viernes, 17 de mayo de 2013


                                Del pensar y sus nudos  


Si un ama de casa se para a pensar una y otra vez que comida va a hacer hoy, lo más probable es que se le pase la mañana y que llegada la hora de la comida tendrá que acudir a llamar a algún servicio de comida  preparada, o que la familia baje a comer al bar. Ha quedado atrapada en la hiperreflexión, en una maraña de pensamientos que le ha impedido tomar una decisión y  continuar con la rutina diaria.
Cuando pensamos de más el sistema nervioso se sobrecargar y nos impide el fluir de la actividad diaria atrofiándonos y perdiendo espontaneidad. Así, en un extremo del continuo estaría la impulsividad propia de los niños y saludable para el juego las bromas y aquello que requiere  actos reflejos y en el extremos opuesto estaría la hiperreflexión que es aquella actividad cognitiva ( del pensamiento ) que está presente  en casi todos los trastornos psicológicos, también en la literatura científica se le llama rumiar ( precisamente por volver a pensar una y otra vez sobre los mismo ) y en el medio aproximadamente estaría el reflexionarpensar- como cuando tenemos que sopesar algo de cierta importancia y llegado el momento tomar una decisión y actuar en consecuencia. Así pues la impulsividad y la reflexión son adaptativas, una nos prepara para la interacción en los primeros años de nuestro desarrollo evolutivo, puesto que nos permite interaccionar –jugar-  y conocer cuales son nuestro límites y la reflexión nos permite desarrollar la conciencia, crear, tomar decisiones, aprender de los errores, cultivar nuestro mundo interior, imaginar etc… es una de nuestras herramientas más eficaces y que ha permitido al hombre llegar hasta nuestros días. La hiperreflexión sería la vertiente patológica o excesiva del pensar y que impide desde el disfrute hasta el entorpecimiento del día a día en el funcionamiento de la persona. Así que existe una hiperreflexión “espontánea” del bienestar que impide el verdadero bienestar, así el estar continuamente preocupados ( y ocupado de uno mismo ) por saber si les va bien, hace que les vaya mal las veinticuatro horas del día. Esta actitud deteriora la sencilla despreocupación de vivir y reduce el mundo exterior a un reflejo del estado de ánimo de la persona, es lo que la psicóloga Elisabeth Lucas llama “actitudes vitales fundamentalmente alteradas”. Incluso se sabe que esta actitud exacerba las enfermedades psicosomáticas por provocar una tensión permanente que contribuye a despertar enfermedades latentes. Por lo tanto cuando la persona cae en los estados de hiperreflexión, es necesario el saber orientarlo hacia la actividad que le implique el salir de sí mismo y centrarse en el aquí y el ahora, y no que esté “ pegado” literalmente a su mundo interno, de ahí que la técnica de activación conductual es la más eficaz para abordar estos estados. 
Así pues, el saber hacer del pensamiento algo que fluya, si se me permite decirlo, como el propio “ río de la vida” y no que nuestro mundo “interno” sea un pantano donde quedar subsumido, es una buena opción o una actitud vital saludable de cara a no quedar enfangado y no llegar más que a callejones sin salida.

2 comentarios:

  1. Siempre en busca del punto medio. Maldita sea, ¿porqué han tenido que hacerlo tan pequeño?

    Un abrazo.

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  2. Más bien se trataría de ser flexible en los extremos y además que existiera una zona media donde poder oscilar... difícil...

    Gracias por el comentario.

    Un abrazo, Edu

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