jueves, 23 de enero de 2014

                                   Los ojos de la piel


De nuestro cinco sentidos el menos investigado es el tacto, y sin embargo, es  el que primero se enciende cuando venimos al mundo, y el último en extinguirse una vez que lo abandonamos mucho después de que la vista y el oído dejan de funcionar nuestras manos siguen siendo fieles al mundo, como si el tacto con nuestro entorno o con la mano de quien nos acompaña en la última y definitiva despedida aún siguiera siendo necesaria.

Resulta sumamente curioso que es el único sentido que tenemos extendido por todo el cuerpo y que no sólo nuestras huellas digitales son únicas, sino que nuestra distribución de poros también es única, se podría decir que Lord Byron se adelantó y acertó con aquella afirmación diciendo que “todos estamos diferentemente organizados” hasta en los niveles de piel.

Ya en  los años 80 más en concreto en 1.988 el periódico New York Times publicó un artículo sobre el papel crítico del contacto en el desarrollo infantil llegando a las siguientes conclusiones: los bebés masajeados aumentan de peso un cincuenta por ciento más que los no masajeados, son más activos, se mantienen más alerta, se orientan más deprisa y captan mejor las emociones. Y a la inversa los niños que son criados en hogares emocionalmente destructivos dejan de crecer. “El tacto es mucho más esencial que nuestros demás sentidos, es básico en nuestra especie y la clave de la misma” como dice el investigador Saul Schanberg.

Las manos son las auténticas mensajeras de la emoción, tal es así que incluso en el lenguaje utilizamos la expresión “te echaré una mano”.  Existen múltiples expresiones táctiles como cuando decimos que determinada música “me toca” a nivel de erizamiento de piel. O cuando en psicoterapia el psicólogo Irvin Yalom habla de que para que se produzca el verdadero cambio en el paciente hay que llegar a “ tocarlo ” en lo más profundo.


En la actualidad y pese a encontrarnos en estos tiempos de pensamiento líquido como sostiene el sociólogo Zygmunt Baumant de una sociedad banal y consumista (aunque yo sostengo que son más bien líquido-turbios y vaporosos ) donde la presencia de la cibernética es abrumadora y quizá de tanto contacto con teclas, botones y pantallas múltiples  provoca el que cada vez más personas buscan y realizan actividades manuales o que los pongan en contacto con sus cuerpos; desde el baile, hasta acudir a un spa o a clases de yoga, pasando por ir a un masaje, tal parece que el desarrollo científico y técnico fuera por un lado y nuestra aspecto esencialmente humano estuviera en el extremo diametralmente opuesto.  En definitiva, que el tacto es tan importante como la luz del sol, y que quizá por una excesiva predominancia de los medios audiovisuales nos hemos olvidado como siempre de lo más próximo e importante. 

2 comentarios:

  1. La emoción de lo táctil, la memoria ancestral de lo manual. Siempre me maravilló más la artesanía que la magia. Y de la magia lo que más me gusta son los juegos de manos.

    Un abrazo.

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  2. No hay nada que supere al contacto de una mano, realmente es cuando se sabe lo que le importas a los demás.
    Estupenda entrada Edu.

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