jueves, 5 de diciembre de 2019



                         Pedir por esa boquita

Escuchaba en radio nacional como una niña norteamericana pedía un montón de juguetes y aparatos para navidades, tantos objetos que la lista se me olvido cuando iban por la 7º; pensé en su soledad, porque quién necesita tanto y tan superfluo es probable que sus padres o parientes no le dedican el tiempo suficiente para jugar con ella, o bien que ya han entrado en caída libre y solo están alimentando a una futura Paris Hilton. Pero, donde hay límite, si más bien parece que hoy en día todo es como una enorme cinta de Moebius, antes hasta la televisión tenía carta de ajuste, lo que implicaba que cesaba la programación y allí no había nada que ver, solo oír un piiii… que más bien daban ganas de salir del salón. Ahora los canales televisivos emiten las 24 horas al día, y además con la banda ancha de Internet me puedo descargar  series, música, jugar y hablar en red, una película que ejemplifica a la perfección ese mundo es LOL  un film francés del año 2008, que trata sobre una adolescente cuya vida se divide entre sus estudios en una prestigiosa escuela secundaria de París, su diario secreto, sus amigos, novios, sus padres divorciados, las drogas y la sexualidad.
Para el pensador Evgeny Morozov el problema de lo digital , de lo tecnológico, no es un problema de lo digital ni tecnológico, sino político y económico. Que los desafíos no los provocan tanto , los gadgets, las aplicaciones etc.., sino las relaciones de poder y el uso que se hace de la tecnología por medio de los gobiernos o las grandes corporaciones. Lo que puede abocarnos a un futuro ciberpunk. Y añade: “la tecnología no avanza por un camino prefijado, depende de factores como acceso a recursos, a fondos, las luchas de poder.” Ahora el único modo que se plantea para el desarrollo es el de las grandes compañías, y que haya más  y más  emprendedores, como si no hubiese línea alternativa. Nadie piensa en como integrar la tecnología en un proyecto social y político, da igual quién gane las elecciones. Así de certero y perspicaz es el pensamiento de este gran ogro hacia los chicos de Silicon Valley.
         Anteriormente a la irrupción de tanta tecnología en los hogares  aprendías a aburrirte, hoy aprenden a aturdirse, antes aprendías a esperar, hoy a volverse impaciente, antes aprendías a esforzarte hoy en acudir al rincón del vago. Quizás hoy en día aprenden a ser multitarea, pero creo que se ha perdido lo más valioso, para el escritor David Foster Wallace: “ Internet nos roba lo más preciado que tenemos, nuestra atención”, y consecuentemente la concentración.  Así pues, una vez aturdidos por el ruido de fondo de la máquina, ha llegado la hora de saber como se suele decir, el precio de todo y el valor de nada. Cuanta razón llevaba el gran grupo musical Pink Floyd que en el año 75 del pasado siglo en su tema Welcome to the  Machine decía:
Bienvenido hijo mío/bienvenido a la máquina/¿ Dónde has estado?/Está bien, ya sabemos dónde has estado/Has estado en la tubería, rellenando tiempo/provisto de juguetes y /actuando de Boy Scout…”
Quizás la frase que mejor resume los tiempos que estamos atravesando se la del historiador Timothy Snyder.” La fe en que la tecnología está al servicio de la libertad, facilita el camino hacia este espectáculo.” Un espectáculo que no parece tener fin.

