martes, 16 de diciembre de 2014

              Una temporada en las mazmorras

La publicación de Esa visible oscuridad del año 1.990 coincide en el tiempo con Las memorias del sótano del gran actor Vittorio Gassmann (1.922-2.000), ahora nos situamos en una Europa mediterránea, y así a lo largo de unas doscientas y poco páginas Gassmann describe cómo su crisis le llevó a buscar la ayuda de un psicoanalista y cómo vivenció este proceso. Este hombre a pesar de no ser escritor consigue que la lectura de esta memorias semejen una novela de aventuras, debido en parte a ser una persona de infinita cultura y sabiduría, y también a saber administras ciertas dosis de agudo humor. Incluso a veces, logra mostrase juguetón con el lenguaje, como un niño, pero todo esto no lo realiza por frivolidad sino más bien por su carácter eminentemente creativo.
Si hubiera que establecer alguna similitud entre Styron y Gassmann además del padecimiento sufrido, quizá el que ambos se recuperaron, el que Styron lo sufrió con 60 años y el actor italiano con 69, por lo demás son episodios diametralmente opuestos.
El actor utiliza para redactar sus memorias el seudónimo de Vicenzo que nos desvela en el comienzo, cuando le entrega a su editor un manojo de folios; a partir de ahí, nos adentramos en la vida de un hombre que se niega a aceptar los inevitables signos de la vejez, pero que sin embargo mantiene los fogonazos de un carácter vividor y eminentemente mediterráneo en sus costumbres y en las formas de relación social. Sin embargo, hay descripciones que demuestran como este hombre se iba derrumbando: “ Vicenzo que era el mismísimo paradigma de la comunicación se había roto en su interior, habla pero no comprende”.
Los capítulos a pesar de su brevedad poseen una calidad literaria excelente, y en ellos encontramos desde una curiosa clase de inglés con su hijo Antonio de ocho años, así como los escritos a modo de cuentos o relatos y reflexiones que le envía al psicoanalista, permitiéndose el lujo de enviárselo con las tachaduras pertinentes.
Describe una clase de teatro que el imparte mostrándose más bien poco o nada convencional a la hora de enseñar teatro, y a continuación asistimos a una dura sesión con el psicoanalista donde vemos el otro rostro de la depresión, una ira desatada donde duda que el psicoanálisis le pueda ayudar. Pero como anteriormente dije, también tiene cabida el humor, y donde está el epicentro del mismo es en el capítulo titulado: matar el tiempo, dice así: “ aquel miércoles por la mañana la rata se había apaciguado en los recovecos del corazón. Vicenzo sintió al despertarse un entumecimiento agradable que, sí, participaba de la rabia del siroco al acecho de la jornada, pero que inducía también a agradables disposiciones a la pereza y la distracción”.
Y así con esta actitud Vicenzo acude al instituto donde estudiaba a ver la lista de aprobados y reflexiona: “quizá los años de la escuela habían representado el único período en el que el tiempo estaba completamente ocupado, y el alma satisfecha con las más fútiles distracciones, sin el ansia de encontrase nunca cara a cara con una hora vacía de obligaciones y por consiguiente portadora de la blanca angustia crónica: mantenerse ocupado,  resistir el tiempo que pasa”. Al leer esto inmediatamente acudió el recuerdo del escritor Hermann Hesse (1.877-1.962), quién sufrió de diversas crisis, en la adolescencia y en la mediana edad. Estuvo psicoanalizándose con J. B. Laing uno de los discípulos de Jung y parece ser que esto le influyó decisivamente en su obra Demian ( 1.919). Tuvo un intento de suicidio a los 14 años, y más tarde cumplidos los cuarenta y seis en la crisis anterior a la redacción de El Lobo estepario. Hesse decía que no estaba seguro de sobrevivir a sus conflictos internos, sin embargo consiguió encarar la vejez con cierta dignidad y llegó a reconciliarse con la vida. Se puede decir que el libro Elogio de la vejez de Hesse, es la antítesis  de Las memorias del sótano de Gasmann.
Sin caer en los fáciles tópicos de la vejez, Hesse describe como la contemplación de la naturaleza, la sabiduría de uno mismo y la experiencia del paso de los años, son las mejores armas que el hombre posee frente al inevitable proceso de envejecer, en definitiva un texto que además de contener poemas de una gran belleza, en manos del malhumorado Gassman quizá le hubiera aportado cierto consuelo.
En las culturas antiguas se sostiene que el hombre no puede alejarse de la naturaleza por que sino enferma, y así hasta el mismo psicoanalista que trabaja con Vicenzo le recomienda: “procure estar en contacto con la vegetación, apoyar la cabeza en un árbol relaja y repone energías”. Esta relación con los árboles es tan lejana que probablemente se pierde en la noche de los tiempos, pero quizá quien más utilizó al árbol con fines terapéuticos fue el gran Franz Anton Mesmer en el siglo XVIII que pretendía curar la melancolía de sus pacientes histéricas. Su procedimiento consistía en atar a un árbol a las pacientes en plena tormenta, a la espera de la caída de un rayo, un electroshock arbóreo que se supone les devolvería la salud. El escritor alemán Peter Sloterdijk lo explica maravillosamente en El árbol mágico.
Pero volviendo nuevamente al periplo vital de Vicenzo; él que se consideraba el paradigma de la comunicación, se había roto en su interior para no comprenderse. Así se describe: “mi inteligencia es una nuez seca, en cuya pulpa hormiguean mil semillas de imbecilidad”. El autoodio, que también plasmo Styron, vuelve a estar presente en el tormento de Vicenzo.
Cuando su estado de salud le permite cierta tregua aprovecha para así evitar caras desconocidas, y a la vez se permite reflexionar sobre las relaciones humanas, llegando a preguntas como: “¿ seguía siendo capaz de conocer de verdad a los demás? Un mundo vacío en el que la abundancia de los muñecos parlantes no mitigaba su desdichada soledad”. La experimentación del vacío, la soledad más abrumadora, así como el sinsentido de la vida son aspectos consustanciales que nutren a la depresión como las miasmas a las aguas pantanosas. Pero además se aburre en las reuniones familiares, le aburren las personas, sus gestos, todo es un aburrimiento cósmico y no pretende acabar con él. Al leer estas páginas, no pude evitar recordar a quién más certeramente diseccionó el aburrimiento, el escritor ruso Joseph Brodsky ( 1940-1996) que impartió una Conferencia de graduación en Darmouth College en el año 1.989 cuyo título: “Elogio del aburrimiento”, constituye toda una declaración de principios acerca de aquello que todo ser humano va a experimentar inevitablemente a lo largo de su vida. El mérito de Brodsky consiste en hablar del aburrimiento a los recién licenciados y filosofar sobre el mismo, “ese Sáhara psicológico que comienza en vuestro dormitorio y no reconoce límites.” “Cuando os golpee el aburrimiento id a por él. Dejad que os inunde; sumergíos, tocad fondo. En una situación desagradable, la regla es tocar fondo cuanto antes para volver con más rapidez a la superficie. De lo que se trata, es de dar un repaso a fondo de lo malo. La razón de que el aburrimiento merezca tal escrutinio es que representa al tiempo en toda su pureza, en todo su repetitivo, superfluo y monótono esplendor. Por decirlo así, el aburrimiento es vuestra ventana al tiempo, a esas características del tiempo que uno tiende a pasar por alto para no poner en peligro su equilibrio mental”. Este Vicenzo en plena crisis existencial se ha asomado al tiempo y ha experimentado el aburrimiento en su totalidad, y no sólo no consigue salir de ese estado, sino que decide instalarse ahí, a sentir la densidad del tiempo como quien observa una ampolla de un reloj de arena y ve la vida vivida y el resto del poco tiempo que le queda.
Así pues, a pesar de haber creado una extensa familia, Vicenzo tiene un conflicto no resuelto con su hija Olivia que vive en los EE.UU y con la que tiene poca relación. La parte final del libro está dedicada a intentar resolver la relación que mantiene con Olivia. Sin embargo, antes de abordar este tema este hombre abrumado de melancolía dedica un capítulo memorable : “anábasis y catábasis” a indagar cómo sería su vida ultramundana. Donde llega a haber hasta un diálogo telefónico entre el analista y los jefes siderales. Y una vez que comienza a imaginar su entierro, al unísono se lamenta de las muchas ocasiones en las que hubiera podido obtener placer de los regalos de la naturaleza, se riñó por haber pasado por alto las albas doradas, las combinaciones de la flora, las caricias del sol y del viento. En definitiva, por no haber saboreado la vida en todas sus variantes y matices.
Una vez narrada y vivenciada esta experiencia ultramunda que raya lo psicótico, Vicenzo se va vivir sólo, cambiando de vida, abandona su familia y se instala en una casa, donde curiosamente el arquitecto que la diseña reproduce la misma forma que la sala de espera de la consulta del psicoanalista. Comienza a escribir un ensayo y come a diario en una tratoria donde se siente como en su segunda casa, al mismo tiempo continúa con su psicoanálisis y así llega un momento en que se considera curado, afirmando: “la palabra es una flecha: síguela y te encontrarás a ti mismo. Ha sido duro pero me he encontrado”.En definitiva, unas memorias realmente conmovedoras.


