viernes, 24 de septiembre de 2010

Los sumideros del deseo

Cada vez son más frecuentes la similitudes que presentan ciertas ciudades españolas en cuanto al mobiliario urbano: farolas, bancos, papeleras, macetas e incluso mupis ( donde se expone la publicidad o los planos de la ciudad ), este hecho apunta obviamente hacia una uniformización del diseño de ciudades, pero no sólo las semejanzas quedan aquí, sino que cada vez existen más comercios o tiendas, sean zapaterías, perfumerías, etc... que presentan unas particularidades dignas de comentar y analizar. Cualquier persona que tenga cierta capacidad de observación constatará como estas tiendas que habitualamente son franquicias, en su diseño se caracterizan por disponer de todo su frontal abierto a la calle; no hay puerta que franquear (que lejos quedan ya esas puertas automáticas y trasparentes que tanto nos sorpendieron cuando se instalaron y que hoy ya no son niguna novedad ).
Es a destacar entre varias de sus peculiaridades el que exponen sus anuncios y ofertas en la misma calle; con lo cuál los tentáculos de la franquicia se extienden aún más, una singularidad más está en que puede ser vista en toda su profundidad por cualquier persona que pase o esté de paseo observando tanto a aquellos que están dentro comprando o simplemente mirando, y por último cabe indicar el que están al ras de la propia acera, apenas hay bordillo, para que el acceso no requiera ni el más mínimo esfuerzo.
Con todas estas variables se puede entender mucho mejor el que hoy en día ciframos nuestra felicidad en tener lo que tienen los demás. Y observamos en la misma calle, sin ni siquiera un cristal que nos separe, como el otro compra o adquiere aquello que probablemente yo también desee adquirir. Es aquí donde se cumple a la perfección la teoría del deseo triangular de la que habla René Girard en su obra Mentira romántica y verdad novelesca. Así pues yo no deseo propiamente un objeto, sino que deseo ser como aquel que tiene ese objeto. El triangulo del deseo está formado por tres elementos: yo, los otros y los objetos del deseo. Esto significa que una marca determinada de automóvil es deseada de manera oblícua, pues se la desea por que se desea ser como las personas que tienen ese automóvil. Con más exactitud habría que decir que lo que se desea es lo que desean los demás. De tal manera que lo que hace que algo sea deseable es que sea deseado por muchos. Y este deseo mimético se manifiesta de manera eminente en la propia publicidad: " la publicidad más hábil - dice Girard- no intenta convencernos de que un producto es excelente, sino de que es deseado por Otros". Y es que esta estructura triangular del deseo " empapa los menores detalles de la existencia cotidiana".
Creo que queda suficientemente claro el porque cada vez existen más grandes superficies comerciales donde tiene cabida desde las boleras para los chicos -una americanización más ya totalmente incorporda o más bien asimilada -, los cines, y las tiendas de todo tipo.
Digamos para finalizar que todo apunta a que la propia calle se ha ido convirtiendo en un lugar donde cada vez más predomina el mero consumidor - que ya dispone de todo un entramado de oficina del consumidor para protestar debidamente- y además consumidor proviene del vocablo latino sumere, sumir, tragar, aniquilar, devorar y de ahí sumiso, sumidero. El consumidor sería un sumidero, cual tonel que estuviera agujereado, de manera que fuera necesario rellenar continuamente, como ocurre a quienes llevan un genero de vida disoluto según señala Platón en ( Gorgias).
Así pues, si el diseño de las ciudades es bastante uniforme como señalé al principio, también lo son los hábitos de consumo. Se pretende, y parece que se está logrando el formatear a las personas por igual y con el fin de tener una mayor mecanismo de control sobre los mismos.
Quizá esta sociedad de consumo sólo promueve que las personas consuman su vida en consumir y no en ser parte activa y protagonistas principales de su propia vida para poder cambiarla y que la misma fuera por otros derroteros. Pero esto darás más bien par una nueva y futura entrada del blog.

