lunes, 27 de enero de 2020



                             Abandonar el yoismo


Una de las quejas que escucho con cierta frecuencia, es la falta de empatía en ciertas personas como familiares y amigos. Como consecuencia, las relaciones sociales  solo se desarrollan de forma un tanto superficial. Sin embargo, lo que conviene tener en cuenta es que para empatizar con alguien, es decir, ponerse en el lugar del  otro y tratar de sentir, en la medida de lo posible, como se siente mi semejante, es necesario previamente escuchar de una forma activa y para eso hay que dejar de estar pendiente de lo que uno quiere expresar, no escuchar los propios pensamientos, sino tomarse el tiempo necesario, sin interrumpir al otro y escuchar de verdad, una capacidad que no todas las personas poseen, pero que se puede cultivar.
En unos tiempos en los que el “yoismo” si, el narcisismo, es la tónica dominante, no abunda las personas que realmente saben escuchar. Un término que estuvo en boga en su momento, y que como todo fenómeno sujeto a modas tiene una perduración más bien pasajera, pero que remite a poder disfrutar de una verdadera conversación con alguien y sentirnos comprendidos a la par que comprender a tu interlocutor.
Con el comienzo de un nuevo año los propósitos de la gente abundan en: ponerse en forma, bajar de peso o aprender a fumar y dejar el inglés como tan acertadamente decían en un chiste los geniales Faemino y Cansado, sin embargo, pocas personas se plantean escuchar de forma activa y empatizar con el amigo, el compañero de trabajo o el  familiar de turno, es decir cambiar para ser mejores personas, sencillas y humildes en el trato, algo cada vez más difícil de encontrar, quizás esto requiera un esfuerzo y no están dispuestos a realizarlo,  pero más bien creo que lo que predomina es que para mucha gente con expresarse ellos ya les llega, porque las redes sociales, los youtubers, los whassapp fomentan el que todos quieren expresar su opinión y esto a su vez contribuye a crear y reforzar los comportamientos narcisistas, donde es mi ego el que se manifiesta, pero donde el otro es un mero espectador, quizás por que lo que estamos viendo y escuchando sea realmente un espectáculo y donde solo tenemos que prestar atención.
Parece ser que durante la Ilustración el aumento de las novelas, sobre todo las novelas epistolares contribuyeron a aumentar la empatía ya que desempeñaron un papel importante en la disminución de la violencia y la crueldad porque nos permiten experimentar el mundo desde el punto de vista del otro, así lo sostiene el psicólogo evolucionista Steven Pinker en su obra: Los ángeles que llevamos dentro, sin embargo, aquí la Ilustración llegó poca y muy de refilón como muy bien muestra el gran Pérez-Reverte en su novela Hombres buenos, ( donde por cierto, existe un magnífico ejemplo de cómo surge una relación de amistad entre dos académicos, los protagonistas principales de la historia y cómo uno empatiza con el otro en unos diálogos realmente inteligentes ) y si a ello añadimos que se lee más bien poco, y que para muchas personas de carreras técnicas y científicas consideran que leer novelas es una pérdida de tiempo, pues ya está todo dicho.
Cuando leí el libro de Julio Llamazares: Nadie escucha, allá por 1997 me sorprendió lo certero que era su análisis de aquellos tiempos, y tal es así que esa situación se prolonga. Llega a decir: “últimamente hay demasiado ruido. Si de alguna manera tuviera que definir la época en la que estamos viviendo es como un tiempo en el que hay tanto ruido que nadie escucha a nadie, ni siquiera a si mismo”.
Así que a pesar del ruido y optando por sentirse más en los zapatos del prójimo, estaría bien como propósito del año nuevo el aprender a cultivar la empatía en la relación con nuestros semejantes.




