lunes, 1 de septiembre de 2014

                De la Tierra y sus aromas


Existen personas que afirman percibir el cambio de las estaciones más por el sentido del olfato que por el acortamiento de las horas de luz, y así llegan a decir que huele a otoño o cosas por el estilo. Y es que esa finura en el olfato demuestra una gran  sincronía con la naturaleza.
La ensayista Diane Ackerman dice: “nuestro sentido del olfato puede tener una precisión extravagante, pero es casi imposible describir cómo huele algo a alguien que no lo ha olido. El olor es el sentido mudo, el que no tiene palabras.” Esto me resultó sumamente curioso, tal es así que llegamos a decir huele como a tal cosa, más por semejanza que por acertar. Además, olemos cada vez que respiramos, y es el sentido que en  nuestro pasado evolutivo estuvo más apegado a la tierra y además permitió desde evitar el comer alimentos en mal estado, hasta oler a nuestros depredadores etc…
Nuestra memoria y los lazos fisiológicos con el olfato son bastante importantes como en la literatura se encargó de reflejar  con gran maestría M.Proust; ante el olor-sabor de la magdalena en el té se desencadenaban amplios recuerdos de la infancia.
Esto lo saben muy bien los creadores de perfumes y los enólogos, creando esos sutiles aromas en el vino, pero sin irse por las ramas de ningún viñedo, lo que aquí pretendo es mostrar la gran particularidad del mismo, pues mientras que si se dañan las neuronas de los ojos o del oído estos dejan de funcionar, no sucede con las de la nariz, que se reemplazan más o menos cada treinta días y, a diferencia de otras neuronas del cuerpo , se asoman al exterior y aspiran el aire como un arrecife de anémonas.
Una de entre las muchas particularidades que posee el olfato es que en la ingravidez, en el espacio, los astronautas pierdan el gusto y el olfato, como ocurre a muchas personas que se encuentra en una grave depresión, es fácil que comenten que la comida no les sabe a nada, además de apenas sentir hambre, más bien parafraseando al creador de la bioenergética Alexander Lowen la persona está desenraizada.

El cineasta Lars von Thier lo plasmó con gran exactitud en la película Melancolía. La protagonista principal se encuentra aquejada de una grave depresión, y para animarla, su hermana le prepara un plato que le gusta especialmente a Justine, sin embargo, no puede comerlo puesto que le sabe a ceniza.

En la actualidad parece que no hacemos un gran uso del olfato, más bien parece que han sido los químicos los que se han encargado de insistir en el mismo, sin embargo opino que no estaría de más el usarlo en el amplio sentido del término, tanto para percibir nuevos aromas, como cuando alguien te indica lo bien que huele un vino, como para sobrevivir en el mundo de las relaciones personales.