lunes, 14 de septiembre de 2015

                                   Estampas urbanas
        

Mientras espero en el andén la llegada de un tren que viene con retraso, observo como un niño de seis u ocho años a lo sumo, se acerca hasta el límite o borde de la vías, provocando la reacción en su madre que sin dejar de mirar el móvil y pulsarlo le grita, riñéndolo; acto seguido el hijo sale corriendo alejándose de las vías y se pone al lado de la madre, que por su puesto continúa whasapeando o lo que haga con el móvil. Pasan unos instantes y el niño vuelve a las andadas acercándose a las vías del tren aún más, el grito de la madre hace que la miremos casi todos los que estamos esperando, salvo claro está los que están dentro de sus respectivas pantallas. El pequeño infante vuelve al lado de su madre, pero lo más curioso es que la madre se enfadó, le riñó y mientras lo hacía no lo miró a la cara, sino que continuaba a lo suyo.
Esta madre no se percataba de que su conducta contribuía a reforzar el comportamiento de llamada de atención del niño, a la vez que era incapaz de establecer un mero contacto visual con él, cuando algo verdaderamente importante había sucedido.
Muchos comportamientos de  niños y de  adolescentes incluso, tienen la finalidad de llamar la atención de los padres, sin embargo, detrás de muchos diagnósticos de niños supuestamente hiperactivos o con conductas disruptivas lo que en realidad hay es una dejadez o desatención de las funciones de los padres. Esto es conveniente decirlo a pesar de que resulte políticamente incorrecto, pues lo que hay detrás de regalar tanta tecnología a los niños, para que estén entretenidos, el que pasen horas y horas pasivamente ante las pantallas, o el que tengan actividades extraescoles todos los días de la semana más bien parece que sea para que los padres no pasen tiempo con ellos simplemente jugando. Pues en realidad el mejor juguete que tienen lo niños son sus padres. Sin embargo, aquellos niños que no soportan ese ritmo de actividad, y empiezan a no ser dóciles pronto se les colgara el sambenito de que tienen un problema, y tendrán que tomar medicación, cuando en realidad lo que habría que ver es por que el niño se comporta así y que está manteniendo el problema. Así el problema es del niño y no de la forma de educar que tienen los padres.

El niño crecerá definiéndose como que es hiperactivo, tomarán medicación y se creerá problemático cuando en realidad los niños por su propia naturaleza son inquietos, exploran el entorno, tienen conductas que entrañan cierto riesgo y eso es lo que les permite desarrollarse y crecer sanamente siendo eso, simplemente niños.

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