadamente estaría el reflexionar
– pensar- como cuando tenemos que sopesar algo de cierta importancia y llegado
el momento tomar una decisión y actuar en consecuencia. Así pues la impulsividad y la reflexión son adaptativas, una nos prepara para la interacción en
los primeros años de nuestro desarrollo evolutivo, puesto que nos permite
interaccionar –jugar- y conocer cuales
son nuestro límites y la reflexión nos permite desarrollar la conciencia,
crear, tomar decisiones, aprender de los errores, cultivar nuestro mundo
interior, imaginar etc… es una de nuestras herramientas más eficaces y que ha
permitido al hombre llegar hasta nuestros días. La hiperreflexión sería la
vertiente patológica o excesiva del
pensar y que impide desde el disfrute hasta el entorpecimiento del día a día en
el funcionamiento de la persona. Así que existe una hiperreflexión
“espontánea” del bienestar que impide el verdadero bienestar, así el estar
continuamente preocupados ( y ocupado de uno mismo ) por saber si les va bien,
hace que les vaya mal las veinticuatro horas del día. Esta actitud deteriora la
sencilla despreocupación de vivir y reduce el mundo exterior a un reflejo del
estado de ánimo de la persona, es lo que la psicóloga Elisabeth Lucas llama “actitudes
vitales fundamentalmente alteradas”.
Incluso se sabe que esta actitud exacerba las enfermedades psicosomáticas por provocar una tensión permanente que
contribuye a despertar enfermedades latentes. Por lo tanto cuando la persona cae
en los estados de hiperreflexión, es necesario el saber orientarlo hacia la
actividad que le implique el salir de sí mismo y centrarse en el aquí y el
ahora, y no que esté “ pegado” literalmente a su mundo interno, de ahí que la
técnica de activación conductual es
la más eficaz para abordar estos estados.
Así pues, el saber hacer del pensamiento algo que fluya, si
se me permite decirlo, como el propio “ río de la vida” y no que nuestro mundo
“interno” sea un pantano donde quedar subsumido, es una buena opción o una actitud vital saludable de cara a no
quedar enfangado y no llegar más que a callejones sin salida.
Siempre en busca del punto medio. Maldita sea, ¿porqué han tenido que hacerlo tan pequeño?
ResponderEliminarUn abrazo.
Más bien se trataría de ser flexible en los extremos y además que existiera una zona media donde poder oscilar... difícil...
ResponderEliminarGracias por el comentario.
Un abrazo, Edu