De
la Tierra y sus aromas
Existen personas que
afirman percibir el cambio de las estaciones más por el sentido del olfato que
por el acortamiento de las horas de luz, y así llegan a decir que huele a otoño
o cosas por el estilo. Y es que esa finura en el olfato demuestra una gran sincronía con la naturaleza.
La ensayista Diane Ackerman dice: “nuestro sentido
del olfato puede tener una precisión extravagante, pero es casi imposible
describir cómo huele algo a alguien que no lo ha olido. El olor es el sentido
mudo, el que no tiene palabras.” Esto me resultó sumamente curioso, tal es así
que llegamos a decir huele como a tal cosa, más por semejanza que por acertar.
Además, olemos cada vez que respiramos, y es el sentido que en nuestro pasado evolutivo estuvo más apegado a
la tierra y además permitió desde evitar el comer alimentos en mal estado,
hasta oler a nuestros depredadores etc…
Nuestra memoria y los lazos
fisiológicos con el olfato son bastante importantes como en la literatura se
encargó de reflejar con gran maestría M.Proust; ante el olor-sabor de la
magdalena en el té se desencadenaban amplios recuerdos de la infancia.
Esto lo saben muy bien los
creadores de perfumes y los enólogos, creando esos sutiles aromas en el vino,
pero sin irse por las ramas de ningún viñedo, lo que aquí pretendo es mostrar
la gran particularidad del mismo, pues mientras que si se dañan las neuronas de
los ojos o del oído estos dejan de funcionar, no sucede con las de la nariz,
que se reemplazan más o menos cada treinta días y, a diferencia de otras
neuronas del cuerpo , se asoman al exterior y aspiran el aire como un arrecife
de anémonas.
Una de entre las muchas
particularidades que posee el olfato es que en la ingravidez, en el espacio,
los astronautas pierdan el gusto y el olfato, como ocurre a muchas personas que
se encuentra en una grave depresión, es fácil que comenten que la comida no les
sabe a nada, además de apenas sentir hambre, más bien parafraseando al creador
de la bioenergética Alexander Lowen la persona está desenraizada.
El cineasta Lars von Thier lo plasmó con gran
exactitud en la película Melancolía. La
protagonista principal se encuentra aquejada de una grave depresión, y para animarla, su hermana le prepara un plato
que le gusta especialmente a Justine, sin embargo, no puede comerlo puesto que
le sabe a ceniza.
En la actualidad parece que
no hacemos un gran uso del olfato, más bien parece que han sido los químicos
los que se han encargado de insistir en el mismo, sin embargo opino que no
estaría de más el usarlo en el amplio sentido del término, tanto para percibir
nuevos aromas, como cuando alguien te indica lo bien que huele un vino, como
para sobrevivir en el mundo de las relaciones personales.
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