domingo, 26 de mayo de 2013


Una curiosidad insaciable y muy humana



A la memoria de Enrique Vera de la Puente


Para llegar a entender el apasionamiento con el que escribe el neurólogo Oliver Sacks (Londres 1.933), es necesario acudir a las raíces y qué mejor camino para ello que su autobiografía El tío Tungsteno . Recuerdos de un químico precoz . (Anagrama, 2.003). Aunque ésta sólo abarca hasta los 16 años, es más que tiempo suficiente para llegar a comprender cómo se forja en un niño la curiosidad científica.
Su autobiografía da comienzo con la atracción que sobre él ejercieron los metales, verdaderos estímulos discriminativos, cuando sólo contaba con cinco años: “muchos de mis recuerdos infantiles son de metales, desde el principio parecieron ejercer un poder sobre mi...¡ Bronce!. La sola palabra era para mí como una trompeta, pues una batalla iba asociada con el valeroso entrechocar de bronce con bronce, lanzas de bronce contra escudos de bronce, el gran escudo de Aquiles ”.
La pasión, conocimiento y en cierta medida erudición, además de anécdotas e historia familiar que impregna el espíritu del libro, provoca en el lector que avance a lo largo de sus páginas con amenidad y curiosidad al abordar los descubrimientos y avances en el campo de la química; aunque más bien en un principio podrían parecer a cualquier lego algo más bien arduo o árido.
Es a destacar que procediendo de una familia de médicos judíos situados en el Londres de comienzos de la II guerra mundial el pequeño O. Sacks diera sus primeros pasos de acercamiento a la ciencia mostrando un interés especial por los territorios donde se une lo científico y lo romántico, con el paradigmático ejemplo del químico-poeta Humpry Davy del siglo XVIII, pues fue amigo personal de Coleridge, y así mismo Davy consideraba a la ciencia y a la poesía actividades igualmente complementarias y creativas para la exploración de la naturaleza. Este fue descubridor entre otras cosas del óxido nitroso, sustancia con la que más tarde experimentaría el psicólogo y filósofo William James y que describe en “Las variedades de la experiencia religiosa” como la primer experiencia registrada con un alucinógeno.
En El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (Anagrama reedición de 2.005) continúa mostrando el mismo interés, así dice: “ el contraste en rigor entre el médico y el naturalista corresponde a una duplicidad indeleble en mi ( no en vano ha publicado “ Diario en Oaxaca”, National Geografic Society 2.002 donde narra sus experiencias como botánico en México), me siento a la vez médico y naturalista; y me interesa en el mismo grado las enfermedades y las personas, me arrastra por igual lo científico y lo romántico, veo constantemente ambos aspectos de la condición humana, y también en esa condición humana quintaesencial de la enfermedad... los animales contraen enfermedades pero sólo el hombre cae radicalmente enfermo ”.
En sus relatos clínicos incide en la relación entre los procesos fisiológicos y la propia biografía del paciente. Sitúa al ser humano que lucha y se aflige en el centro; su historial clínico es una narración o cuento donde se comprende la relación del paciente con la enfermedad. Son relatos muy ricos en contenido humano (y de ahí gran parte del interés que despierta) en una tradición que se remonta al siglo XIX y más en concreto al neuropsicólogo ruso Luria, pero además lo realmente curioso reside en la forma en la que expone los casos clínicos, con un tono asequible y un acercamiento donde combina a la vez la sabiduría humanista con la sensibilidad clínica.
Del mismo modo que quedamos horrorizados ante los daños que provoca el desarrollo de una enfermedad del sistema nervioso, un trastorno también se puede ver como algo creativo por parte del enfermo que adopta formas de comportamiento distintas a las usuales y que pueden llegar a parecer extravagantes por los mecanismos de adaptación ante la enfermedad.
En la obra “ Un antropólogo en Marte ” (Anagrama 1.997) cita al psicólogo Vygotsky, quien estudió a niños sordos y ciegos y que más que hablar de sus carencias decía: “ si un niño sordo o ciego alcanza el mismo nivel de desarrollo que un niño normal, el que el niño discapacitado lo alcance de otro modo, por otro camino, y de ahí que sea importante conocer la singularidad de ese sendero por el que debe de conducir el niño, transforma lo negativo del defecto en lo positivo de la compensación ”. Todos los relatos son de supervivientes en circunstancias alteradas y que a pesar de todo le tienden una mano a la vida.
En su obra que hoy ya es un clásico Despertares (reeditada en Anagrama 2.005) , de la que Harold Pinter (premio Nóbel de literatura del presente año) realizó una adaptación teatral titulada “ Una especie en Alaska ” en 1.982, y más tarde se llevó a la gran pantalla con la películaDespertares protagonizada por Robin Willimas y Robert de Niro, se aborda el tema de los pacientes supervivientes de la gran epidemia de la enfermedad del sueño o encefalitis letárgica ocurrida hacia 1917-1918 y las reacciones provocadas en los mismos por la aplicación de un nuevo fármaco el L-dopa que, nunca mejor dicho, los despierta (título que tomó de una obra del dramaturgo Ibsen “ Cuando los muertos nos despertamos ”); aunque más tarde vuelvan a su estado anterior. Nuevamente aquí no sólo explica la evolución que tuvieron estos casos tan sumamente extraños, sino que hace hincapié en prestar atención a la totalidad de las necesidades y sentimientos del paciente, siendo insuficiente el considerar la enfermedad como puramente mecánica o química, y teniendo siempre en cuenta la totalidad del ser humano. Consigue construir una visión del ser humano dotado de un brillo donde cada enfermo saca lo mejor de sí mismo, para así restaurar en un difícil equilibrio su salud o cuanto menos, no sufrir tanto y a la vez aprender a convivir con la enfermedad, haciendo de sus vidas verdaderas obras de arte. Es ésta una visión que abarca el punto de vista médico, humano, teórico y emotivo de las inagotables historias de estos Despertares .
En estos Despertares parece ser que la música empleada como musicoterapia también contribuyó a la mejora de los pacientes; así se dice que la misma fue, tras la farmacológica, la mejor medicación para los enfermos, como cuando se ha medido la respuestas electroencefalográficas (EEG) y se ha visto que varían en casos de Parkinson, entonces dice:“Este hombre es un buen pianista y organista, que al momento de empezar a tocar su lado izquierdo pierde su akinesia, su lado derecho pierde sus tics y su corea, encontrándose los dos lados en una unión perfecta. Simultáneamente el EEG patológicamente asimétrico , desaparece dejando ver sólo simetría y normalidad. En un minuto que para de tocar, o que su música interna se detiene, su estado clínico y su EEG abruptamente se descomponen ”. Creo que queda todo dicho con semejante descripción acerca del poder de determinada música en ciertos problemas.
Cabe señalar algún breve apunte que a la vez que autobiográfico engarza con el espíritu de investigador y de hombre auténtico, y es que no hay que olvidar que el padre de O. Sacks era un médico judío a la antigua usanza del médico de familia que conocía los problemas físicos y de otro cariz que acuciaban a las familias que visitaba a domicilio, así pues relata en su autobiografía: “ cuando mi padre a la edad de 90 años comenzó a pensar con cierta reticencia en el retiro, le dijimos, al menos deja de visitar a domicilio. Pero el respondió, seguiré visitando a domicilio y dejaré todo lo demás ”, como así mismo realizó O. Sacks y que se refleja en su obra “Un antropólogo en Marte” a la hora de quitarse la bata e ir a los domicilios de las personas que investigó en su propio entorno.
Aún hoy su pasión de la infancia y la adolescencia por la química sobrevive, pues señala que “ actualmente en las frías y tristes tarde del sábado me arrellano con un grueso volumen de Torpe, el diccionario de química aplicada, uno de los libros favoritos del Tío Tungsteno, lo abro por cualquier parte y leo al azar ”.
Considero que en él sigue viviendo el niño que tuvo por héroe de su niñez al químico –poeta Humphry Davy (qué decir en comparación con los actuales héroes que los jóvenes y adultos tanto elogian y televisan) y que desde entonces continúa haciéndose preguntas (porque realmente eso es lo verdaderamente importante) y que nos las desvela de forma maravillosa y magistral en sus libros.

