Navegar a la deriva o caminar
Voy
paseando por el parque de San Francisco cuando veo como una madre (supongo por
edad, aunque puede ser su tía) hace fotos con un móvil a una adolescente que
posa de varias maneras delante de un árbol; mi sorpresa es el empeño que ponen
ambas, ¿estarán haciendo un book?, me digo, pero cuando me siento en un banco y
pasa un buen rato, veo a lo lejos que allí continúan ambas en lo que más bien
parece un trabajo donde la chica pone el pelo hacia delante , recogido etc…no
pueden ser tantos selfies, quién sabe.
El
poder que las influencer y youtubers tiene sobre las adolescentes es tan
grande, que muchas veces las propias madres se sorprenden al averiguar el
tiempo y dedicación que sus hijas emplean en seguir a quién marca la moda y las
tendencias, y así quién se va formando y conformando con esta influencia es
habitual que se encuentre permanentemente insatisfecha con su cuerpo, con un
mayor número de complejos y además que quiera adelgazar. Si la adolescencia ya
es un periodo difícil, aún lo está siendo más últimamente, cuando la inmediatez
de los vídeos subidos por alguien contribuye a que las jóvenes quieran emular
al influencer de turno, o incluso competir con ella y así usurparle seguidoras.
Se sabe que la imagen tanto en el ordenador como en la televisión engorda, sin
embargo, las horas y horas que se pasan los/as adolescentes en Instagram y
demás redes sociales están haciendo que se incremente los problemas con la
imagen corporal y los trastornos de la alimentación, puesto que se intercambian
dietas para perder peso, así como trucos para no comer. Mientras con la que
está cayendo, hay gente que apenas llega a fin de mes y otras/os están
descontentos con su imagen corporal y no salen de su narcisismo. La tecnología
ha conseguido crean un mundo nuevo donde parece que por efecto de magia todo es
posible, pero más bien improbable, ya que la realidad muestra el grado de
insatisfacción que ahora mismo tienen las/os adolescentes con su cuerpo que son
quienes más tiempo pasan con su móvil. Entre los efectos nocivos de las redes
está la comparación continua, la necesidad de estar permanentemente conectado,
el suscitar envidias entre otros, se puede decir también a su favor que está la
necesidad
de
pertenecer al grupo, el compartir y conocer gente, sin embargo, considero que
crean más malestares que beneficios.
Continuó
el paseo por el parque, y veo como ahora los chavales colocan los bancos unos
en paralelo a otros para así sentarse a hablar poniendo los pies en alto en el
banco que tienen en frente, vamos como si estuvieran en el salón de su casa,
con la gran diferencia que allí no tiran las bolsas de lo que comen en el
suelo. Un comportamiento que ellos consideran normal y por lo tanto no es
criticable.
Un
parque abandonado donde hace años que un quiosko está cerrado y pintarrajeado,
un antiguo bar cerca del estanque de los patos está cayéndose y un bombé que
hace años está abandonado e incluso las chapas metálicas que lo rodean oxidado,
sin embargo, es el parque emblemático de Oviedo, ¿cómo puede ser? Quizás lo que
está sucediendo es que hoy vivimos simultáneamente en dos mundos paralelos y
diferentes. Uno creado por la tecnología online, nos permite transcurrir horas
frente a una pantalla. La otra mitad del día consciente la pasamos en el mundo
que, en oposición al mundo online, llaman offline. Parece ser que el promedio
de tiempo delante de la pantalla es de unas 7 horas y media. Y así el peligro
que subyace es la propensión de la mayor parte de los internautas a hacer del
mundo online una zona ausente de conflictos. El sociólogo Zygmunt Bauman
considera que en mundo de internet hay una solución mágica a nuestros
problemas, uno oprime el botón borrar y las sensaciones desagradables
desaparecen. El comenta que estamos en tiempos de liquidez ayudado por el
desarrollo de la tecnología. Al fin y al cabo, para muchos el parque no es un
lugar para contemplar árboles y disfrutar del entorno, sino una prolongación de
mi móvil, para cazar pokemons, o navegar sentado en un banco, así las personas
cada vez están más fuera del contexto físico y más mediatizadas y absorbidas
por los dispositivos electrónicos, con una atención más dispersa, un deterioro
en la capacidad de escuchar y de la facultad de comprender que llevan al empobrecimiento
de la capacidad de dialogar. Por que no hay que olvidar, que dialogar significa
exponer las propias ideas aún asumiendo el riesgo de que en el trascurso de la
conversación se compruebe que uno estaba equivocado, y que el otro
tenía
razón. En cambio la facilitación tecnológica de conexión continua implica como
efecto colateral el miedo a la conversación en tiempo real, cara a cara, y más
aún sobre asuntos difíciles, esto lo sostiene la antropóloga Sherry Turkle en
su libro En defensa de la conversación.
Se
sabe que fisiológicamente el cuerpo humano se siente más en sintonía rodeado de
árboles que aferrado a un teléfono móvil. Aunque nuestra conciencia cada vez
está más moldeada por la tecnología y la conectividad permanente,
fisiológicamente nos adaptamos mejor al medio natural. Por ejemplo, el físico
estadounidense Richard Taylor ha constatado que el patrón de movimiento de la
retina cuando analiza una escena de tipo fractal. Los fractales - objetos
geométricos aparentemente irregulares que se forman a partir de la repetición
de una estructura simple a diferentes escalas- están presentes en muchos
elementos de la naturaleza, como en los copos de nieve o en los helechos ( como
muy bien señala en un artículo la escritora Marta Rebón). Por eso, al observar
las ramas de un árbol o las olas del mar se produce un efecto calmante. La
predisposición de nuestro cerebro a sentirse en sintonía en ese entorno obedece
a la huella evolutiva.
Ahora
que se pretende construir un restaurante con una estrella michelín en el parque
San Francisco, propongo también que se modifiquen los bancos y les pongan a la
mitad de ellos ruedas para que así los chicos no realicen esfuerzos para
colocarlos frente a donde se sientan y así poner los pies en alto mientras
están con sus móviles, también estaría bien el que se sustituyeran las pocas y
deterioradas placas que identifican los árboles por unas pequeñas señales que
indicases dónde hay más pokemons, y dónde es mejor hacerse los selfie.
Sin
embargo, para quienes valoramos el parque para simplemente caminar, aunque esté
así de abandonado, es conveniente traer a colación lo que dice el escritor
César Antonio Molina en sus memorias de ficción tituladas Todo se arregla
caminando: “Caminar es nuestra manera fundamental de estar en el mundo,
sumergirnos en nuestra movilidad ancestral en sintonía con los olores, colores,
músicas y cambios atmosféricos. Acción y perfección íntimamente conectados.
Caminar
es un proceso continuo de autorrenovación, de ganar tiempo al tiempo, de
convertirnos nosotros mismos en espacio.”