sábado, 6 de diciembre de 2014

                           Conviviendo con el demonio  


Cuando nos adentramos a leer las biografías que mejor o más fielmente reflejan el sufrimiento de una depresión, o el episodio de una crisis  espiritual, nos percatamos que los escritores o actores, son una fuente a tener muy en cuenta, puesto que poseen la facilidad para expresar como vivieron sus crisis y además muestran cierto grado de valentía por exponer públicamente su sufrimiento.
En las memorias del escritor norteamericano William Styron (1.925-2.006), cuyo título ya de por sí es altamente significativo: “Esa visible oscuridad. Memorias de la locura”, describe con todo detalle fenomenológico el horrible descenso hacia la desesperación, la depresión.
Este libro en su origen fue una conferencia pronunciada en Baltimore en un Simposio sobre desórdenes afectivos, que organizó el departamento de Psiquiatría de la Universidad John Hopkins; posteriormente el texto se convirtió en un ensayo de unas 80 intensas y desasosegantes páginas, que permiten al lector entender la oscura realidad de la depresión mejor que cualquier manual de psicopatología al uso. Y es que Styron a pesar de haber estado en los marines en la II Guerra Mundial y haber tenido éxitos literarios recibiendo varios premios, no escapó de la terribles garras de la depresión.
         Estas memorias posen la belleza de la mejor literatura a pesar de narrar un episodio tan doloroso. En él tienen cabida ciertas anécdotas que demuestran el desbarajuste que es capaz de ocasionar el estar sumido en este dolor,  como cuando viaja a París a recibir el premio Prix Mondial Cino de Duca y llega a perder el cheque por un valor de 25.000 dólares, interpretándolo como una forma de autoodio, no considerándose digno de tal premio.
          La novela Esta casa en llamas de 1.960 para muchos críticos es la mejor obra escrita sobre el alcoholismo, no la he leído pero la traigo a colación por que para Styron el alcohol era: “ el compañero mejor de mi intelecto, además de ser un amigo cuya ayuda buscaba a diario: buscaba algo, ahora lo veo, como medio para calmar mi ansiedad y el incipiente terror que llevaba escondiendo desde hacía tiempo en las mazmorras de mi espíritu”, esta descripción resulta demoledora. A pesar de no considerarse un alcohólico, relata que en un viaje en avión al consumir un whisky esto le llevó a entrar en barrena, causándole una sensación de enfermedad y lobreguez interior tan horribles, que al día siguiente se precipitó a la consulta de un médico especialista en medicina interna. Y así es, cuando previamente no hay estabilidad anímica un ligero whisky puede desestabilizar al mayor veterano de lo bebedores.
          Resulta bastante curioso el encuentro que tiene con Romaind Gary y la actriz ex esposa Jean Seberg, comentándole que esta sufre del mismo problema que él y que se encuentra a tratamiento con medicación antidepresiva. Incluso reconoce la incapacidad para entender o acceder a la esencia de la enfermedad.  Y continúa afirmando que  “tanto la depresión de Camus-había estado leyendo El mito de Sísifo-y ahora la de Romaind Gary – y por cierto la de Jean-eran dolencias abstractas para mi, a pesar de mi compasión”.
La actriz Jean Seberg se suicidó con una sobredosis de pastillas y fue encontrada muerta en un coche aparcado en una calle del centro de París, donde su cuerpo había pasado varios días. El recuerdo de este suceso hizo que Styron se sintiera dominado aún más por la tristeza.
Un año más tarde, y en un encuentro con Romaind Gary recuerda que ni siquiera entonces fue capaz de comprender la naturaleza de su angustia. Cuando leí estas líneas, sólo pude comprender la falta de empatía de Styron con el dolor de su amigo ,debido a que el mismo se encontraba en su mundo depresivo.
El que fuera dos veces ganador del premio Goncourt, un héroe de la República con la Cruz de Guerra por su valor,  definido como bon vivant y mujeriego por excelencia, Romaind Gary acabó sus días suicidándose de un disparo en la cabeza. Este suceso acentuó aún más el espanto y la grave aflicción que atravesaba la vida de Styron, volviendo a preguntarse una vez más si merecía la pena vivir.
A medida que se avanza en la lectura de estas memorias sorprende la descripción tan sutil que realiza de las distintas fases y afluentes que nutren la aflicción: “ahora estaba en el primer estadio, premonitorio, como el destello de un relámpago apenas percibido, de la negra tempestad de la depresión”. Más adelante, la ansiedad le atenaza de tal forma que deja de escribir, y lo que con anterioridad era un paseo agradable con su perro,  en un día apacible observando unos gansos en pleno vuelo, lo perturban sumiéndolo en un temblor y no consiguiendo quitarse de la cabeza unos versos de Baudelaire ,un pasaje recuperado de un lejano pasado que le habían estado rondando: “he sentido el viento del ala de la locura”.
 En su búsqueda de alivio acude a los fármacos y a la psicoterapia, sin embargo finalmente ingresa en un hospital y afirma que esa fue su salvación, resultándole algo paradójico que en aquel sitio austero, con puertas cerradas y alambradas y desolados corredores verdes, encontrara el reposo, la calma en la tempestad de su cerebro, que no había logrado en su tranquila casa de campo. Y así, lo que en verdad le curó fue el tiempo y la reclusión.
En esta lectura, de tanta intensidad dramática, no podía faltar la explicación que se da el propio Styron de su proceso depresivo. La propensión a la enfermedad procedía de su padre que pasó la mayor parte de su vida luchando como el dice contra la gorgona, y además fue hospitalizado cuando él era un adolescente, en un proceso donde ve semejanzas con el suyo, pero además la muerte de su madre cuando él tiene trece años es el factor más significativo. El interpreta que había tenido un “duelo incompleto”, no logro alcanzar la catarsis del dolor y por eso lleva en su interior en los años posteriores una insoportable carga, de la cuál la ira y la culpa y por tanto no solo la pena reprimida forman parte y devienen en simiente de autodestrucción. Cita la obra Autodestrucción en la Tierra prometida, del historiador social Howard I. Kushner que proporciona convincentes argumentos a favor del duelo incompleto y emplea a Abraham Lincoln como ejemplo. Kushner sostiene que las pérdidas tempranas precipitan conductas autodestructivas, pero también la persona implicada combate la culpa y la ira y si triunfa lo hará sobre la pulsión de muerte. Así, el escritor de ficción vence a la muerte a través de una obra honrada para la posteridad, y como sostiene Styron si la teoría del duelo incompleto es válida y él opina que lo es, uno continúa debatiéndose subconscientemente con una pérdida inmensa, a al vez que se intentan superar los efectos devastadores y el hecho de no haberse suicidado lo considera como un tardío homenaje a su madre.