viernes, 17 de mayo de 2013


                                Del pensar y sus nudos  


Si un ama de casa se para a pensar una y otra vez que comida va a hacer hoy, lo más probable es que se le pase la mañana y que llegada la hora de la comida tendrá que acudir a llamar a algún servicio de comida  preparada, o que la familia baje a comer al bar. Ha quedado atrapada en la hiperreflexión, en una maraña de pensamientos que le ha impedido tomar una decisión y  continuar con la rutina diaria.
Cuando pensamos de más el sistema nervioso se sobrecargar y nos impide el fluir de la actividad diaria atrofiándonos y perdiendo espontaneidad. Así, en un extremo del continuo estaría la impulsividad propia de los niños y saludable para el juego las bromas y aquello que requiere  actos reflejos y en el extremos opuesto estaría la hiperreflexión que es aquella actividad cognitiva ( del pensamiento ) que está presente  en casi todos los trastornos psicológicos, también en la literatura científica se le llama rumiar ( precisamente por volver a pensar una y otra vez sobre los mismo ) y en el medio aproximadamente estaría el reflexionarpensar- como cuando tenemos que sopesar algo de cierta importancia y llegado el momento tomar una decisión y actuar en consecuencia. Así pues la impulsividad y la reflexión son adaptativas, una nos prepara para la interacción en los primeros años de nuestro desarrollo evolutivo, puesto que nos permite interaccionar –jugar-  y conocer cuales son nuestro límites y la reflexión nos permite desarrollar la conciencia, crear, tomar decisiones, aprender de los errores, cultivar nuestro mundo interior, imaginar etc… es una de nuestras herramientas más eficaces y que ha permitido al hombre llegar hasta nuestros días. La hiperreflexión sería la vertiente patológica o excesiva del pensar y que impide desde el disfrute hasta el entorpecimiento del día a día en el funcionamiento de la persona. Así que existe una hiperreflexión “espontánea” del bienestar que impide el verdadero bienestar, así el estar continuamente preocupados ( y ocupado de uno mismo ) por saber si les va bien, hace que les vaya mal las veinticuatro horas del día. Esta actitud deteriora la sencilla despreocupación de vivir y reduce el mundo exterior a un reflejo del estado de ánimo de la persona, es lo que la psicóloga Elisabeth Lucas llama “actitudes vitales fundamentalmente alteradas”. Incluso se sabe que esta actitud exacerba las enfermedades psicosomáticas por provocar una tensión permanente que contribuye a despertar enfermedades latentes. Por lo tanto cuando la persona cae en los estados de hiperreflexión, es necesario el saber orientarlo hacia la actividad que le implique el salir de sí mismo y centrarse en el aquí y el ahora, y no que esté “ pegado” literalmente a su mundo interno, de ahí que la técnica de activación conductual es la más eficaz para abordar estos estados. 
Así pues, el saber hacer del pensamiento algo que fluya, si se me permite decirlo, como el propio “ río de la vida” y no que nuestro mundo “interno” sea un pantano donde quedar subsumido, es una buena opción o una actitud vital saludable de cara a no quedar enfangado y no llegar más que a callejones sin salida.

