lunes, 25 de enero de 2016

                                Un peli de terror

          El pasado mes de noviembre asistí a la proyección de la película Tiempos Modernos ( 1.936) de Charles Chaplin con la banda sonora interpretada por la Orquesta Filarmonía de Oviedo. La experiencia resultó inolvidable.
         El argumento impregnado de un  humor clapliniano, consiste en que el personaje interpretado por el genial Chaplin se encuentra extenuado por el frenético ritmo de trabajo de una cadena de montaje, donde realiza su labor de obrero metalúrgico, apretando tuercas hasta que acaba perdiendo la razón. Después de recuperarse en un hospital, al salir es encarcelado por participar en una manifestación en la que se encontraba por casualidad. En la cárcel, también sin pretenderlo ayuda a controlar un motín, gracias a lo cuál queda en libertad y una vez fuera reemprende la lucha por la supervivencia en compañía de una pobre joven huérfana a la que conoce en la calle. La acción se desarrolla en la depresión de 1.929.
         No conozco ninguna película que refleje de forma tan fidedigna el sistema taylorista de trabajo. En el célebre tratado de Taylor de 1.911 Los principios de la administración científica, el propio Taylor contrató a un  grupo de obreros de la fábrica, los puso a trabajar en varias máquinas metalúrgicas y registró cada uno de sus movimientos. Al dividir cada tarea en una secuencia de pasos creó un conjunto de instrucciones- lo que hoy llamaríamos algoritmo- para optimizar la forma en que cada obrero debía desempeñar su trabajo.
         Se buscaba la máxima velocidad, la máxima eficiencia y el máximo rendimiento, lo que se llamaba el taylorismo.
         Ahora gracias al poder que ejercen los ingenieros informáticos y lo programadores de software sobre nuestras vidas intelectuales y sociales, la ética de Taylor más de cien años después sigue vigente, con la particularidad que su ámbito de reinado es sobre nuestras mentes.
         Internet es una máquina diseñada para la recogida, transmisión y manipulación eficiente y automatizada de información. El objetivo es sacar los usuarios muy rápidamente ( un Chaplin actual haría clic continuamente ). Todas las decisiones de diseño se basan en esta estrategia.
Los beneficios de Google están ligados directamente a la velocidad con que las personas consumen información, como afirma Nicholas Carr en su excelente libro ¿ Qué está haciendo Internet con nuestras mentes ? Superficiales .
          Cada clic que hacemos en la Web marca un descanso en nuestra concentración, una interrupción de arriba abajo en nuestra atención y redunda en el interés económico de Google.  Lo último que la empresa quiere es fomentar la lectura pausada, o lenta, el pensamiento concentrado. Google se dedica literalmente a convertir nuestra distracción en dinero. Y sin embargo una de las mayores quejas que hay desde los sectores de la educación y desde las consultas de psicología tanto en niños como adolescentes es las dificultades de concentración que existen. Incluso desde la más tierna infancia la publicidad insiste machaconamente en la fantásticas tablets para niños que todavía no hablan. La perversión del sistema llega hasta estos extremos. En vez de tocar, manipular y palpar directamente los objetos, se opta por que los vea y los manipule a través de una pantalla. La taylorización comienza ya en los primeros años del desarrollo infantil.
         La tecnología ha conseguido algo insólito en la historia de la humanidad, que los niños jueguen sin que participe su cuerpo.
         Es la última vuelta de tuerca de una cultura que hace tiempo escindió el alma del cuerpo, el cuerpo de la mente, el espíritu de la materia y la humanidad de la naturaleza y sus leyes.

         Por lo menos en la película de Chaplin se engrasaba y estaba sucio de pies a cabeza, además de conocer la cárcel, el hospital, el vagabundeo y los márgenes de la sociedad. Si hoy, ochenta años después, se hiciera una película similar de los tiempos que vivimos, sería muy difícil que fuese de humor, más bien pertenecería al género de terror de serie B.

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