Eduardo García Fernández

  Psicólogo Clínico

jueves, 5 de diciembre de 2019



                         Pedir por esa boquita

Escuchaba en radio nacional como una niña norteamericana pedía un montón de juguetes y aparatos para navidades, tantos objetos que la lista se me olvido cuando iban por la 7º; pensé en su soledad, porque quién necesita tanto y tan superfluo es probable que sus padres o parientes no le dedican el tiempo suficiente para jugar con ella, o bien que ya han entrado en caída libre y solo están alimentando a una futura Paris Hilton. Pero, donde hay límite, si más bien parece que hoy en día todo es como una enorme cinta de Moebius, antes hasta la televisión tenía carta de ajuste, lo que implicaba que cesaba la programación y allí no había nada que ver, solo oír un piiii… que más bien daban ganas de salir del salón. Ahora los canales televisivos emiten las 24 horas al día, y además con la banda ancha de Internet me puedo descargar  series, música, jugar y hablar en red, una película que ejemplifica a la perfección ese mundo es LOL  un film francés del año 2008, que trata sobre una adolescente cuya vida se divide entre sus estudios en una prestigiosa escuela secundaria de París, su diario secreto, sus amigos, novios, sus padres divorciados, las drogas y la sexualidad.
Para el pensador Evgeny Morozov el problema de lo digital , de lo tecnológico, no es un problema de lo digital ni tecnológico, sino político y económico. Que los desafíos no los provocan tanto , los gadgets, las aplicaciones etc.., sino las relaciones de poder y el uso que se hace de la tecnología por medio de los gobiernos o las grandes corporaciones. Lo que puede abocarnos a un futuro ciberpunk. Y añade: “la tecnología no avanza por un camino prefijado, depende de factores como acceso a recursos, a fondos, las luchas de poder.” Ahora el único modo que se plantea para el desarrollo es el de las grandes compañías, y que haya más  y más  emprendedores, como si no hubiese línea alternativa. Nadie piensa en como integrar la tecnología en un proyecto social y político, da igual quién gane las elecciones. Así de certero y perspicaz es el pensamiento de este gran ogro hacia los chicos de Silicon Valley.
         Anteriormente a la irrupción de tanta tecnología en los hogares  aprendías a aburrirte, hoy aprenden a aturdirse, antes aprendías a esperar, hoy a volverse impaciente, antes aprendías a esforzarte hoy en acudir al rincón del vago. Quizás hoy en día aprenden a ser multitarea, pero creo que se ha perdido lo más valioso, para el escritor David Foster Wallace: “ Internet nos roba lo más preciado que tenemos, nuestra atención”, y consecuentemente la concentración.  Así pues, una vez aturdidos por el ruido de fondo de la máquina, ha llegado la hora de saber como se suele decir, el precio de todo y el valor de nada. Cuanta razón llevaba el gran grupo musical Pink Floyd que en el año 75 del pasado siglo en su tema Welcome to the  Machine decía:
Bienvenido hijo mío/bienvenido a la máquina/¿ Dónde has estado?/Está bien, ya sabemos dónde has estado/Has estado en la tubería, rellenando tiempo/provisto de juguetes y /actuando de Boy Scout…”
Quizás la frase que mejor resume los tiempos que estamos atravesando se la del historiador Timothy Snyder.” La fe en que la tecnología está al servicio de la libertad, facilita el camino hacia este espectáculo.” Un espectáculo que no parece tener fin.