jueves, 21 de noviembre de 2019



               La nueva jungla urbana


Al salir a la calle hay que tener verdadero cuidado para que no te afeite un patinete eléctrico, esos artilugios silenciosos, pequeños y rápidos que funcionan a modo de anfibio entre las aceras y la carretera y donde la persona solo tienen que hacer el enorme esfuerzo de acelerar. Una vez superado esto, conviene esquivar, si se puede, lo que dejan los dueños de algunos perros, pues aunque Serrat nos diga en la canción que pisar mierda nos trae buena suerte, por lo que a mi respecta solo me ocasiona algún que otro taco repetido. Después hay que tener cintura para no tropezar con los que te cruzas que viene consultando el móvil, esta situación me recuerda la canción del grupo de los años 80 Radio Futura “el futuro ya está aquí”, con la particularidad que al caminar mirando hacia abajo, nos olvidamos no sólo de hacia donde vamos, sino que además, de lo que nos vamos encontrando en el camino, casi nada. En la novela “Lágrimas en la lluvia” de Rosa Montero, en un futuro distópico no muy lejano, se recrea un  Madrid que tiene en las propias aceras pantallas incrustadas donde continuamente se emiten las próximas alertas climáticas, el clima está totalmente desbocado y es necesario estar al tanto para la propia supervivencia. Igual es que hay que mirar hacia abajo por si el peligro llega de allí y yo no me había dado cuenta, como en la película de Spielberg “ La guerra de los mundos”, basada en la novela de H. G. Wells donde las terribles máquinas extraterrestres emergen de la tierra quedando los terrícolas pasmados del miedo; pero la realidad es que como especie cuando miramos al frente, al horizonte, la vista descansa y esto sí que supuso un avance, entre otras, el tener las manos libres, aunque ahora ya, la gran mayoría está consultando la nube y muy pocos se paran simplemente a contemplar la belleza de las nubes.
Avanzo en mi paseo, y en el parque puedo ver como un grupo de unas 13 personas tanto ventiañeros como gente de cuarenta y tantos cazan Pokemons, algunos incluso con dos móviles en mano, ya se sabe que en el oeste quién llevaba dos revólveres tenía más posibilidades de sobrevivir. Al lado de este grupo, un padre le enseña a su hijo con una máquina de videojuegos cómo debe de matar mejor en el juego, el niño quiere hacerlo a su manera y el padre chupa maquinita. Siempre me ha llamado la atención la frivolidad con la que se mata en los videojuegos, unido al gran realismo que tiene, de colores, luces y sonido, una sofisticación similar al panel de un avión caza y además matando en la distancia, en definitiva, juegos de guerra para niños y para no tan niños.
Me adelanta un chico en una bicicleta con la mochila cúbica, inestable e inhumana de Glovo, y pienso que la persona que le encargó el trabajo, probablemente está en  su casa, jugando con el ordenador mientras visualiza el lugar por donde circula el ciclista que le va a traer el encargo, todo un prodigio de la tecnología para trabajos poco remunerados y peligrosos. Le adelanta una moto, que más bien parece una tómbola pues está llena de luces, es enorme y además emite una música disco que resulta imposible no mirarla, me pregunto de donde saldrá semejante engendro. Al llegar a una explanada veo a un grupo de chicas adolescentes que bailan usando un pequeño altavoz que emite la música trap, ya saben el trap viene del rap y de la mezcla con el hip hop, y su nombre proviene de trapichear con droga, vamos que es la bomba. Se mueven rítmicamente y con movimientos sexys, imitando a su gran estrella, la tal Rosalía y al pasar junto a ellas sus movimientos son aún más coordinados y su mirada más desafiante. Dejó a tras la educación artística y continuó, viendo como una madre se sonríe al ver como su hijo es capaz de mantenerse sin perder el equilibrio en la bicicleta, es una escena de una ternura indescriptible, a la par que un gorrión roba un trozo de comida a unas palomas.

