Más allá de la inteligencia conocida
Stanislaw
Lem. Solaris (1.961). Editorial
Minotauro 1.998.
A
pesar de que no me considero un lector de ciencia ficción, he encontrado en
esta novela muchos aspectos que la entroncan o son afines a aquella literatura
que no entiende de géneros ( no en vano se hicieron dos versiones
cinematográficas de ella, la de Andrei Tarkoski en 1.973 y la de Steven
Soderbergh de 2..002), y que la emparenta
con lo que estimo es la auténtica literatura; la que aborda los problemas
humanos desde nuestra condición más humana. Aunque nos internamos en el cosmos preparados para
todo, es decir para la soledad, la lucha, la fatiga y la muerte, la vida en la tierra y fuera de la misma es
igual, en tanto en cuanto lo que cambia es el entorno o contexto, como en este
caso el del planeta con dos soles llamado Solaris, así como el tiempo, un
futuro que no se llega a precisar.
Así
Christiane Zschirt, la autora de: "Libros. Todo lo que hay que leer”
(Edit.Taurus 2.004) llega a afirmar que “ésta novela tiene tanto que ver con la
ciencia ficción como el capitán Kirk con Mefistófeles”. A modo de pequeña
síntesis avanzaré de qué trata la novela. Solaris es un planeta cubierto por un
inmenso océano gelatinoso. Un mar semejante a un gigantesco cerebro, a modo de
inteligencia no humana. Los científicos terrestres desde hace tiempo, décadas,
están intentando analizar a qué se enfrentan. Es cuando envían al psicólogo
Kris kelvin ( protagonista principal ) a la estación espacial para averiguar si
tiene sentido continuar el proyecto de investigación. No pretendo desvelar más
sobre los entresijos de la novela, sólo que el protagonista, a pesar de
estudiar a fondo la montaña de documentos que se han ido acumulando con las
décadas de exploración, se muestra incapacidad para entender o averiguar algo
sobre el misterioso océano Solaris.
El suspense que sustenta la
narración le permite al autor hablar de cuestiones como la soledad, que a veces
busca el protagonista para poder ordenar sus ideas sobre lo que le acontece (
una soledad que a mi me remitió a la que también sufre el personaje de la
película de S.Kubrick en 2.001 en Una odisea en el espacio, esa soledad
cósmica).
Evidentemente el hecho de
que sea enviado un científico ( psicólogo)
a desvelar lo que realmente ocurre en la estación lo enrique, ya que
aquí se plantean cuestiones como las alucinaciones, lo que es real o no, lo que
verdaderamente existe e incluso la locura, como cuando kelvin dice: “ un cambio inesperado se operó
en mi, el pensamiento de que me había vuelto loco me devolvió la calma”.
Se cita a Don Quijote aunque
no sea más que de pasada en la página 55 (de la edición que manejé, la de
Minotauro) pero que me resultó cuanto menos significativo, puesto que Kelvin tiene algo de Don Quijote,
aunque evidentemente La Mancha no sea Solaris.
Pero sobre todo lo que más prevalece es la pasión o
emoción por descubrir la verdad, aunque en ciertos momentos fuera
incomprensible, citando a Beethoven :” hacer todo el bien posible, amar la
libertad sobre todas las cosas y aún cuando fuera por un trono, nunca
traicionar a la verdad”.
Se plantean
cuáles son los límites del conocimiento científico humano; cómo al enfrentarse
con otra inteligencia no humana no somos capaces de superar las barreras del
propio antropocentrismo, como en su día Sir William Hamilton un inglés
ilustrado del siglo XVIII pretendía en sus viajes a Nápoles ordenar el mundo,
dominarlo. Esa sería la aspiración última de los viajeros occidentales en sus
periplos por los nuevos mundos. Algo similar les sucede a los que van a
Solaris. Así se dice: “ nadie podría pensar sino con su propio cerebro, nadie
podría verse desde el exterior y verificar el adecuado funcionamiento de los
procesos internos”. Y al hablar de
procesos internos es inevitable que emerja la memoria, pero aquí lo curioso es
que a pesar de no aprender nada acerca del océano sí se aprende acerca de
nosotros ya que a los investigadores se les aparecen espectros de su pasado, y
deben de saber enfrentarse a ellos, a esas personas que formaron en algún
momento de sus vidas parte de ellos y que son significativas e importantes o
más bien lo fueron, aunque ahora sólo sean recuerdos ya que se encuentran
muertas pero a la vez cobran vida , y
éste enfrentamiento con el pasado que a la vez pudo haber sido de otra forma
provoca en Kelvin todo un planteamiento de querer salvar a su amada.