jueves, 21 de noviembre de 2019



               La nueva jungla urbana


Al salir a la calle hay que tener verdadero cuidado para que no te afeite un patinete eléctrico, esos artilugios silenciosos, pequeños y rápidos que funcionan a modo de anfibio entre las aceras y la carretera y donde la persona solo tienen que hacer el enorme esfuerzo de acelerar. Una vez superado esto, conviene esquivar, si se puede, lo que dejan los dueños de algunos perros, pues aunque Serrat nos diga en la canción que pisar mierda nos trae buena suerte, por lo que a mi respecta solo me ocasiona algún que otro taco repetido. Después hay que tener cintura para no tropezar con los que te cruzas que viene consultando el móvil, esta situación me recuerda la canción del grupo de los años 80 Radio Futura “el futuro ya está aquí”, con la particularidad que al caminar mirando hacia abajo, nos olvidamos no sólo de hacia donde vamos, sino que además, de lo que nos vamos encontrando en el camino, casi nada. En la novela “Lágrimas en la lluvia” de Rosa Montero, en un futuro distópico no muy lejano, se recrea un  Madrid que tiene en las propias aceras pantallas incrustadas donde continuamente se emiten las próximas alertas climáticas, el clima está totalmente desbocado y es necesario estar al tanto para la propia supervivencia. Igual es que hay que mirar hacia abajo por si el peligro llega de allí y yo no me había dado cuenta, como en la película de Spielberg “ La guerra de los mundos”, basada en la novela de H. G. Wells donde las terribles máquinas extraterrestres emergen de la tierra quedando los terrícolas pasmados del miedo; pero la realidad es que como especie cuando miramos al frente, al horizonte, la vista descansa y esto sí que supuso un avance, entre otras, el tener las manos libres, aunque ahora ya, la gran mayoría está consultando la nube y muy pocos se paran simplemente a contemplar la belleza de las nubes.
Avanzo en mi paseo, y en el parque puedo ver como un grupo de unas 13 personas tanto ventiañeros como gente de cuarenta y tantos cazan Pokemons, algunos incluso con dos móviles en mano, ya se sabe que en el oeste quién llevaba dos revólveres tenía más posibilidades de sobrevivir. Al lado de este grupo, un padre le enseña a su hijo con una máquina de videojuegos cómo debe de matar mejor en el juego, el niño quiere hacerlo a su manera y el padre chupa maquinita. Siempre me ha llamado la atención la frivolidad con la que se mata en los videojuegos, unido al gran realismo que tiene, de colores, luces y sonido, una sofisticación similar al panel de un avión caza y además matando en la distancia, en definitiva, juegos de guerra para niños y para no tan niños.
Me adelanta un chico en una bicicleta con la mochila cúbica, inestable e inhumana de Glovo, y pienso que la persona que le encargó el trabajo, probablemente está en  su casa, jugando con el ordenador mientras visualiza el lugar por donde circula el ciclista que le va a traer el encargo, todo un prodigio de la tecnología para trabajos poco remunerados y peligrosos. Le adelanta una moto, que más bien parece una tómbola pues está llena de luces, es enorme y además emite una música disco que resulta imposible no mirarla, me pregunto de donde saldrá semejante engendro. Al llegar a una explanada veo a un grupo de chicas adolescentes que bailan usando un pequeño altavoz que emite la música trap, ya saben el trap viene del rap y de la mezcla con el hip hop, y su nombre proviene de trapichear con droga, vamos que es la bomba. Se mueven rítmicamente y con movimientos sexys, imitando a su gran estrella, la tal Rosalía y al pasar junto a ellas sus movimientos son aún más coordinados y su mirada más desafiante. Dejó a tras la educación artística y continuó, viendo como una madre se sonríe al ver como su hijo es capaz de mantenerse sin perder el equilibrio en la bicicleta, es una escena de una ternura indescriptible, a la par que un gorrión roba un trozo de comida a unas palomas.

martes, 24 de septiembre de 2019



                   Prometeo y Narciso en el siglo XXI
          
Existe una práctica deportiva, el crossfit, que es el ejemplo perfecto de los tiempos actuales. Pero, ¿en qué consiste el crossfit?
Es un método de entrenamiento basado en ejercicios constantemente variados, con movimientos funcionales ejecutados a alta intensidad. Se concatenan ejercicios de diversas disciplinas, tales como la halterofilia, el entrenamiento metabólico o el gimnástico. El creador del crossfit Greg Glassmann ha bautizado los ejercicios con nombres de mujeres en referencia a los huracanes americanos, y otros con héroes militares, policías y bomberos. Vamos que semeja un entrenamiento militarizado, tipo película que uno encuentra zapeando mientras bosteza, y que recuerda a las innumerables sagas de la serie Rambo y compañía.
         La actual sociedad del rendimiento es proclive a crear este tipo de deportes, como el crossfit, donde la persona se explota a sí misma, creyéndose en libertad, se encuentra tan encadenada como el mito de Prometeo, que puede reinterpretarse considerándolo una escena del aparato psíquico del sujeto del rendimiento contemporáneo, que se violenta a sí mismo, que está en continua guerra consigo mismo.” El águila que devora su hígado en constante crecimiento con su álter ego, con el cuál está en permanente guerra. La relación de Prometeo y el águila es una relación consigo mismo, una relación de autoexplotacion”. Como argumenta el filósofo coreano Byung-Chul Han en su certero y elocuente ensayo La sociedad del cansancio; llegando a afirmar: “el dolor del hígado, que en sí es indoloro es el cansancio. De esta manera, Prometeo como sujeto de explotación se vuelve presa de un cansancio infinito”.
Pero además, en esta práctica deportiva es frecuente subir las fotos a las redes sociales, así como vídeos de los propios ejercicios y que se compartan y se comenten con la finalidad  de exhibirse y mostrarse, una conducta muy propia de la actual narcisismo en el que estamos inmersos como señalan los psicólogos Jean M. Twenge y W. Keith Campbell en su excelente ensayo La epidemia de Narcisismo, donde se indica que estas personas presentan una autoestima inflada y desmedida, vanidad, pues constantemente se muestran los músculos cuando practican el ejercicio y conforme van adquiriendo una mayor masa muscular o mayor definición del mismo; aquí la tecnología sirve como un enorme espejo donde exhibirse ante los demás para suscitar envidias y mostrar de lo que uno es capaz de conseguir. Pero estas personalidades narcisistas, también presentan  ciertas dificultades y frialdad en las relaciones afectivas, la búsqueda constante de atención y un interés prioritario por  los bienes materiales y la apariencia física. Si además unimos el consumo de sustancias de dopaje, el fanatismo por el control de las calorías en la dieta y los anabolizantes, tenemos el coctel perfecto para unos individuos donde el cuerpo es la cárcel del alma como decía Platón.
Sin embargo, al llevar el cuerpo hasta tal extremo de fatiga se pretende, aunque sea por unos breves momentos el desaparecer; así lo explica el antropólogo David Le Breton en su obra Desaparecer de  sí. Una tentación contemporánea. Breton utiliza el concepto de blancura como el deseo de desaparecer cuando se llega a una saturación. Cuando el deseo de transformar las cosas se torna imposible en una sociedad marcada por la velocidad, las apariencias y los convencionalismos. Es decir, por unos momentos la persona se despide de su yo provocado por la dificultad de ser uno mismo. Esta es una práctica deportiva que refleja las grandes contradicciones de la sociedad actual del rendimiento, donde el neoliberalismo impregna nuestras vidas en todos los órdenes.
El individualismo es ya solo exhibicionismo en el que todo se reduce a una cáscara bien adornada. En el extremo diametralmente opuesto de esta epidemia de narcisismo está la frase o párrafo- algo extensa, pero que merece la pena citar por completo- de Albert Einstein, con la que me identifico: “Los ideales que colmaron mi vida desde siempre son: bondad, belleza y verdad. La vida me habría parecido vacía sin la sensación de participar de las opiniones de muchos, sin concentrarme en objetivos siempre inalcanzables tanto en el arte como en la investigación científica. Las banales metas de propiedad, éxito exterior y lujo me parecieron despreciables desde la juventud.”