martes, 24 de septiembre de 2019



                   Prometeo y Narciso en el siglo XXI
          
Existe una práctica deportiva, el crossfit, que es el ejemplo perfecto de los tiempos actuales. Pero, ¿en qué consiste el crossfit?
Es un método de entrenamiento basado en ejercicios constantemente variados, con movimientos funcionales ejecutados a alta intensidad. Se concatenan ejercicios de diversas disciplinas, tales como la halterofilia, el entrenamiento metabólico o el gimnástico. El creador del crossfit Greg Glassmann ha bautizado los ejercicios con nombres de mujeres en referencia a los huracanes americanos, y otros con héroes militares, policías y bomberos. Vamos que semeja un entrenamiento militarizado, tipo película que uno encuentra zapeando mientras bosteza, y que recuerda a las innumerables sagas de la serie Rambo y compañía.
         La actual sociedad del rendimiento es proclive a crear este tipo de deportes, como el crossfit, donde la persona se explota a sí misma, creyéndose en libertad, se encuentra tan encadenada como el mito de Prometeo, que puede reinterpretarse considerándolo una escena del aparato psíquico del sujeto del rendimiento contemporáneo, que se violenta a sí mismo, que está en continua guerra consigo mismo.” El águila que devora su hígado en constante crecimiento con su álter ego, con el cuál está en permanente guerra. La relación de Prometeo y el águila es una relación consigo mismo, una relación de autoexplotacion”. Como argumenta el filósofo coreano Byung-Chul Han en su certero y elocuente ensayo La sociedad del cansancio; llegando a afirmar: “el dolor del hígado, que en sí es indoloro es el cansancio. De esta manera, Prometeo como sujeto de explotación se vuelve presa de un cansancio infinito”.
Pero además, en esta práctica deportiva es frecuente subir las fotos a las redes sociales, así como vídeos de los propios ejercicios y que se compartan y se comenten con la finalidad  de exhibirse y mostrarse, una conducta muy propia de la actual narcisismo en el que estamos inmersos como señalan los psicólogos Jean M. Twenge y W. Keith Campbell en su excelente ensayo La epidemia de Narcisismo, donde se indica que estas personas presentan una autoestima inflada y desmedida, vanidad, pues constantemente se muestran los músculos cuando practican el ejercicio y conforme van adquiriendo una mayor masa muscular o mayor definición del mismo; aquí la tecnología sirve como un enorme espejo donde exhibirse ante los demás para suscitar envidias y mostrar de lo que uno es capaz de conseguir. Pero estas personalidades narcisistas, también presentan  ciertas dificultades y frialdad en las relaciones afectivas, la búsqueda constante de atención y un interés prioritario por  los bienes materiales y la apariencia física. Si además unimos el consumo de sustancias de dopaje, el fanatismo por el control de las calorías en la dieta y los anabolizantes, tenemos el coctel perfecto para unos individuos donde el cuerpo es la cárcel del alma como decía Platón.
Sin embargo, al llevar el cuerpo hasta tal extremo de fatiga se pretende, aunque sea por unos breves momentos el desaparecer; así lo explica el antropólogo David Le Breton en su obra Desaparecer de  sí. Una tentación contemporánea. Breton utiliza el concepto de blancura como el deseo de desaparecer cuando se llega a una saturación. Cuando el deseo de transformar las cosas se torna imposible en una sociedad marcada por la velocidad, las apariencias y los convencionalismos. Es decir, por unos momentos la persona se despide de su yo provocado por la dificultad de ser uno mismo. Esta es una práctica deportiva que refleja las grandes contradicciones de la sociedad actual del rendimiento, donde el neoliberalismo impregna nuestras vidas en todos los órdenes.
El individualismo es ya solo exhibicionismo en el que todo se reduce a una cáscara bien adornada. En el extremo diametralmente opuesto de esta epidemia de narcisismo está la frase o párrafo- algo extensa, pero que merece la pena citar por completo- de Albert Einstein, con la que me identifico: “Los ideales que colmaron mi vida desde siempre son: bondad, belleza y verdad. La vida me habría parecido vacía sin la sensación de participar de las opiniones de muchos, sin concentrarme en objetivos siempre inalcanzables tanto en el arte como en la investigación científica. Las banales metas de propiedad, éxito exterior y lujo me parecieron despreciables desde la juventud.”