Esta lucha por salvar a lo
que más quiere le llevará a los límites del miedo, pero acudiendo a algo
enteramente humano, el coraje: “...recordé cuánto me había asustado la víspera
, la mirada vacía de la noche; mi miedo me hizo sonreír ... respiré hondo,
saboreando la oscuridad. Estaba vacío, liberado de todo pensamiento” y más
adelante señala Kelvin: “pero ya nada me asombraba, ni siquiera mi propia
indiferencia. Había traspuesto las fronteras del miedo y la desesperación.
Había llegado muy lejos. Nadie jamás había llegado tan lejos”.
Lo
que en un principio podría parecer un viaje exterior hacia la comprensión de
una inteligencia como la del mar Solaris, llevará al viaje interior, y es aquí
donde reside gran parte del encanto y misterio del planteamiento de la novela;
esa idea original de lo que se da en llamar proyecciones cerebrales
materializadas, es decir, la propia materialización de nuestros recuerdos provoca en el lector la verdadera comprensión
del funcionamiento de la memoria, no como un compartimento estanco, a modo de
memoria a corto y largo plazo, sino como una tupida y extensa red que está
engarzada en todos nuestros aprendizajes y experiencias a modo de la búsqueda
del tiempo perdido de M.Proust y que conforma nuestra biografía.
La descripción que el autor realiza de la biblioteca
me resulta notable: “situada en el centro mismo de la estación, la biblioteca
no tenía ventana, era el sitio más aislado en el gran caparazón de acero, y yo
me sentía relajado, pese al fracaso manifiesto de mis búsquedas”. Aún cuando
estamos en un futuro y esto resulta cuando menos curioso la biblioteca sigue
estando presente en un sentido tradicional , como ese lugar de refugio y
aislamiento pese a las decepciones y fracasos del personaje. Es uno de los
lugares de reposo y reflexión del guerrero.
Existen ciertas semejanzas o concomitancias que es
necesario señalar ya que el océano de Solaris guarda “ciertas” semejanzas con
los océanos de la tierra; esas enormes extensiones de mar que influyen con sus
múltiples corrientes en el clima según nos dicen los oceanógrafos y que según
parece desconocemos mucho de sus fondos a veces abisales. Incluso es inevitable
traer a colación esa antigua hipótesis Gaia de Loovelock (creo recordar de los
años 70 aproximadamente) sobre la tierra
entendida en su conjunto como un Todo, un organismo dotado de vida en toda su extensión, a
semejanza de Solaris.
Una
nueva comparación de la inteligencia humana con la de Solaris lleva al autor a
decir: “ la mente humana no puede absorver sino pocas cosas a la vez; vemos
sólo lo que ocurre ante nosotros, aquí y ahora, no podemos concebir
simultáneamente una sucesión de procesos, ni siquiera procesos concurrentes o
complementarios.” Sin embargo somos capaces de captar el valor de un instante
como diría Luis Landero " la advertencia de que todo instante vivido es
perdurable si se pone fe en el ".
A lo largo del libro se emplean términos
científicos y técnicos, sin embargo me ha llamado poderosamente la atención que
en la fecha del libro ( 1.961) se emplee el término ordenador cuántico, algo
que se conseguirá según los expertos en un plazo de tiempo no muy largo. Es ese
hablar de determinados avances de la ciencia
que más tarde se llegarán a conseguir, algo parecido al Viaje a la luna
de Julio Verne.
Y a la vez que vamos estableciendo ciertas
semejanzas o similitudes quisiera señalar la que existe entre el personaje
principal Kelvin con el científico y premio Nobel de física Richard Philips
Feynman en su permanente búsqueda de la verdad y la belleza (en esas
maravillosas y poéticas descripciones que el personaje realiza del océano).