lunes, 5 de noviembre de 2018



                                Surfeando la memoria    

Una de las quejas que oigo con más frecuencia es: “cada vez tengo menos memoria”, y es normal que esto suceda, ahora ya nadie memoriza un simple número de teléfono, y si en una sencilla conversación uno no se acuerda con exactitud del título de un autor, una película u otro dato, rápidamente acude a Google.
La memoria de un tiempo a esta parte ha sido denostada por considerarla una capacidad innecesaria ya que parece que todo lo encontramos a golpe de click, y entonces para qué recordarlo, pero además el hecho de estar hiperestimulados no facilita que la memoria realice su trabajo. Se sabe que las series y los libros que se devoran de un tirón se olvidan más fácilmente porque no se hace trabajar la memoria de recuperación.
La clave de la consolidación de la memoria es la atención, y si no hay atención tampoco existe la concentración – también a muchas personas les cuesta concentrase- . Así pues, a mayor agudeza de la atención, más nítida será la memoria. Para que un recuerdo se pueda conservar, la información de entrada debe transformarse a fondo, profundamente.
Cuanto más usemos la Web más entrenamos a nuestro cerebro para distraerse, para procesar la información muy rápidamente y de manera muy eficaz, pero sin atención sostenida. El ensayista Nicholas Carr en su libro ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mente? Superficiales, afirma que: “A medida que el uso de la Web dificulta el almacenamiento de nuestra memoria biológica, nos vemos obligados a depender cada vez más de la memoria artificial de la Red, con gran capacidad y fácil de buscar, pero que nos vuelve más superficiales como pensadores.” Por lo tanto, si no recordamos el título de un libro, o un autor por poner un ejemplo, quizás sería conveniente algo tan sencillo y a la vez tan perdido como esperar- algo verdaderamente difícil para muchas personas- que nuestra memoria trabaje, darle su debido tiempo e incluso percibir el fenómeno de la punta de la lengua, para llegar por nuestros propios medios a esa información, y evidentemente sino conseguimos recordar acudir a consultarlo, pero no hacerlo de mano.  En definitiva, recuperar un hábito sano y muy humano y no caer en volvernos cada vez más máquinas.