          Unas memorias de una belleza y contundencia que nos estremece en los más hondo, ofreciendo eso si, el consuelo de la esperanza.

lunes, 24 de noviembre de 2014

                                 Estampas cotidianas

          


Uno de los resortes que aún consigue movilizarme el cine, -y además lo realiza con cierta poesía-, es el seguir cautivándome, entre otras múltiples razones por hablar desde lo más cotidiano, hasta tocar los grandes temas que le preocupan al hombre. Así púes, volví a rememorar la  sensación tan curiosa que suscita la escena en la película Smoke ( 1.995) cuando el actor Harvey Keitel  da vida a un personaje que tiene un estanco en Brooklyn, y le muestra al  escritor -que interpreta William Hurt-, las miles de fotografías (más de cinco mil ),realizadas a las 8 de la mañana durante los últimos 5 años, un proyecto bastante curioso para un simple dueño de un estanco. La tierra que gira alrededor del sol te ofrece desde una esquina del mundo, días con lluvia y con sol, gente abrigada o en mangas de camisa, las personas deambulando capturadas por la mirada de un anónimo aficionado  a la fotografía, atrapando lo cotidiano en blanco y negro, y maravillándose del permanente espectáculo de la vida. Y aunque hablo de una película, la vida tiene mucho de ficción o de situaciones cercanas al surrealismo; ahora mismo me llega el recuerdo que tengo del primer viaje a París  al entrar en el metro y observar como las personas que tenía enfrente se encontraban totalmente agotadas, mientras los anuncios que estaban a sus espaldas reflejaban sonrisas que derrochaban felicidad a raudales, aquel contraste de la publicidad y el ambiente del metro para un chico de 19 años me quedó grabado, era el año 1.987, y el viaje resultó de lo más curioso. Las vueltas alrededor del sol ya han sido 27 más, y sin embargo, continúan sorprendiéndome escenas de la vida cotidiana en la ciudad,  como cuando por las rutinas de la vida uno pasa a la misma hora por determinadas calles y esquinas viendo al mismo mendigo allí situado, garabateando algo en un cuaderno en espiral, al lado un perro le observa con una mirada cargada de humanidad, (o yo lo veo así), y al momento una mujer excesivamente preparada se cruza con el mendigo, este eleva ligeramente la vista y la mira como quién ve por primera vez un platillo volante, y el perro sigue la acción del amo mirando hacia donde este mira y ambos muestran perplejidad, tanta como aquella que cuenta el psiquiatra Michel Bounan en su obra : La loca historia del mundo”, donde relata que unos amerindios llevados a Europa en tiempos de Carlos IX se dicen sorprendidos de la existencia entre sus anfitriones de : “ hombres que viven en la abundancia y saturados de todas las comodidades y ahítos, mientras otros hombres mendigaban a sus puertas, escuálidos de hambre y pobreza”. Y es que los contraste forman parte de la vida, pero quizá en estos tiempos tan sumamente contrastados, chirrían cuál puertas de metro averiadas; y ahora habla un indio sioux:” el amor por las posesiones es entre ellos una enfermedad” refiriéndose por supuesto a la fiebre del oro. Doblo una esquina y allí observo donde había una zapateria una tienda de comprar oro. En fin, algo no debe de estar muy bien cuando en las ciudades hay tantos perros que van vestidos, y en las terrazas la mayor parte de las parejas apenas se hablan mientras manipulan sus aparatitos.