Feynman
como amante de la verdad, así como Kelvin, establece un proceso lleno de
imaginación y creatividad para descubrir cómo funciona supuestamente el océano,
pero seguido en todo momento por una honradez intelectual y ética que
proporcionan las herramientas del pensamiento crítico y de la revisión
constante y racional de los sistemas de creencias propios y ajenos.
Tengamos en cuenta las
múltiples lecturas y repaso de las mismas
que realiza Kelvin de toda la historia del descubrimiento de Solaris con
las hipótesis desde el inicio del estudio del planeta hasta el momento presente
en el cuál él se halla inmerso. En las aportaciones de Kelvin así como las de
Feynman en la física predomina más la agudeza de sus observaciones y su
intuición más que las deducciones para interpretar los procesos físicos del
planeta.
Matar o destruir aquello
que no comprendemos, como se plantea a modo de solución con el enigma de
Solaris, puede ser comparado con lo que actualmente se realiza con los océanos
aquí en la tierra, con la selva amazónica o con el deterioro en general del
medio ambiente.
La
cadena de contingencias a las que se ve sometido Kelvin le lleva a ciertas
reflexiones, una de las cuáles bien merece la pena ser citada: “ desde anoche
he vivido horas que valen años. Años que no se olvidan”..., “ donde no hay
hombres no hay motivos humanos”. Es como que lo auténticamente humano ( y
Kelvin está descrito como humano demasiado humano que diría Nietzsche) se
enfrenta ante lo desconocido y para ello debe, llegado a un determinado momento
de los acontecimientos decidir: “si deseamos continuar investigando tenemos que
destruir nuestros propios pensamientos”.
Es aquí donde nuevamente vuelvo a ver ciertas similitudes con el físico
Feynman que clasificaba a los
científicos en babilónicos o griegos a la hora de hacer ciencia. Y Kelvin es
babilónico ya que prima en su forma de ir descubriendo la verdad, su libertad
de imaginación y su instinto o intuición de los fenómenos físicos del océano
misterioso.
Remontándonos
a las múltiples reflexiones filosóficas que abundan a lo largo de la novela a
cerca de nuestra condición humana escogería una que a mi modo de ver resume el
núcleo central: “ el hombre se había lanzado al descubrimiento de otros mundos
y otras civilizaciones, sin haber explorado íntegramente sus propios abismos,
ese laberinto de oscuros pasadizos y cámaras secretas, sin haber penetrado en
el misterio de las puertas que él mismo ha condenado”.
La valentía y decisión con la que está
trazado el protagonista le lleva a escoger caminos por donde sabe que no hay
retorno posible, algo que también ( puestos a buscar similitudes ) ocurre en la
tierra, es como que aunque cambia el escenario, el atrezzo, sea Solaris o la tierra, al final el hombre debe de
decidir ( con un margen de opción, eso sí) el camino a escoger: “ toda
generación de hombres cuentan con un número aproximadamente constante de
hombres inteligentes y decididos, y que se distinguen sólo por que toman caminos diferentes”.
Solaris
es un eterno desafío que vive y actúa a
través Kelvin , buscando la revelación que explique el sentido del
destino del hombre. Aquí es a resaltar un capítulo dedicado al sueño, situación
propicia para que el océano acceda a estados de conciencia alterados de la
tripulación de la estación, como si aquí el hombre tuviera la guardia baja o
estuviera indefenso y Solaris se aprovechara para filtrarse en el cerebro a
modo de una vampirización. Pero sobre todo se busca encontrar una voluntad o
finalidad de ese inmenso océano, ya que trasladar patrones humanos al océano no
había servido.
El cierre de la narración recuerda el recurso
narrativo de dejar un final con una interpretación abierta puesto que el
misterioso planeta está interesado en el Hombre y sobre todo en el
protagonista, quien a partir de cierto momento de la novela, vivirá de la
esperanza después de haber pasado a modo de Dante por múltiples y variadas
pruebas.
El ser humano con todos sus abismos es tan inconmensurable y misterioso como el mayor de los océanos. Y viceversa. Una novela que te deja con un sano desasosiego. Y esta reseña, Eduardo, merecería trascender este blog de algún modo, no crees?
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias por el comentario.
ResponderEliminarSí que merecería la pena que trascendiera el blog. Hablaremos de ello.
Un abrazo, Edu