miércoles, 8 de mayo de 2013


Contra la felicidad. En defensa de la melancolía. Eric G. Wilson.   Editorial Taurus.2.008.
                                
                  Desvelando las esencias del ser humano

En la actualidad los libros de psicología positiva inundan el mercado editorial con múltiples y variadas tesis sobre cómo conseguir ser feliz. Sin embargo, frente a esa tendencia de libros de autoayuda de dudoso contenido científico, a veces emergen auténticos libros como este de Eric G. Wilson que pretende desvelar esa tendencia en la sociedad actual de conseguir la felicidad a toda costa. Previamente a este ensayo el autor ha publicado otros cinco en los que analiza la relación entre literatura y psicología.
En la introducción Wilson se pregunta: “¿a qué viene ese anhelo de expurgar la tristeza de nuestras vidas, especialmente en Estados Unidos, la tierra de los sueños esplendorosos y del éxito arrollador?”  Y a su vez afirma: “temo que el excesivo hincapié que la cultura estadounidense hace en la felicidad a costa de la tristeza sea peligroso, un olvido disparatado de una parte esencial de la vida plena”.
En cambio defiende la dicha (término que prefiere) que emerge después del sufrimiento prolongado, o la serenidad ganada a pulso que surge de una larga meditación sobre las desdichas del mundo. Pero además, deja claro que no pretende investir de romanticismo la depresión clínica, si no más bien que si el ser humano experimenta la melancolía, ésta es parte constitutiva de su esencia y no hay por qué renunciar a ella o medicalizarla.
El primer capítulo, que lleva por título El sueño americano, explica cómo se fue gestando ese sentido optimista y esperanzador americano, tomando como ejemplos el barco Mayflower que en el invierno de 1.620 y llevando como capitán a William Bradford tocó tierra en Cape Cop y lo que después aconteció; y como segundo ejemplo de hombre prudente cita a Benjamín Franklin con su obra El camino de la riqueza de 1.758.
A lo largo de los siguientes capítulos con títulos sugerentes como: el hombre de la pena, melancolía generativa y terrible belleza se desarrolla la tesis central del autor que consiste en desvelar y defender que la melancolía, siendo parte constitutiva del ser humano, es necesaria para que una cultura sea próspera. Es más, tomando ejemplos a lo largo de la historia de la literatura, la música o la pintura vemos que el lado sombrío de la vida se convierte en generador de una fuerza vital necesaria para poder crear.
         A medida que avanzamos en la lectura, vamos comprendiendo que el sufrimiento que experimentaron determinados artistas ha ido configurando sus obras y a la vez éstas han ganado tanto en belleza como en profundidad. De los diferentes artistas que aborda, señalando los variados sufrimientos que atraviesan, destaca el ejemplo de Beethoven quien pese a su melancolía, sus dolencias gástricas y su pérdida de audición - que paradoja más terrible para un músico- llega a afirmar en un momento de su vida que superaría sus diversas limitaciones con la creación de obras inmortales. Le parece imposible dejar el mundo hasta haber expresado todo lo que lleva dentro, y jura soportar su “desdichada” condición para que su talento cristalice. Descubre un estilo que será capaz de expresar las emociones profundas  y es ahí donde surgen obras inmortales como: la Quinta sinfonía, una de las más famosas, la sonata La Tempestad, la Heroica o Tercera sinfonía o el concierto para piano nº 5 Emperador, entre otras muchas.
         Las notas bibliográficas aparecen comentadas y son de agradecer para quienes tienen interés en el tema o pretenden profundizar en el mismo.

        
En definitiva, un libro con un planteamiento riguroso y cultural sobre la melancolía  que es ameno en su lectura y no requiere de conocimientos previos; pero que además realiza un aporte importante al exponer el falso mensaje de la felicidad fácil e indagar en lo que aporta el sentimiento de la melancolía a la cultura y a la vida en general.


2 comentarios:

  1. También la tristeza nos hace humanos, no es que haya que buscarla pero eludirla además de inútil me parece contraproducente. Y además, hay tantas y hermosas maneras de firmar treguas con ella... Y eso sin contar que un estado de alegría permanente se parecería peligrosamente a la locura.

    Lo apunto como próxima lectura, Edu.
    Un abrazo.

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  2. De la alegría permanente a la euforia ( la cresta de la ola como la llamaba Byron ) hay un paso y bastante peligroso.

    Nada en exceso es bueno

    Un fuerte abrazo Xuan, Edu

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