viernes, 3 de octubre de 2014

                              Simpatía por los tifones


Uno comete el error cotidiano de ver las noticias cualquier día de septiembre como si con el comienzo del nuevo curso escolar y la finalización del verano algo cambiase, y así es, siempre hay novedades aunque estas acostumbran a no ser realmente buenas sino más bien malas o pésimas. Anuncian nuevos recortes en educación, a la vez que dicen: “el país crecerá  económicamente”, resulta irrisorio e incompatible. Con un gobierno de miras cortoplacistas y  una generación de jóvenes plenamente formados trabajando en el extranjero, pretenden seguir engañando al personal en que todo va a ir a mejor. Esta noticia me cogió leyendo a Meredith Haaf, una ensayista alemana de 31 años que analiza en su libro Dejad de lloriquear. Sobre una generación y sus problemas superfluos, donde realiza un análisis de esa generación nacida en los años ochenta del siglo pasado. Pues aquí dice y cito: “la pobreza y el desempleo juvenil aumentan de forma imparable, y la educación experimenta un proceso imparable de privatización y transformación en un bien económico, al tiempo que el Estado salva al sector bancario mediante un endeudamiento que sólo podrá amortizarse con recortes en el ámbito social”. Opino que Mederdith no pudo expresar con mayor claridad y exactitud lo que realmente está ocurriendo. Sin embargo, continué viendo el telediario- para ver como finalizaba la traca de mentiras- y  creo recordar que también se valora el que en I+D+i  ( si, en Investigacción, Desarrollo e Innovación ) se pretende reducir gastos, vamos que sobre el papel queda muy bien esas siglas pero no olvidemos que quizá en este bendito país significan: inventar nuevas formas de engañar al personal, quizá han leído El arte de la mentira política de Jonathan Swift. La D de desarrollo es más bien déficit cognitivo, y la i esa última parte de la seudoecuación, es el innovar nuevas formas de meter la mano en el sobre sin que nadie se entere. Con lo cuál la ecuación da como resultado final, o es igual a España. Aquello de Unamuno España me duele ” sigue tan vigente como entonces. Pero bueno, había que estar informado, así que ví hasta el programa del tiempo, y ahí como dice una buena amiga, se te caen las pistolas al suelo, porque tal parece que los fondos destinados a la investigación  han sido desviados para que podamos ver como se van formando los tifones en Filipinas, o como la gran masa de aire frío va a entrar por Cataluña y provocar  un fuerte descenso de temperaturas, mientras en el estrecho soplará viento del este. Por cierto, ahora se pueden votar las fotos que se envían al programa, eso si es una importante innovación.
Al finalizar el programa del tiempo y que de forma abrupta me recomendaran las compresas con alas, para posteriormente que estarás todo el día sonriendo por comprarte un coche por sólo 5 euros al mes- tiene cierre centralizado- me llegó el lejano recuerdo  de cuando mi abuelo decía que iba a ver el parte ( pues así se llamaba en tiempos del generalísmo) y acto seguido como si sufriera una anestesia total, se quedaba plenamente dormido- mi abuelo sí que era un hombre sabio, y yo pequeño saltamontes no lo sabía- pero hete aquí, que este septiembre recordándolo  aprendí la lección de mi antepasado, y ahora -a determinadas horas- ya sólo con contemplar la pantalla apagada me entran unas terribles ganas de dormir

lunes, 1 de septiembre de 2014

                De la Tierra y sus aromas


Existen personas que afirman percibir el cambio de las estaciones más por el sentido del olfato que por el acortamiento de las horas de luz, y así llegan a decir que huele a otoño o cosas por el estilo. Y es que esa finura en el olfato demuestra una gran  sincronía con la naturaleza.
La ensayista Diane Ackerman dice: “nuestro sentido del olfato puede tener una precisión extravagante, pero es casi imposible describir cómo huele algo a alguien que no lo ha olido. El olor es el sentido mudo, el que no tiene palabras.” Esto me resultó sumamente curioso, tal es así que llegamos a decir huele como a tal cosa, más por semejanza que por acertar. Además, olemos cada vez que respiramos, y es el sentido que en  nuestro pasado evolutivo estuvo más apegado a la tierra y además permitió desde evitar el comer alimentos en mal estado, hasta oler a nuestros depredadores etc…
Nuestra memoria y los lazos fisiológicos con el olfato son bastante importantes como en la literatura se encargó de reflejar  con gran maestría M.Proust; ante el olor-sabor de la magdalena en el té se desencadenaban amplios recuerdos de la infancia.
Esto lo saben muy bien los creadores de perfumes y los enólogos, creando esos sutiles aromas en el vino, pero sin irse por las ramas de ningún viñedo, lo que aquí pretendo es mostrar la gran particularidad del mismo, pues mientras que si se dañan las neuronas de los ojos o del oído estos dejan de funcionar, no sucede con las de la nariz, que se reemplazan más o menos cada treinta días y, a diferencia de otras neuronas del cuerpo , se asoman al exterior y aspiran el aire como un arrecife de anémonas.
Una de entre las muchas particularidades que posee el olfato es que en la ingravidez, en el espacio, los astronautas pierdan el gusto y el olfato, como ocurre a muchas personas que se encuentra en una grave depresión, es fácil que comenten que la comida no les sabe a nada, además de apenas sentir hambre, más bien parafraseando al creador de la bioenergética Alexander Lowen la persona está desenraizada.

El cineasta Lars von Thier lo plasmó con gran exactitud en la película Melancolía. La protagonista principal se encuentra aquejada de una grave depresión, y para animarla, su hermana le prepara un plato que le gusta especialmente a Justine, sin embargo, no puede comerlo puesto que le sabe a ceniza.

En la actualidad parece que no hacemos un gran uso del olfato, más bien parece que han sido los químicos los que se han encargado de insistir en el mismo, sin embargo opino que no estaría de más el usarlo en el amplio sentido del término, tanto para percibir nuevos aromas, como cuando alguien te indica lo bien que huele un vino, como para sobrevivir en el mundo de las relaciones personales.


lunes, 28 de julio de 2014

Más allá de la inteligencia conocida

Stanislaw Lem.  Solaris (1.961). Editorial Minotauro 1.998.

  

