Estampas cotidianas
Uno de los resortes que aún consigue
movilizarme el cine, -y además lo realiza con cierta poesía-, es el seguir cautivándome, entre otras múltiples
razones por hablar desde lo más cotidiano, hasta tocar los grandes temas que le
preocupan al hombre. Así púes, volví a rememorar la sensación
tan curiosa que suscita la escena en la película Smoke ( 1.995) cuando el
actor Harvey Keitel da vida a un
personaje que tiene un estanco en Brooklyn, y le muestra al escritor -que interpreta William Hurt-, las miles de fotografías (más de cinco mil ),realizadas a las 8 de la mañana durante los últimos 5 años, un proyecto
bastante curioso para un simple dueño de un estanco. La tierra que gira
alrededor del sol te ofrece desde una esquina del mundo, días con lluvia y con
sol, gente abrigada o en mangas de camisa, las personas deambulando capturadas
por la mirada de un anónimo aficionado a
la fotografía, atrapando lo cotidiano en blanco y negro, y maravillándose del
permanente espectáculo de la vida. Y aunque hablo de una película, la vida tiene mucho de ficción o de
situaciones cercanas al surrealismo; ahora mismo me llega el recuerdo que
tengo del primer viaje a París al entrar
en el metro y observar como las personas que tenía enfrente se encontraban
totalmente agotadas, mientras los anuncios que estaban a sus espaldas
reflejaban sonrisas que derrochaban felicidad a raudales, aquel contraste de la
publicidad y el ambiente del metro para un chico de 19 años me quedó grabado,
era el año 1.987, y el viaje resultó de lo más curioso. Las vueltas alrededor
del sol ya han sido 27 más, y sin embargo, continúan sorprendiéndome escenas de
la vida cotidiana en la ciudad, como
cuando por las rutinas de la vida uno pasa a la misma hora por determinadas calles
y esquinas viendo al mismo mendigo allí situado, garabateando algo en un
cuaderno en espiral, al lado un perro le observa con una mirada cargada de
humanidad, (o yo lo veo así), y al momento una mujer excesivamente preparada se
cruza con el mendigo, este eleva ligeramente la vista y la mira como quién ve
por primera vez un platillo volante, y el perro sigue la acción del amo mirando
hacia donde este mira y ambos muestran perplejidad, tanta como aquella que
cuenta el psiquiatra Michel Bounan en su obra : “ La loca historia del mundo”, donde
relata que unos amerindios llevados a Europa en tiempos de Carlos IX se dicen
sorprendidos de la existencia entre sus anfitriones de : “ hombres que viven en
la abundancia y saturados de todas las comodidades y ahítos, mientras otros
hombres mendigaban a sus puertas, escuálidos de hambre y pobreza”. Y es que los
contraste forman parte de la vida, pero quizá en estos tiempos tan sumamente
contrastados, chirrían cuál puertas de metro averiadas; y ahora habla un indio
sioux:” el amor por las posesiones es entre ellos una enfermedad” refiriéndose
por supuesto a la fiebre del oro. Doblo una esquina y allí observo donde había
una zapateria una tienda de comprar oro. En fin, algo no debe de estar muy bien
cuando en las ciudades hay tantos perros que van vestidos, y en las terrazas la
mayor parte de las parejas apenas se hablan mientras manipulan sus aparatitos.
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