viernes, 4 de noviembre de 2016



           De la lipofobia a la vigorexia pasando por Pokémon



A medida que la tecnología penetra más en nuestras actividades cotidianas, los hábitos de comida y de sueño -por poner sólo dos ejemplos- más se modifican. Ahora, a nadie le resulta extraño que dos personas que comen juntas estén consultando la pantalla de sus móviles en silencio, la conversación cada vez es menor y una excelente excusa para evitar hablar de verdaderos problemas, de lo importante, o simplemente escuchar de forma atenta al otro.
En muchos países anglosajones, los cursos más demandados por jóvenes venteañeros son los de aprender a conversar de forma real no virtual, algo  que puede resultar asombroso, pero que no lo es, puesto que crecieron hablando- chateando- entre sus iguales.
En las comidas, una de las conversaciones más recurrentes parece ser el hablar sobre lo que se come en términos de calorías, y es que pensar en términos de calorías es sintomático del miedo a engordar, y de ahí la fobia a la grasa en esta sociedad de superabundancia. Así pues, por un lado la atención y el disfrute de la comida está divido en atender al móvil- probablemente hablando de lo que se come y con quien- y por otro sintiéndome mal por lo que como, y quizá pensando en el esfuerzo en el gimnasio para “quemar” como ahora se dice la grasa. Cuando realmente está científicamente demostrado que un ligero sobrepeso es síntoma de buena salud, sin embargo, hace tiempo que los ideales  de perfección y delgadez cotizan a la alza como el no va más de la belleza. Como siempre confundiendo forma con fondo. Pero además del pavor a la grasa, está la necesidad, más acentuada en el hombre, de estar musculado como muestra de narcisismo. Aquí se une, o más bien se entrelaza la estética, la moda y la epidemia de narcisismo, pues la televisión nos hace parecer más gordos, aproximadamente entre 3 y 5 kilos y claro ahora la gente aparece en sus selfies, en sus redes sociales, en fin en las pantallas y esto acentúa aún más si cabe su preocupación por  parecer gordo. El cuerpo como lugar sobre el que trabajo continuamente, preocupándome y ocupándome de lo que como, las calorías, las proteínas que ingiero ( uno de de las franquicias más extendidas en las ciudades es la venta de proteínas por botes, principalmente para deportistas de gimnasios, el otro las teterías donde lo que más se vende parece ser son infusiones o productos adelgazantes )

 Las mujeres delgadas y los hombres musculados por supuesto, pero que sucede con los niños, pues por un lado hace unos meses se hablaba en los medios de comunicación que según varios estudios los niños, (no recuerdo que porcentaje pero era resaltable), presentaban problemas de obesidad, debido fundamentalmente a sus hábitos de ocio- móviles- pantallas etc… pero además, al poco tiempo, salió la noticia de que una profesora escocesa, con sólo obligar a los niños que acudían a su colegio en autobús a que se bajasen varias paradas antes para ir caminado al colegio esto repercutía –al cabo de un mes- en una bajada de peso considerable. Una supernany escocesa que simplemente introdujo el sentido común. Pero que ocurre con los niños que son inquietos, esos que no paran y que ni siquiera se enganchan al Pokemon, pues que se les diagnostica de hiperactivos y además se les da metilfenidato para tenerlos tranquilos y que no molesten, y además así el problema es del niño que no para, no de cómo lo educan los padres.
Este verano lanzaron al mercado el juego Pokémon, -que tanto dio que hablar- y según opinión del director de cine Oliver Stone él afirmó que era una nueva forma de control social y manipulación a la infancia. Algo de cierto debe de haber en esta afirmación cuando hace unas semanas que este director estrenó su última película Snowden, sobre el Big Data y como nos tienen más que vigilados y controlados.
Así pues, los adultos huyendo de la grasa como de la peste, y la población infantil la que no está dopada, se la persuade para que continuamente esté en juegos en línea, pero a la vez esto contribuye a que engorde, con lo cuál las contradicciones de esta sociedad de consumo son grandes y variadas y la perversión continúa creciendo, pues de esto se nutre. Mientras la omnipotencia del tecnicismo es el nuevo opio del pueblo,  el hombre medio tendrá que habituarse a convivir con el jabalí en la ciudad; probablemente no tardando mucho se le obligará al jabalí a que este adelgace y se depile. Por de pronto, en estas navidades no olvide sentar a un jabalí en su mesa y prométale para Reyes un Iphone, mientras bájese un programa que le dice las calorías que tiene un trocito de turrón y aproveche para cambiarse de gimnasio que el otro mola más y tiene wifi.