         A pesar de que no me considero un lector de ciencia ficción, he encontrado en esta novela muchos aspectos que la entroncan o son afines a aquella literatura que no entiende de géneros ( no en vano se hicieron dos versiones cinematográficas de ella, la de Andrei Tarkoski en 1.973 y la de Steven Soderbergh de 2..002), y que la emparenta  con lo que estimo es la auténtica literatura; la que aborda los problemas humanos desde nuestra condición más humana. Aunque  nos internamos en el cosmos preparados para todo, es decir para la soledad, la lucha, la fatiga y la muerte,  la vida en la tierra y fuera de la misma es igual, en tanto en cuanto lo que cambia es el entorno o contexto, como en este caso el del planeta con dos soles llamado Solaris, así como el tiempo, un futuro que no se llega a precisar.
         Así Christiane Zschirt, la autora de: "Libros. Todo lo que hay que leer” (Edit.Taurus 2.004) llega a afirmar que “ésta novela tiene tanto que ver con la ciencia ficción como el capitán Kirk con Mefistófeles”. A modo de pequeña síntesis avanzaré de qué trata la novela. Solaris es un planeta cubierto por un inmenso océano gelatinoso. Un mar semejante a un gigantesco cerebro, a modo de inteligencia no humana. Los científicos terrestres desde hace tiempo, décadas, están intentando analizar a qué se enfrentan. Es cuando envían al psicólogo Kris kelvin ( protagonista principal ) a la estación espacial para averiguar si tiene sentido continuar el proyecto de investigación. No pretendo desvelar más sobre los entresijos de la novela, sólo que el protagonista, a pesar de estudiar a fondo la montaña de documentos que se han ido acumulando con las décadas de exploración, se muestra incapacidad para entender o averiguar algo sobre el misterioso océano Solaris.
El suspense que sustenta la narración le permite al autor hablar de cuestiones como la soledad, que a veces busca el protagonista para poder ordenar sus ideas sobre lo que le acontece ( una soledad que a mi me remitió a la que también sufre el personaje de la película de S.Kubrick en 2.001 en Una odisea en el espacio, esa soledad cósmica).
Evidentemente el hecho de que sea enviado un científico ( psicólogo)  a desvelar lo que realmente ocurre en la estación lo enrique, ya que aquí se plantean cuestiones como las alucinaciones, lo que es real o no, lo que verdaderamente existe e incluso la locura, como cuando  kelvin dice: “ un cambio inesperado se operó en mi, el pensamiento de que me había vuelto loco me devolvió la calma”.
Se cita a Don Quijote aunque no sea más que de pasada en la página 55 (de la edición que manejé, la de Minotauro) pero que me resultó cuanto menos significativo, puesto que Kelvin tiene algo de Don Quijote, aunque evidentemente La Mancha no sea Solaris.
Pero sobre todo lo que más prevalece es la pasión o emoción por descubrir la verdad, aunque en ciertos momentos fuera incomprensible, citando a Beethoven :” hacer todo el bien posible, amar la libertad sobre todas las cosas y aún cuando fuera por un trono, nunca traicionar a la verdad”.
  Se plantean cuáles son los límites del conocimiento científico humano; cómo al enfrentarse con otra inteligencia no humana no somos capaces de superar las barreras del propio antropocentrismo, como en su día Sir William Hamilton un inglés ilustrado del siglo XVIII pretendía en sus viajes a Nápoles ordenar el mundo, dominarlo. Esa sería la aspiración última de los viajeros occidentales en sus periplos por los nuevos mundos. Algo similar les sucede a los que van a Solaris. Así se dice: “ nadie podría pensar sino con su propio cerebro, nadie podría verse desde el exterior y verificar el adecuado funcionamiento de los procesos internos”. Y al  hablar de procesos internos es inevitable que emerja la memoria, pero aquí lo curioso es que a pesar de no aprender nada acerca del océano sí se aprende acerca de nosotros ya que a los investigadores se les aparecen espectros de su pasado, y deben de saber enfrentarse a ellos, a esas personas que formaron en algún momento de sus vidas parte de ellos y que son significativas e importantes o más bien lo fueron, aunque ahora sólo sean recuerdos ya que se encuentran muertas   pero a la vez cobran vida , y éste enfrentamiento con el pasado que a la vez pudo haber sido de otra forma provoca en Kelvin todo un planteamiento de querer salvar a su amada.
Esta lucha por salvar a lo que más quiere le llevará a los límites del miedo, pero acudiendo a algo enteramente humano, el coraje: “...recordé cuánto me había asustado la víspera , la mirada vacía de la noche; mi miedo me hizo sonreír ... respiré hondo, saboreando la oscuridad. Estaba vacío, liberado de todo pensamiento” y más adelante señala Kelvin: “pero ya nada me asombraba, ni siquiera mi propia indiferencia. Había traspuesto las fronteras del miedo y la desesperación. Había llegado muy lejos. Nadie jamás había llegado tan lejos”.
Lo que en un principio podría parecer un viaje exterior hacia la comprensión de una inteligencia como la del mar Solaris, llevará al viaje interior, y es aquí donde reside gran parte del encanto y misterio del planteamiento de la novela; esa idea original de lo que se da en llamar proyecciones cerebrales materializadas, es decir, la propia materialización de nuestros recuerdos  provoca en el lector la verdadera comprensión del funcionamiento de la memoria, no como un compartimento estanco, a modo de memoria a corto y largo plazo, sino como una tupida y extensa red que está engarzada en todos nuestros aprendizajes y experiencias a modo de la búsqueda del tiempo perdido de M.Proust y que conforma nuestra biografía.
La descripción que el autor realiza de la biblioteca me resulta notable: “situada en el centro mismo de la estación, la biblioteca no tenía ventana, era el sitio más aislado en el gran caparazón de acero, y yo me sentía relajado, pese al fracaso manifiesto de mis búsquedas”. Aún cuando estamos en un futuro y esto resulta cuando menos curioso la biblioteca sigue estando presente en un sentido tradicional , como ese lugar de refugio y aislamiento pese a las decepciones y fracasos del personaje. Es uno de los lugares de reposo y reflexión del guerrero.
Existen ciertas semejanzas o concomitancias que es necesario señalar ya que el océano de Solaris guarda “ciertas” semejanzas con los océanos de la tierra; esas enormes extensiones de mar que influyen con sus múltiples corrientes en el clima según nos dicen los oceanógrafos y que según parece desconocemos mucho de sus fondos a veces abisales. Incluso es inevitable traer a colación esa antigua hipótesis Gaia de Loovelock (creo recordar de los años 70  aproximadamente) sobre la tierra entendida en su conjunto como un Todo, un organismo  dotado de vida en toda su extensión, a semejanza de Solaris.
         Una nueva comparación de la inteligencia humana con la de Solaris lleva al autor a decir: “ la mente humana no puede absorver sino pocas cosas a la vez; vemos sólo lo que ocurre ante nosotros, aquí y ahora, no podemos concebir simultáneamente una sucesión de procesos, ni siquiera procesos concurrentes o complementarios.” Sin embargo somos capaces de captar el valor de un instante como diría Luis Landero " la advertencia de que todo instante vivido es perdurable si se pone fe en el ".

          A lo largo del libro se emplean términos científicos y técnicos, sin embargo me ha llamado poderosamente la atención que en la fecha del libro ( 1.961) se emplee el término ordenador cuántico, algo que se conseguirá según los expertos en un plazo de tiempo no muy largo. Es ese hablar de determinados avances de la ciencia  que más tarde se llegarán a conseguir, algo parecido al Viaje a la luna de  Julio Verne.
  Y a la vez que vamos estableciendo ciertas semejanzas o similitudes quisiera señalar la que existe entre el personaje principal Kelvin con el científico y premio Nobel de física Richard Philips Feynman en su permanente búsqueda de la verdad y la belleza (en esas maravillosas y poéticas descripciones que el personaje realiza del océano).
Feynman como amante de la verdad, así como Kelvin, establece un proceso lleno de imaginación y creatividad para descubrir cómo funciona supuestamente el océano, pero seguido en todo momento por una honradez intelectual y ética que proporcionan las herramientas del pensamiento crítico y de la revisión constante y racional de los sistemas de creencias propios y ajenos.
Tengamos en cuenta las múltiples lecturas y repaso de las mismas  que realiza Kelvin de toda la historia del descubrimiento de Solaris con las hipótesis desde el inicio del estudio del planeta hasta el momento presente en el cuál él se halla inmerso. En las aportaciones de Kelvin así como las de Feynman en la física predomina más la agudeza de sus observaciones y su intuición más que las deducciones para interpretar los procesos físicos del planeta.
Matar o destruir aquello que no comprendemos, como se plantea a modo de solución con el enigma de Solaris, puede ser comparado con lo que actualmente se realiza con los océanos aquí en la tierra, con la selva amazónica o con el deterioro en general del medio ambiente.

