lunes, 5 de noviembre de 2018



                                Surfeando la memoria    

Una de las quejas que oigo con más frecuencia es: “cada vez tengo menos memoria”, y es normal que esto suceda, ahora ya nadie memoriza un simple número de teléfono, y si en una sencilla conversación uno no se acuerda con exactitud del título de un autor, una película u otro dato, rápidamente acude a Google.
La memoria de un tiempo a esta parte ha sido denostada por considerarla una capacidad innecesaria ya que parece que todo lo encontramos a golpe de click, y entonces para qué recordarlo, pero además el hecho de estar hiperestimulados no facilita que la memoria realice su trabajo. Se sabe que las series y los libros que se devoran de un tirón se olvidan más fácilmente porque no se hace trabajar la memoria de recuperación.
La clave de la consolidación de la memoria es la atención, y si no hay atención tampoco existe la concentración – también a muchas personas les cuesta concentrase- . Así pues, a mayor agudeza de la atención, más nítida será la memoria. Para que un recuerdo se pueda conservar, la información de entrada debe transformarse a fondo, profundamente.
Cuanto más usemos la Web más entrenamos a nuestro cerebro para distraerse, para procesar la información muy rápidamente y de manera muy eficaz, pero sin atención sostenida. El ensayista Nicholas Carr en su libro ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mente? Superficiales, afirma que: “A medida que el uso de la Web dificulta el almacenamiento de nuestra memoria biológica, nos vemos obligados a depender cada vez más de la memoria artificial de la Red, con gran capacidad y fácil de buscar, pero que nos vuelve más superficiales como pensadores.” Por lo tanto, si no recordamos el título de un libro, o un autor por poner un ejemplo, quizás sería conveniente algo tan sencillo y a la vez tan perdido como esperar- algo verdaderamente difícil para muchas personas- que nuestra memoria trabaje, darle su debido tiempo e incluso percibir el fenómeno de la punta de la lengua, para llegar por nuestros propios medios a esa información, y evidentemente sino conseguimos recordar acudir a consultarlo, pero no hacerlo de mano.  En definitiva, recuperar un hábito sano y muy humano y no caer en volvernos cada vez más máquinas.

lunes, 30 de abril de 2018



                    A jugar que hay que facturar



Acudir a una Cometcom ( convención juvenil de cultura y ocio alternativo) es sorprenderse por la gran cantidad de adolescentes, jóvenes y no tan jóvenes que acuden, así como comprobar en situ cómo se divierte, pues normalmente el encuentro dura tres días –de viernes a domingo-. Existe un gran espacio dedicado a la venta de camisetas y merchandising, así como otro espacio dedicado a jugar con consolas. Muchas personas acuden disfrazadas de sus personajes favoritos sean estos superhéroes o personajes de ficción. Cada año este evento va adquiriendo más popularidad y alcanzando un mayor auge, pero lo que me sorprendió y es digno de mención y reflexión es que algunos chicos estaban disfrazados pero se les veía perfectamente el rostro y trasportaban un amplio cartón del tamaño de su persona donde tenían escrito: “Abrazos gratis” y al lado un número donde anotaban los abrazos recibidos. Deambulaban por todos los lugares del evento, recibía un abrazo y a continuación lo anotaban. Entiendo que los abrazos se dan a personas conocidas como una muestra de afecto y se realizan de manera espontánea, natural, pero aquí era como un anuncio virtual andante que ofrecía este servicio, y además después del abrazo no se establecía una conversación, solo se anotaba en el cartón,  con lo cuál no parecía que se buscase el conocer a personas nuevas .
En esta sociedad de la trasparencia lo que importa es la apariencia. Como explica el filósofo coreano Byun-Chul Han: “Hoy el ser ya no tiene importancia alguna. Lo único que da valor al ser es el aparecer, el exhibirse. Ser ya no es importante si no eres capaz de exhibir lo que eres o lo que tienes. Ahí está el ejemplo de Facebook para capturar la atención, para que se te reconozca un valor tienes que exhibirte, colocarte en un escaparte”. Así que más que tener habilidades sociales para saber relacionarse, lo realmente importante es que todos vean la cantidad de abrazos, a modo de un escaparate andante.
En la última película de Steven Spielberg Ready Player One, cuenta como los humanos se refugian en los videojuegos donde pasan la mayor parte del tiempo, en concreto en una prueba para conseguir tres llaves, pero hay un momento en que el protagonista reflexiona en voz en off diciendo que los humanos hace ya mucho tiempo que dejaron de interesarse por la realidad y por los problemas del mundo y han decidido refugiarse en los videojuegos. Todos juegan, pero el mundo es un lugar deteriorado, atomizado y donde abunda la soledad. Todos desconfían de todos porque son eternos rivales y competidores.
Esta digresión sobre la excelente última película de Spielberg viene al caso porque no me resulta extraño que los datos sobre adicciones estén reflejando un aumento en las apuestas deportivas así como en adicción a los videojuegos, un mundo donde escapar y refugiarse de la realidad que resulta dura y a veces frustrante y donde sólo hay una vida, para caer en un mundo donde siempre es posible reiniciar o volver a apostar, y donde si ganas hay que mostrarlo y exhibirlo, pero donde poco a poco vas alejándote más y más de la realidad. Y no estoy siendo exagerado pues en Corea del Sur un centenar de hospitales tienen servicio de desintoxicación digital para personas que quedan atrapadas entre la realidad física y la virtual, no pueden despegarse de sus dispositivos electrónicos. Se ha llegado a casos patológicos como el de un matrimonio que tuvo un bebé a la que dejaban sola todas las noches , mientras se iban a las salas de Internet para sumergirse en juegos de roles: en uno llamado Prius “criaron” a una niña virtual a la que le dedicaban más cuidados que a la de carne y hueso. Una mañana regresaron a casa y la encontraron muerta por desnutrición. Aunque este es un caso extremo, ya viene siendo habitual que adultos que estudian carreras vayan posponiendo la finalización de los estudios por la cantidad de tiempo que le dedican a los videojuegos y además contribuyen a una cierta infantilización en su personalidad. Sin embargo, la industria del videojuego y las apuestas deportivas sigue expandiéndose y todos tan contentos.