lunes, 30 de abril de 2018



                    A jugar que hay que facturar



Acudir a una Cometcom ( convención juvenil de cultura y ocio alternativo) es sorprenderse por la gran cantidad de adolescentes, jóvenes y no tan jóvenes que acuden, así como comprobar en situ cómo se divierte, pues normalmente el encuentro dura tres días –de viernes a domingo-. Existe un gran espacio dedicado a la venta de camisetas y merchandising, así como otro espacio dedicado a jugar con consolas. Muchas personas acuden disfrazadas de sus personajes favoritos sean estos superhéroes o personajes de ficción. Cada año este evento va adquiriendo más popularidad y alcanzando un mayor auge, pero lo que me sorprendió y es digno de mención y reflexión es que algunos chicos estaban disfrazados pero se les veía perfectamente el rostro y trasportaban un amplio cartón del tamaño de su persona donde tenían escrito: “Abrazos gratis” y al lado un número donde anotaban los abrazos recibidos. Deambulaban por todos los lugares del evento, recibía un abrazo y a continuación lo anotaban. Entiendo que los abrazos se dan a personas conocidas como una muestra de afecto y se realizan de manera espontánea, natural, pero aquí era como un anuncio virtual andante que ofrecía este servicio, y además después del abrazo no se establecía una conversación, solo se anotaba en el cartón,  con lo cuál no parecía que se buscase el conocer a personas nuevas .
En esta sociedad de la trasparencia lo que importa es la apariencia. Como explica el filósofo coreano Byun-Chul Han: “Hoy el ser ya no tiene importancia alguna. Lo único que da valor al ser es el aparecer, el exhibirse. Ser ya no es importante si no eres capaz de exhibir lo que eres o lo que tienes. Ahí está el ejemplo de Facebook para capturar la atención, para que se te reconozca un valor tienes que exhibirte, colocarte en un escaparte”. Así que más que tener habilidades sociales para saber relacionarse, lo realmente importante es que todos vean la cantidad de abrazos, a modo de un escaparate andante.
En la última película de Steven Spielberg Ready Player One, cuenta como los humanos se refugian en los videojuegos donde pasan la mayor parte del tiempo, en concreto en una prueba para conseguir tres llaves, pero hay un momento en que el protagonista reflexiona en voz en off diciendo que los humanos hace ya mucho tiempo que dejaron de interesarse por la realidad y por los problemas del mundo y han decidido refugiarse en los videojuegos. Todos juegan, pero el mundo es un lugar deteriorado, atomizado y donde abunda la soledad. Todos desconfían de todos porque son eternos rivales y competidores.
Esta digresión sobre la excelente última película de Spielberg viene al caso porque no me resulta extraño que los datos sobre adicciones estén reflejando un aumento en las apuestas deportivas así como en adicción a los videojuegos, un mundo donde escapar y refugiarse de la realidad que resulta dura y a veces frustrante y donde sólo hay una vida, para caer en un mundo donde siempre es posible reiniciar o volver a apostar, y donde si ganas hay que mostrarlo y exhibirlo, pero donde poco a poco vas alejándote más y más de la realidad. Y no estoy siendo exagerado pues en Corea del Sur un centenar de hospitales tienen servicio de desintoxicación digital para personas que quedan atrapadas entre la realidad física y la virtual, no pueden despegarse de sus dispositivos electrónicos. Se ha llegado a casos patológicos como el de un matrimonio que tuvo un bebé a la que dejaban sola todas las noches , mientras se iban a las salas de Internet para sumergirse en juegos de roles: en uno llamado Prius “criaron” a una niña virtual a la que le dedicaban más cuidados que a la de carne y hueso. Una mañana regresaron a casa y la encontraron muerta por desnutrición. Aunque este es un caso extremo, ya viene siendo habitual que adultos que estudian carreras vayan posponiendo la finalización de los estudios por la cantidad de tiempo que le dedican a los videojuegos y además contribuyen a una cierta infantilización en su personalidad. Sin embargo, la industria del videojuego y las apuestas deportivas sigue expandiéndose y todos tan contentos.