         La cadena de contingencias a las que se ve sometido Kelvin le lleva a ciertas reflexiones, una de las cuáles bien merece la pena ser citada: “ desde anoche he vivido horas que valen años. Años que no se olvidan”..., “ donde no hay hombres no hay motivos humanos”. Es como que lo auténticamente humano ( y Kelvin está descrito como humano demasiado humano que diría Nietzsche) se enfrenta ante lo desconocido y para ello debe, llegado a un determinado momento de los acontecimientos decidir: “si deseamos continuar investigando tenemos que destruir nuestros propios pensamientos”.  Es aquí donde nuevamente vuelvo a ver ciertas similitudes con el físico Feynman  que clasificaba a los científicos en babilónicos o griegos a la hora de hacer ciencia. Y Kelvin es babilónico ya que prima en su forma de ir descubriendo la verdad, su libertad de imaginación y su instinto o intuición de los fenómenos físicos del océano misterioso.

         Remontándonos a las múltiples reflexiones filosóficas que abundan a lo largo de la novela a cerca de nuestra condición humana escogería una que a mi modo de ver resume el núcleo central: “ el hombre se había lanzado al descubrimiento de otros mundos y otras civilizaciones, sin haber explorado íntegramente sus propios abismos, ese laberinto de oscuros pasadizos y cámaras secretas, sin haber penetrado en el misterio de las puertas que él mismo ha condenado”.

  La valentía y decisión con la que está trazado el protagonista le lleva a escoger caminos por donde sabe que no hay retorno posible, algo que también ( puestos a buscar similitudes ) ocurre en la tierra, es como que aunque cambia el escenario, el atrezzo, sea Solaris  o la tierra, al final el hombre debe de decidir ( con un margen de opción, eso sí) el camino a escoger: “ toda generación de hombres cuentan con un número aproximadamente constante de hombres inteligentes y decididos, y que se distinguen  sólo por que toman caminos diferentes”.


Solaris es un eterno desafío que vive y actúa  a través Kelvin , buscando la revelación que explique el sentido del destino del hombre. Aquí es a resaltar un capítulo dedicado al sueño, situación propicia para que el océano acceda a estados de conciencia alterados de la tripulación de la estación, como si aquí el hombre tuviera la guardia baja o estuviera indefenso y Solaris se aprovechara para filtrarse en el cerebro a modo de una vampirización. Pero sobre todo se busca encontrar una voluntad o finalidad de ese inmenso océano, ya que trasladar patrones humanos al océano no había servido.
El cierre de la narración recuerda el recurso narrativo de dejar un final con una interpretación abierta puesto que el misterioso planeta está interesado en el Hombre y sobre todo en el protagonista, quien a partir de cierto momento de la novela, vivirá de la esperanza después de haber pasado a modo de Dante por múltiples y variadas pruebas.







lunes, 30 de junio de 2014

                          Flotando sin pentagrama

Al aproximarse a comprender la figura del trompetista de jazz nortemericano de la costa oeste Chet Baker (1.929, Yale-1988 Amsterdam), es fácil caer en el tópico del músico adicto a las drogas y a una vida de exceso que tanto vende. Sin embargo, lo que aquí pretendo con estas líneas es precisamente ir más allá de este tópico, e indagar el por que tanto la música que creó como su vida resultan verdaderamente interesantes.
A medida que uno escucha con la debida atención a este excelente trompetista, se produce un estado de erizamiento de la piel -depende de las sensibilidades- y la movilización de las emociones, consiguiendo que ambas se den un abrazo. Su sonido único es capaz de adentrase en las profundidades de las tristezas y recorrer todos sus intersticios, así como hablarnos de nostalgias y de paso recorrer el amplio abanico de las emociones humanas. Como muy bien dijo el pianista Herbie Hancok: “su calidez, su lirismo y su delicado sentido de la melodía me causaron un impresión inmediata. La primera vez que escuché a Chet Baker jamás olvidaré la forma en que su corazón se derramaba en cada una de aquellas notas elegidas con gusto exquisito, ni la calidez que afloraba en mi interior mientras le oía tocar, por que aquella había de ser la última vez en que tendría la oportunidad de hacerlo”.
Las palabras del director del documental Let’s get lost Bruce Weber dice: “era un gozo pasear junto a Chet por una playa ventosa mientras volaba una cometa”. Y es que en el inicio del documental el propio Chet es el que comenta que una sensación que le resulta sumamente grata es flotar en la parte trasera de un automóvil descapotable. A veces, su manera de tocar produce ese estado  de flotación  debido a la suavidad de la melodía.
A lo largo de las indagaciones que realicé para pretender describir su música de la forma más profesional y certera posible, me encontré con una en el libro: Diccionario de jazz de Philippe Carlos que aunque es larga, me pareció sumamente interesante y dice así: “es un artista de la delicadez y la fragilidad, del soplo y la fisura, la sonoridad ya famosa cobra cuerpo tras su regreso en 1.974 ganando en amplitud y madurez. Su ejecución, construida entorno a la riqueza melódica, renuncia a toda búsqueda de efecto, a todo entramado de clichés o paráfrasis. Su emisión es mínima: toca con el micrófono casi metido en la campana del instrumento lo que redunda en la amplificación de los armónicos graves, en una mayor profundidad tímbrica y en una percepción muy nítida del soplido y los ataques. Su manera de cantar es reflejo de la relación que mantiene con la trompeta: delicadeza y roce, ligadura y quebranto entre coro y coro. Su voz textura evanescente que envuelve la melodía, raya la fractura sobre todo cuando improvisa en los scat, donde es auténtico complemento de la trompeta”.
Pero además, cabe señalar que no sabía leer música y que tocaba de oído, todo intuición, sin embargo era como si poseyera la clave para adentrarse en un manantial de belleza imposible de secarse.

