sábado, 5 de diciembre de 2020

                  Navegar a la deriva o caminar

Voy paseando por el parque de San Francisco cuando veo como una madre (supongo por edad, aunque puede ser su tía) hace fotos con un móvil a una adolescente que posa de varias maneras delante de un árbol; mi sorpresa es el empeño que ponen ambas, ¿estarán haciendo un book?, me digo, pero cuando me siento en un banco y pasa un buen rato, veo a lo lejos que allí continúan ambas en lo que más bien parece un trabajo donde la chica pone el pelo hacia delante , recogido etc…no pueden ser tantos selfies, quién sabe.

El poder que las influencer y youtubers tiene sobre las adolescentes es tan grande, que muchas veces las propias madres se sorprenden al averiguar el tiempo y dedicación que sus hijas emplean en seguir a quién marca la moda y las tendencias, y así quién se va formando y conformando con esta influencia es habitual que se encuentre permanentemente insatisfecha con su cuerpo, con un mayor número de complejos y además que quiera adelgazar. Si la adolescencia ya es un periodo difícil, aún lo está siendo más últimamente, cuando la inmediatez de los vídeos subidos por alguien contribuye a que las jóvenes quieran emular al influencer de turno, o incluso competir con ella y así usurparle seguidoras. Se sabe que la imagen tanto en el ordenador como en la televisión engorda, sin embargo, las horas y horas que se pasan los/as adolescentes en Instagram y demás redes sociales están haciendo que se incremente los problemas con la imagen corporal y los trastornos de la alimentación, puesto que se intercambian dietas para perder peso, así como trucos para no comer. Mientras con la que está cayendo, hay gente que apenas llega a fin de mes y otras/os están descontentos con su imagen corporal y no salen de su narcisismo. La tecnología ha conseguido crean un mundo nuevo donde parece que por efecto de magia todo es posible, pero más bien improbable, ya que la realidad muestra el grado de insatisfacción que ahora mismo tienen las/os adolescentes con su cuerpo que son quienes más tiempo pasan con su móvil. Entre los efectos nocivos de las redes está la comparación continua, la necesidad de estar permanentemente conectado, el suscitar envidias entre otros, se puede decir también a su favor que está la necesidad

de pertenecer al grupo, el compartir y conocer gente, sin embargo, considero que crean más malestares que beneficios.

Continuó el paseo por el parque, y veo como ahora los chavales colocan los bancos unos en paralelo a otros para así sentarse a hablar poniendo los pies en alto en el banco que tienen en frente, vamos como si estuvieran en el salón de su casa, con la gran diferencia que allí no tiran las bolsas de lo que comen en el suelo. Un comportamiento que ellos consideran normal y por lo tanto no es criticable.

Un parque abandonado donde hace años que un quiosko está cerrado y pintarrajeado, un antiguo bar cerca del estanque de los patos está cayéndose y un bombé que hace años está abandonado e incluso las chapas metálicas que lo rodean oxidado, sin embargo, es el parque emblemático de Oviedo, ¿cómo puede ser? Quizás lo que está sucediendo es que hoy vivimos simultáneamente en dos mundos paralelos y diferentes. Uno creado por la tecnología online, nos permite transcurrir horas frente a una pantalla. La otra mitad del día consciente la pasamos en el mundo que, en oposición al mundo online, llaman offline. Parece ser que el promedio de tiempo delante de la pantalla es de unas 7 horas y media. Y así el peligro que subyace es la propensión de la mayor parte de los internautas a hacer del mundo online una zona ausente de conflictos. El sociólogo Zygmunt Bauman considera que en mundo de internet hay una solución mágica a nuestros problemas, uno oprime el botón borrar y las sensaciones desagradables desaparecen. El comenta que estamos en tiempos de liquidez ayudado por el desarrollo de la tecnología. Al fin y al cabo, para muchos el parque no es un lugar para contemplar árboles y disfrutar del entorno, sino una prolongación de mi móvil, para cazar pokemons, o navegar sentado en un banco, así las personas cada vez están más fuera del contexto físico y más mediatizadas y absorbidas por los dispositivos electrónicos, con una atención más dispersa, un deterioro en la capacidad de escuchar y de la facultad de comprender que llevan al empobrecimiento de la capacidad de dialogar. Por que no hay que olvidar, que dialogar significa exponer las propias ideas aún asumiendo el riesgo de que en el trascurso de la conversación se compruebe que uno estaba equivocado, y que el otro

tenía razón. En cambio la facilitación tecnológica de conexión continua implica como efecto colateral el miedo a la conversación en tiempo real, cara a cara, y más aún sobre asuntos difíciles, esto lo sostiene la antropóloga Sherry Turkle en su libro En defensa de la conversación.

Se sabe que fisiológicamente el cuerpo humano se siente más en sintonía rodeado de árboles que aferrado a un teléfono móvil. Aunque nuestra conciencia cada vez está más moldeada por la tecnología y la conectividad permanente, fisiológicamente nos adaptamos mejor al medio natural. Por ejemplo, el físico estadounidense Richard Taylor ha constatado que el patrón de movimiento de la retina cuando analiza una escena de tipo fractal. Los fractales - objetos geométricos aparentemente irregulares que se forman a partir de la repetición de una estructura simple a diferentes escalas- están presentes en muchos elementos de la naturaleza, como en los copos de nieve o en los helechos ( como muy bien señala en un artículo la escritora Marta Rebón). Por eso, al observar las ramas de un árbol o las olas del mar se produce un efecto calmante. La predisposición de nuestro cerebro a sentirse en sintonía en ese entorno obedece a la huella evolutiva.

Ahora que se pretende construir un restaurante con una estrella michelín en el parque San Francisco, propongo también que se modifiquen los bancos y les pongan a la mitad de ellos ruedas para que así los chicos no realicen esfuerzos para colocarlos frente a donde se sientan y así poner los pies en alto mientras están con sus móviles, también estaría bien el que se sustituyeran las pocas y deterioradas placas que identifican los árboles por unas pequeñas señales que indicases dónde hay más pokemons, y dónde es mejor hacerse los selfie.

Sin embargo, para quienes valoramos el parque para simplemente caminar, aunque esté así de abandonado, es conveniente traer a colación lo que dice el escritor César Antonio Molina en sus memorias de ficción tituladas Todo se arregla caminando: “Caminar es nuestra manera fundamental de estar en el mundo, sumergirnos en nuestra movilidad ancestral en sintonía con los olores, colores, músicas y cambios atmosféricos. Acción y perfección íntimamente conectados.

Caminar es un proceso continuo de autorrenovación, de ganar tiempo al tiempo, de convertirnos nosotros mismos en espacio.”