4 comentarios:

  1. Así es, Eduardo, no solo las ciudades se convierten en centros comerciales sino que también los centros comerciales intentan asemejarse a las ciudades, es decir, todo lo publico trata de adoptar la forma del mercado, la religión universal a la que nos henos convertido.
    Es evidente que los objetos no son el objeto del consumo: lo que se vende no es un objeto sino una marca, es decir, un símbolo, un uniforme. Y no solo deseamos un producto determinado porque es deseado por otros, sino sobre todo porque con ese producto también nosotros seremos deseados.
    Resueltas para una buena parte de la población las necesidades de la supervivencia, la sociedad de consumo ha venido a proveernos de los objetivos necesarios para orientar nuestras vidas: alcanzar los productos que nos proporcionarán el necesarios reconocimiento social y también personal. Y el sistema funciona porque se retroalimenta, sin necesidad de una mano que lo dirija.
    Me parece muy acertada la imagen del consumidor como sumidero: para que el sistema funcione, tan importante como adquirir es desechar y estar dispuesto a desechar como la misma facilidad que adquirimos para poder seguir adquiriendo.
    Lo duradero parece cosa del pasado y en el pasado todo es ruina. Pero aún así, deberíamos cultivar la ilusión de lo duradero.

    Espero tu próxima entrada, que también promete.

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  2. Estimado Eduardo,

    Hace tiempo que nos invade una suerte o desgracia de globalización, de homogeneización, uniformización, tal y como nos pre-dijera, ya en los años 60, Herbert Marcuse en El Hombre unidimensional, y tantos otros, léase al también genial Orwell, Huxley, etc. Todos aborregados ante las redes perversas del consumismo capitalista, que nos hace desear cuanto se le ponga por bandera. En realidad, nosotros sólo deseamos aquello que previamente otros han deseado por nosotros. Léase también al certero Eco en Apocalípticos e integrados. Qué terrible. Sometidos a un control férreo. Ciudades uniformes, hábitos de cosnumo uniformes. Todos prestos para el desfile universal hacia la mierda más absoluta, mientras algunos listillos, manejantes del cotarro sistemil y tiburones de mil pares, se ríen de nosotros. Cada vez más parecidos a los gringolandios, que nos marcan las pautas a seguir. Si es que el dinero lo marca y lo impone todo.
    Gracias, Eduardo, por tus palabras reflexivas.

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  4. En su día, trabajando desde "el lado oscuro", no explicaban, "pobres diablos", que primero hay que crear la necesidad, luego la sensación de que no se puede vivir sin el objeto de deseo y luego crear un medio de pago que de la sensación que el dinero como es de plástico, es menos dinero y que al mismo tiempo estaremos dando la sensación de que son mas pudientes de lo que somos, y obtener un supuesto reconocimiento social, con lo bien que se pasa siendo una persona anónima, inadvertida.

    Pero los del lado oscuro no contaban conque ésta pirámide solo funciona en épocas de bonanza económica, los ricos seguirán consumiendo como el que mas, eso no tiene mérito.

    Los medios para provocar o favorecer la compra estan mucho mas avanzados de lo que creemos.

    El que cuando caminas por la calle Uria recibas un mensaje en tu móvil no será fruto del azar, pues el GPS de tu movil le dice a alguien que estas al lado de un cine, el mensaje te dice que hay una película de estreno e incluso te permite ver un trailer en el móvil, lo mismo con las ofertas del Madonal, todo está preparado, solo que ahora corren tiempos de crisis y ya no se pueden regalar esos medios de pago pues todos los ciudadanos en éstos tiempos estamos bajo sospecha.

    En cuanto al mobiliario urbano, aquí arrancan las tablas de los bancos, tiran las papeleras al río, arrancan las flores de las macetas y se marcharían hasta con las gafas de Woody Allen, si lo hubiese.
    Nada nuevo bajo el sol..

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