Resulta sumamente curioso como las diferentes contingencias de la vida van marcando la relación que mantiene con el instrumento, así en un accidente a los 11 años un niño tiró una piedra contra una farola y rebotó en los dientes incisivos superiores del futuro trompetista por lo que el aire salía ahora por ahí y tenía que aprender una forma nueva de acercarse a la boquilla. A los 17 años y realizando el servicio militar  ( pues se alistó para marcharse de un hogar problemático, donde el padre le pegaba y la madre lo vestía de niña y lo obligaba a cantar en un coro como si tuviese voz de niña ) en Berlín, donde realizando guardias tenía que permanecer quieto durante largos periodos de tiempo; así en el aeropuerto, esperando a los altos cargos y haciendo frente al frío y para que no se le helasen los labios constantemente acercaba la boca a la boquilla de la trompeta y emitía sonidos muy suaves, más para aplacar el frío y con vistas a que cuando llegasen los dirigentes tuviera la boca lista y no entumecida. Esto lo narra en su autobiografía, cuyo título es significativo: Como si tuviera alas; y más adelante, cuando ya era un adicto a la heroína, en un episodio donde pretendía comprar droga a unos camellos un grupo de negros le dio una paliza y le rompieron los dientes y la mandíbula. Este incidente marcó el que estuviera apartado de tocar por un periodo de tres años, durante los cuales se ganó la vida trabajando en una gasolinera largas jornadas que según cuenta en el documental de su vida podía llegar a las 16 horas diarias. Volvió a los escenarios adaptando una nueva boquilla y reinició su carrera en 1.974, gracias a la ayuda que le prestó Dizzy Gillespy. Curiosos incidentes que marcan toda una vida y que se añaden a que él amaba a partes iguales el jazz, las drogas y las mujeres. Pero en este triángulo de placeres, a veces alguno de sus ángulos se hacía más agudo, en determinados momentos de la vida como cuando la heroína fluía con demasiado rugido por las venas y entonces venía la fase de desintoxicación que narra una y otra vez en la autobiografía, eran episodios sucesivos para volver nuevamente a consumir de forma desaforada según dice: “ Andy fue el primero que me puso en contacto con la maría, bendito sea , me encantó y seguí fumando maría durante los ocho años siguientes, hasta que empecé aprobar de vez en cuando las drogas duras y al final me enganché al caballo. Me gustaba muchísimo la heroína, la estuve consumiendo de una forma u otra durante los veinte años siguientes ( si se incluye la metadona, que no proporciona la menor sensación de euforia a no ser que uno esté limpio del todo ) “. El consumo de heroína implica un estilo de vida de buscar el camello, comprarla, inyectarla, estar bajo sus efectos y nuevamente tras un breve tiempo de pocos días, volver a desear el acudir nuevamente a comprar y repetir este circulo, un estilo de vida de yonki, pero si se ama la música y las mujeres tal y como él lo describe, es posible- a pesar de ciertos derrumbes-, el hacer malabarismos: tocar, amar y drogarse a veces apartes iguales, y a veces a partes muy desiguales. No era un yonki al uso, pues sus flotadores fueros sus amplias relaciones sociales que en el mundo de la música son necesarias, así como las mujeres que conoció y su verdadero arte de tocar. Sólo así es posible explicar que un trompetista blanco de tantos excesos pudiera tener una trayectoria musical como la que consiguió.

Cuando estuvo apartado de la vida musical debido a la paliza que recibió donde la partieron la mandíbula y los dientes, no puedo evitar el imaginar y comparar su vida con la del personaje que interpreta Robert Michum en la película de cine negro Retorno al pasado (Jacques Tourneur, 1.950 ), pues ambos se refugian en otro empleo –trabajar en una gasolinera-, como arrastrados por la marea que son los golpes de la vida  ( y es que a veces la vida de este trompetista más bien parece ficción ) y donde acuden a repostar un nuevo combustible  y dejar atrás su oscuro pasado, pero ambos vuelven nuevamente a la circulación- a los mundos de donde procedían- teniendo las concomitancias del mundo de la noche, la ciudad, e incluso la adicción, en uno a la heroína y en otro a una mujer. Ambos, después de perder ciertas capacidades físicas retornan uno a descubrir la verdad de lo acontecido y otro en la búsqueda de su sonido. Semejan héroes en una nueva búsqueda que nunca abandonaron, sino que sencillamente aplazaron.
Y ahora mismo, mientras el inconfundible sonido de Chet emerge del letargo, Robert Michum  camina adentrándose en un bar.


domingo, 25 de mayo de 2014

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Va siendo hora que los ciudadanos de Oviedo empiecen a recaudar dinero para erigir una escultura al personaje de la calle Manolín el gitano, sí, ese que todos conocemos y que además no hace mucho tiempo en las redes sociales lo habían matado, pero mira tú por donde estaba vivo y bien vivo, aunque eso sí reapareció con más vendas y cojeras; sin embargo el verbo, su verbo, seguía igual de ágil pues cuando te pide y no les das nada la rapidez de sus insultos y tacos semeja la metralladora de Chuck Norris. Pues bien, habrá que empezar a dividir los dineros para la escultura de Manolín y claro está para la de Rufo, el perro que fue vagabundo cuando a los perros se les permitía ser vagabundos, allá por los años 80 creo recordar. A Rufo todo el mundo le daba algo de comer, así que estaba gordo y perezoso, pero la verdad que era un cruce de can de lo más cariñoso y buscador de caricias, todo hay que decirlo, llegó incluso a tener un compañero de andanzas Rufo II (por supuesto ) y estaba donde había gente, si era de noche estaba en el antiguo, y por el día sus paseos eran por el centro, y así sin meterse con nadie ni con nada, transcurrió su existencia perruna. Ahora que se pretende recaudar dinero para realizárle una escultura a Rufo habrá que pensar, y bien, donde se podrá ubicar pues opino que de esculturas ya estamos un poco sobrados y tampoco es para ir por la calle esquivando esculturas a todo trapo. También hay que empezara a sopesar la posibilidad- y ojala que se convierta en una realidad- de que los pobres gatos de la pista finlandesa-la ultima vez que anduve por allí llegué a contar 14, así que ahora habrá 17- puedan beneficiarse de una esculturas o mejor dicho una placa conmemorativa de que son gatos con pleno derecho de serlo y además pertenecientes a Oviedo. Pues bien, propongo una plataforma reivindicando que a los gatos de la pista finlandesa se los tenga en cuenta que para eso son gatos.

