La otra cara de la gran ciudad
A la soledad se puede
llegar de muchas maneras: al enfermar, por el fin de una relación, por una
depresión. Y la autora Olivia Laing nos desvela -aunque en unas pocas líneas-
como ella llegó tras un fracaso sentimental.
El libro ambientado en la
ciudad de Nueva York, plantea como se puede estar solo en medio de una
multitud; incluso que no es lo mismo ser
un solitario- vivir en la soledad- que sentirse solo. Y Olivia Laing partiendo
de experimentar la soledad por su propia experiencia vital, comienza a indagar
en el arte, en cómo vivieron y realizaron sus obras ciertos artistas que daban
vueltas en torno al tema de la soledad.
Cada capítulo del libro se
presenta una fotografía en blanco y negro, y la primera es de Greta Garbo, cuya
actividad favorita cuando se retiró del cine consistía en ir paseando sin
rumbo, o a veces seguir a alguien durante un tiempo, pero siempre pretendiendo
pasar desapercibida, ocultándose.
Los artistas que
despertaron el interés de la autora son: el pintor Edward Hopper, Andy Warhol,
Henry Dargen y David Wojnarowicz. No todos ellos residían de manera permanente
en el territorio de la soledad, ni mucho menos, sino que proponían una amplia
diversidad de posiciones y ángulos de ataque en torno al tema. Todos ellos, sin
embargo, eran hiperconscientes del abismo que separa las personas, de cómo uno
puede sentirse aislado en medio de una multitud.
Olivia Laing, no es más que
una unidad en un mundo cada vez más atomizado e individualista, dentro del 45
por ciento de adultos británicos, que reconoce sentirse solo a veces o con
frecuencia. En EE.UU las cifras indican que la soledad la sufre una cuarta
parte de los adultos.
Las escenas urbanas
pintadas por Hopper reproducen una de las experiencias centrales de la soledad:
como la sensación de separación, de estar rodeado por un muro o encerrado, se
mezcla con una sensación de vulnerabilidad casi insoportable. Pero además, las
ambiguas escenas de sus cuadros son un testimonio no solo del aislamiento de
los seres humanos, sino de la imposibilidad de conocerse los unos a los otros.
En una entrevista el propio
Hopper se declara “un solitario que no es lo mismo que reconocer que se siente
solo.”
Para Andy Warhol la
tecnología lo liberó de la carga de tener que necesitar a los demás, así lo
explica en el libro Mi filosofía, donde decía que su grabadora, de la cuál
durante una larga temporada no se separaba, era su mujer. Warhol ya comprende
la función mediadora de las máquinas, su capacidad para llenar el vacío
emocional, adelantándose a todo lo que nos llegará después.
Resulta memorable como
consigue plasmar la relación que se establece entre la activista Valerie
Solanas y Warhol , así como el episodio del atentado que sufrió Warhol por parte
de Valerie, y como esto lo sumió en una paranoia y aislamiento aún mayor unido
a la perdida de salud.
La obra del fotógrafo David
Wojnarowicz, gira en torno a la relación y la soledad, y se centra en como
sobrevive un individuo en una sociedad antagónica, una sociedad que
posiblemente lo prefiere ver muerto antes que tolerar su existencia. Defiende
con vehemencia la diversidad y tiene una conciencia muy profunda del poder del
aislamiento en un mundo homogéneo. Un hombre marcado por una infancia de abandonos,
malos tratos, el mundo de la calle, y que estaba lleno de rabia y de la
sensación insaciable de no ser digno de amor. David está en sintonía con Valiere Solanas cuando decía con amargura
que: “nuestra sociedad no es una comunidad, sino una simple colección de
unidades familiares aisladas.”
El capítulo que le dedica a
Henry Danger es memorable, ya que menciona una vida marcada por la marginalidad
y las perdidas así como el escasísimo contacto humano. Danger es un artista
marginal único, sin formación, ignorante, aislado y casi sin lugar a dudas
víctima de alguna enfermedad mental. Su pintura es sobrenatural, pero también escribió un manuscrito que es la obra de ficción más
extensa de la historia de 15.145 páginas donde se narra los Reinos de lo Irreal,
sobre la guerra-tormenta gladeco-angeliana causada por la rebelión de las niñas
esclavas. Aquí la autora da diferentes explicaciones psicológicas acerca de lo
que realmente vivió este hombre en los sucesivos orfanatos, y todo el tormento
que le acarreo, para al final llegar a una conclusión reveladora. La idea de
una mente rota, en pedazos, es la clave de la teoría de la soledad de la psicoanalista Melanie Klein, y Danger a
lo largo de toda su vida se dedicó a crear imágenes en la que las fuerzas del
bien y del mal puedan unirse en un mismo campo, en un mismo marco. Era
importante para él realizar este acto de integración, de atención y de trabajo
abnegado. Klein lo definió como un “impulso reparador “, un proceso en el que
intervienen la alegría, la gratitud y la generosidad; puede que incluso el
amor.
Un ensayo curioso e
inclasificable, con una prosa ágil que ausculta la otra cara que ofrece la gran
metrópoli, y donde la circunstancia personal de la autora sirvió de detonante
para indagar en las trayectorias vitales de estos artistas –personajes.