miércoles, 8 de mayo de 2013


Contra la felicidad. En defensa de la melancolía. Eric G. Wilson.   Editorial Taurus.2.008.
                                
                  Desvelando las esencias del ser humano

En la actualidad los libros de psicología positiva inundan el mercado editorial con múltiples y variadas tesis sobre cómo conseguir ser feliz. Sin embargo, frente a esa tendencia de libros de autoayuda de dudoso contenido científico, a veces emergen auténticos libros como este de Eric G. Wilson que pretende desvelar esa tendencia en la sociedad actual de conseguir la felicidad a toda costa. Previamente a este ensayo el autor ha publicado otros cinco en los que analiza la relación entre literatura y psicología.
En la introducción Wilson se pregunta: “¿a qué viene ese anhelo de expurgar la tristeza de nuestras vidas, especialmente en Estados Unidos, la tierra de los sueños esplendorosos y del éxito arrollador?”  Y a su vez afirma: “temo que el excesivo hincapié que la cultura estadounidense hace en la felicidad a costa de la tristeza sea peligroso, un olvido disparatado de una parte esencial de la vida plena”.
En cambio defiende la dicha (término que prefiere) que emerge después del sufrimiento prolongado, o la serenidad ganada a pulso que surge de una larga meditación sobre las desdichas del mundo. Pero además, deja claro que no pretende investir de romanticismo la depresión clínica, si no más bien que si el ser humano experimenta la melancolía, ésta es parte constitutiva de su esencia y no hay por qué renunciar a ella o medicalizarla.
El primer capítulo, que lleva por título El sueño americano, explica cómo se fue gestando ese sentido optimista y esperanzador americano, tomando como ejemplos el barco Mayflower que en el invierno de 1.620 y llevando como capitán a William Bradford tocó tierra en Cape Cop y lo que después aconteció; y como segundo ejemplo de hombre prudente cita a Benjamín Franklin con su obra El camino de la riqueza de 1.758.
A lo largo de los siguientes capítulos con títulos sugerentes como: el hombre de la pena, melancolía generativa y terrible belleza se desarrolla la tesis central del autor que consiste en desvelar y defender que la melancolía, siendo parte constitutiva del ser humano, es necesaria para que una cultura sea próspera. Es más, tomando ejemplos a lo largo de la historia de la literatura, la música o la pintura vemos que el lado sombrío de la vida se convierte en generador de una fuerza vital necesaria para poder crear.
         A medida que avanzamos en la lectura, vamos comprendiendo que el sufrimiento que experimentaron determinados artistas ha ido configurando sus obras y a la vez éstas han ganado tanto en belleza como en profundidad. De los diferentes artistas que aborda, señalando los variados sufrimientos que atraviesan, destaca el ejemplo de Beethoven quien pese a su melancolía, sus dolencias gástricas y su pérdida de audición - que paradoja más terrible para un músico- llega a afirmar en un momento de su vida que superaría sus diversas limitaciones con la creación de obras inmortales. Le parece imposible dejar el mundo hasta haber expresado todo lo que lleva dentro, y jura soportar su “desdichada” condición para que su talento cristalice. Descubre un estilo que será capaz de expresar las emociones profundas  y es ahí donde surgen obras inmortales como: la Quinta sinfonía, una de las más famosas, la sonata La Tempestad, la Heroica o Tercera sinfonía o el concierto para piano nº 5 Emperador, entre otras muchas.
         Las notas bibliográficas aparecen comentadas y son de agradecer para quienes tienen interés en el tema o pretenden profundizar en el mismo.

        
En definitiva, un libro con un planteamiento riguroso y cultural sobre la melancolía  que es ameno en su lectura y no requiere de conocimientos previos; pero que además realiza un aporte importante al exponer el falso mensaje de la felicidad fácil e indagar en lo que aporta el sentimiento de la melancolía a la cultura y a la vida en general.