lunes, 12 de mayo de 2014

                            La estela de una caída


A veces, cuando uno está viendo una película que resulta interesante por el tema que aborda y la forma de tratarlo, te resulta inevitable pensar en el libro en el que estará basado; y así, después de mucho tiempo de haber visto Días sin huella de Billy Wilder del año 1945 que fue traducida como Un fin de semana perdido, uno se encuentra con una reedición de la novela de un  tal Charles Jackson. En ella se aborda el alcoholismo de un escritor en el Nueva York de los años 30 cuando se bebía whisky de centeno. Así pues, a medida que iba leyendo la novela entendía por que era tan autobiográfica ( el propio Jackson sufrió varias adicciones ), ya que describe toda la fenomenología del alcohólico con una crudeza y viveza que la narración a veces más bien semeja el diario de un auténtico descenso a los infiernos de la adicción. Me resultó sumamente curioso lo bien que está descrita la eterna lucha entre mantenerse sobrio unas horas y así poder ponerse a escribir, las mentiras, el llegar a robar y una vez cogido la vergüenza por la que pasa, así como cuando dice que: “estaba bebiendo y se apoderó de él un ataque de aburrimiento, de tedio tan pasmoso que apenas pudo mantenerse en pie”. Se habla de remordimientos, de cómo estuvo en terapia con un psiquiatra que no acabó de entender el por qué bebía, y se habla en definitiva de una vida que bordea abismos de locura y además de cómo pasa las interminables horas un alcohólico: “ murió mil muertes. Mucho peor que mil, era una sola muerte extendida en infinita tortura, una muerte que no moría. Morías y seguías muriendo”. O cuando se afirma que un trago es demasiado y cien demasiado poco. Pero el clímax de esta novela, ( que debería ser leída por todo profesional de la salud mental que se precie), llega en una descripción de lo que es un delirum tremens del protagonista Don Birnam, donde uno comprende una vez que escucha a algún paciente que lo ha sufrido, que esta experiencia sirve como telón de fondo de a donde es posible llegar, a unos confines de un horror que muchas veces sirven para que el alcohólico se mantenga sobrio.
Pero en esta novela no sólo hay sufrimiento, sino que también hay acertadas reflexiones sobre la vida. Además, hay que tener en cuenta que el autor Charles Jackson (1903-1968) con esta novela se consagró ya que fue un best seller de culto y que con ella Billy Wilder ganó un oscar.


martes, 11 de febrero de 2014

                               El  papel lo soporta todo


Cuando comenzamos el año la lista de buenos propósitos se agranda, y sin embargo, con el paso de los meses o solamente el de las semanas, comprobamos que aquello cayó en el olvido, o más bien, se ve lo lejano que estamos de alcanzarlo. ¿Qué es lo que ocurrió por el camino? A veces, simplemente no somos realista con lo que nos proponemos, otras más bien son meras ensoñaciones, pero salvando esto, también sucede que nos fijamos objetivos que más bien son similares a los de los familiares o amigos o los del grupo de iguales, pero en realidad no están en plena sintonia con nuestros auténticos propósitos, en una palabra, que no estamos siendo fieles a nuestros gustos, así hay quien se propone aprender inglés por que es lo que toca un año más, sin embargo detrás de esto no pretende viajar al extranjero para practicarlo, sino una vez más alcanzar algo que ya lo intentó tantas veces que mejor haría con abandonarlo y fijarse un propósito más acorde con sus verdaderos deseos. Y es aquí donde radica el verdadero problema, que a veces simplemente no sabemos clarificar que quiero y cómo lo quiero, así si conseguimos definir un objetivo o valor a conseguir, será más fácil el ir progresivamente en dicha dirección, por ejemplo si deseo viajar  al extranjero y me marco una fecha para viajar, es probable que mis esfuerzos para aprender inglés cuenten con la motivación suficiente como para solventar las dificultades y contingencias que en dicho aprendizaje se presenten. Por tanto, el marcase nuevos propósitos a mi modo de entender debería tener un componente de disfrute y nuevo aprendizaje que me resulte interesante y que no favorezca el abandonar a la primera de cambio.

Algunas veces ocurre que el aprendizaje de una nueva actividad incluye un cambio en el estilo de vida, y que a su vez me pone en contacto con nuevas contingencias que propicia el descubrir ciertas actividades que en un principio pensaba que no me podían gustar, o bien por la edad o por que no me veía capaz de hacerlo, como  sucede cuando se comienza a practicar un deporte y de ahí abandonar el hábito de fumar y salir con las amistades que realizó en el deporte que ahora practica. Esto es interesante señalarlo, ya que muchas veces detrás de esa lista de buenos propósitos anuales lo que realmente se pretende es, nada más y nada menos que cambiar de estilo de vida, y a veces es tan sencillo como empezar por preguntarse lo que quiero. Y si no, averiguarlo.

jueves, 23 de enero de 2014

                                   Los ojos de la piel


De nuestro cinco sentidos el menos investigado es el tacto, y sin embargo, es  el que primero se enciende cuando venimos al mundo, y el último en extinguirse una vez que lo abandonamos mucho después de que la vista y el oído dejan de funcionar nuestras manos siguen siendo fieles al mundo, como si el tacto con nuestro entorno o con la mano de quien nos acompaña en la última y definitiva despedida aún siguiera siendo necesaria.

Resulta sumamente curioso que es el único sentido que tenemos extendido por todo el cuerpo y que no sólo nuestras huellas digitales son únicas, sino que nuestra distribución de poros también es única, se podría decir que Lord Byron se adelantó y acertó con aquella afirmación diciendo que “todos estamos diferentemente organizados” hasta en los niveles de piel.

Ya en  los años 80 más en concreto en 1.988 el periódico New York Times publicó un artículo sobre el papel crítico del contacto en el desarrollo infantil llegando a las siguientes conclusiones: los bebés masajeados aumentan de peso un cincuenta por ciento más que los no masajeados, son más activos, se mantienen más alerta, se orientan más deprisa y captan mejor las emociones. Y a la inversa los niños que son criados en hogares emocionalmente destructivos dejan de crecer. “El tacto es mucho más esencial que nuestros demás sentidos, es básico en nuestra especie y la clave de la misma” como dice el investigador Saul Schanberg.

Las manos son las auténticas mensajeras de la emoción, tal es así que incluso en el lenguaje utilizamos la expresión “te echaré una mano”.  Existen múltiples expresiones táctiles como cuando decimos que determinada música “me toca” a nivel de erizamiento de piel. O cuando en psicoterapia el psicólogo Irvin Yalom habla de que para que se produzca el verdadero cambio en el paciente hay que llegar a “ tocarlo ” en lo más profundo.


En la actualidad y pese a encontrarnos en estos tiempos de pensamiento líquido como sostiene el sociólogo Zygmunt Baumant de una sociedad banal y consumista (aunque yo sostengo que son más bien líquido-turbios y vaporosos ) donde la presencia de la cibernética es abrumadora y quizá de tanto contacto con teclas, botones y pantallas múltiples  provoca el que cada vez más personas buscan y realizan actividades manuales o que los pongan en contacto con sus cuerpos; desde el baile, hasta acudir a un spa o a clases de yoga, pasando por ir a un masaje, tal parece que el desarrollo científico y técnico fuera por un lado y nuestra aspecto esencialmente humano estuviera en el extremo diametralmente opuesto.  En definitiva, que el tacto es tan importante como la luz del sol, y que quizá por una excesiva predominancia de los medios audiovisuales nos hemos olvidado como siempre de lo más próximo e importante.