domingo, 27 de febrero de 2011

De las expectativas al uso del ocio

Lo que las personas hacen en el tiempo libre muchas veces es un reflejo de su personalidad. Una vez concluidas las responsabilidades laborales e incluso las familiares, es cuando uno dispone de tiempo libre para el ocio, y parece ser que pese al cansancio de la semana el viernes por la tarde es cuando las personas se encuentran con el ánimo más elevado; sin embargo, el domingo por la tarde el ánimo decae para alcanzar la cota más baja probablemente cuando el lunes se despierte.
Esto parece indicar más bien un reflejo de cómo los ciudadanos por semana no disponen de tiempo para sí mismos, y por otro lado lo que promete el fin de semana a veces ni siquiera se ve cumplido ni en parte, o bien por depositar muchas esperanzas en él, porque el tiempo atmosférico falló o por cualquier otra contingencia. Como los estados anímicos dependen de lo que hacemos, incluso del qué y con quien, estaría bien comenzar por introducir cambios en la propia dinámica diaria y cotidiana, y muchas veces aprender a decir no a ciertos compromisos siendo fiel a uno mismo; incluso saber que viviendo con satisfación cada día (aunque sea un día laboral) conseguiremos además no depositar falsas esperanzas en el fin de semana.

Sin embargo, hay personas para quienes, al contrario, el tiempo libre es un suplicio o cuanto menos un aburrimiento, y no sabiendo que hacer con él, se entregan a cualquier ocio pasivo con tal de pasar el rato, o más bien matar el tiempo, si no es el paso del tiempo aburriéndose el que acaba por matar a uno; y para que esto no suceda es coveniente atreverse a realizar actividades nuevas, librándose de prejuicios y miedos, así como aprender a relacionarse mejor para ampliar la red social. Como dato curioso, se dedica más tiempo a la relación a través de las redes sociales que a las reales, y esto es que la vida de ficción ha suplantado la realidad; así que para no acabar teniendo una vida de ficción, cambiar es necesario.

sábado, 5 de febrero de 2011

Más allá del humo

El paisaje urbano está cambiando últimamente. Ahora son los fumadores quienes están en las terrazas dispuestas para ellos en pleno invierno; y como bares no escasean precisamente en este país, es frecuente escuchar las quejas por ambas partes. Los fumadores se quejan de pasar frío, de no poder estar echando el pitillo dentro de los bares, de que si son poco más que segregados, y por otra los no fumadores de que al ir por la calle cerca de los bares tengamos que aguantar sus humos, además a aquellos que sencillamente nos gusta tomarnos algo en una terraza cuando la temperatura lo permita vamos a tener que soportar el hábito de los que fuman. Como siempre, lo que impera es el no renunciar a nada. Los hosteleros no quieren renunciar a perder clientela, los fumadores a seguir con su hábito-adicción y los perjudicados aquellos que sólo quieren respirar aire sin humo.
La renuncia es una forma de elección y para muchas personas renunciar a un hábito, aparte que les resulta difícil, no quieren; así de simple. El placer de fumar, que es algo inmediato, pesa más que las consecuencias a largo plazo, como ocurre en todas las adicciones; pero ésta salpica al de al lado y es ahí donde está la diferencia; saber convivir es saber respetar ambas partes. Pero más bien lo que predomina como sustrato es lo que dice la canción de Queen: "I want it all, I want it all, I want it all and I want it now", lo quiero todo, lo quiero todo, lo quiero todo y lo quiero ya. No renuncio a nada por que en definitiva para qué lo voy a hacer, si el de al lado jamás me importó; y así está el tema, sólo como un mero cambio de cosmética de calle. Nuevos tiempos para viejas formas de enfrentamiento.