miércoles, 8 de noviembre de 2017



                          La otra cara de la gran ciudad


A la soledad se puede llegar de muchas maneras: al enfermar, por el fin de una relación, por una depresión. Y la autora Olivia Laing nos desvela -aunque en unas pocas líneas- como ella llegó tras un fracaso sentimental.
El libro ambientado en la ciudad de Nueva York, plantea como se puede estar solo en medio de una multitud; incluso  que no es lo mismo ser un solitario- vivir en la soledad- que sentirse solo. Y Olivia Laing partiendo de experimentar la soledad por su propia experiencia vital, comienza a indagar en el arte, en cómo vivieron y realizaron sus obras ciertos artistas que daban vueltas en torno al tema de la soledad.  
Cada capítulo del libro se presenta una fotografía en blanco y negro, y la primera es de Greta Garbo, cuya actividad favorita cuando se retiró del cine consistía en ir paseando sin rumbo, o a veces seguir a alguien durante un tiempo, pero siempre pretendiendo pasar desapercibida, ocultándose.
Los artistas que despertaron el interés de la autora son: el pintor Edward Hopper, Andy Warhol, Henry Dargen y David Wojnarowicz. No todos ellos residían de manera permanente en el territorio de la soledad, ni mucho menos, sino que proponían una amplia diversidad de posiciones y ángulos de ataque en torno al tema. Todos ellos, sin embargo, eran hiperconscientes del abismo que separa las personas, de cómo uno puede sentirse aislado en medio de una multitud.
Olivia Laing, no es más que una unidad en un mundo cada vez más atomizado e individualista, dentro del 45 por ciento de adultos británicos, que reconoce sentirse solo a veces o con frecuencia. En EE.UU las cifras indican que la soledad la sufre una cuarta parte de los adultos.
Las escenas urbanas pintadas por Hopper reproducen una de las experiencias centrales de la soledad: como la sensación de separación, de estar rodeado por un muro o encerrado, se mezcla con una sensación de vulnerabilidad casi insoportable. Pero además, las ambiguas escenas de sus cuadros son un testimonio no solo del aislamiento de los seres humanos, sino de la imposibilidad de conocerse los unos a los otros.
En una entrevista el propio Hopper se declara “un solitario que no es lo mismo que reconocer que se siente solo.”
Para Andy Warhol la tecnología lo liberó de la carga de tener que necesitar a los demás, así lo explica en el libro Mi filosofía, donde decía que su grabadora, de la cuál durante una larga temporada no se separaba, era su mujer. Warhol ya comprende la función mediadora de las máquinas, su capacidad para llenar el vacío emocional, adelantándose a todo lo que nos llegará después.
Resulta memorable como consigue plasmar la relación que se establece entre la activista Valerie Solanas y Warhol , así como el episodio del atentado que sufrió Warhol por parte de Valerie, y como esto lo sumió en una paranoia y aislamiento aún mayor unido a la perdida de salud.
La obra del fotógrafo David Wojnarowicz, gira en torno a la relación y la soledad, y se centra en como sobrevive un individuo en una sociedad antagónica, una sociedad que posiblemente lo prefiere ver muerto antes que tolerar su existencia. Defiende con vehemencia la diversidad y tiene una conciencia muy profunda del poder del aislamiento en un mundo homogéneo. Un hombre marcado por una infancia de abandonos, malos tratos, el mundo de la calle, y que estaba lleno de rabia y de la sensación insaciable de no ser digno de amor. David está en sintonía  con Valiere Solanas cuando decía con amargura que: “nuestra sociedad no es una comunidad, sino una simple colección de unidades familiares aisladas.”
El capítulo que le dedica a Henry Danger es memorable, ya que menciona una vida marcada por la marginalidad y las perdidas así como el escasísimo contacto humano. Danger es un artista marginal único, sin formación, ignorante, aislado y casi sin lugar a dudas víctima de alguna enfermedad mental. Su pintura es  sobrenatural, pero también escribió  un manuscrito que es la obra de ficción más extensa de la historia de 15.145 páginas donde se narra los Reinos de lo Irreal, sobre la guerra-tormenta gladeco-angeliana causada por la rebelión de las niñas esclavas. Aquí la autora da diferentes explicaciones psicológicas acerca de lo que realmente vivió este hombre en los sucesivos orfanatos, y todo el tormento que le acarreo, para al final llegar a una conclusión reveladora. La idea de una mente rota, en pedazos, es la clave de la teoría de la soledad  de la psicoanalista Melanie Klein, y Danger a lo largo de toda su vida se dedicó a crear imágenes en la que las fuerzas del bien y del mal puedan unirse en un mismo campo, en un mismo marco. Era importante para él realizar este acto de integración, de atención y de trabajo abnegado. Klein lo definió como un “impulso reparador “, un proceso en el que intervienen la alegría, la gratitud y la generosidad; puede que incluso el amor.
Un ensayo curioso e inclasificable, con una prosa ágil que ausculta la otra cara que ofrece la gran metrópoli, y donde la circunstancia personal de la autora sirvió de detonante para indagar en las trayectorias vitales de estos artistas –personajes.