lunes, 1 de septiembre de 2014

                De la Tierra y sus aromas


Existen personas que afirman percibir el cambio de las estaciones más por el sentido del olfato que por el acortamiento de las horas de luz, y así llegan a decir que huele a otoño o cosas por el estilo. Y es que esa finura en el olfato demuestra una gran  sincronía con la naturaleza.
La ensayista Diane Ackerman dice: “nuestro sentido del olfato puede tener una precisión extravagante, pero es casi imposible describir cómo huele algo a alguien que no lo ha olido. El olor es el sentido mudo, el que no tiene palabras.” Esto me resultó sumamente curioso, tal es así que llegamos a decir huele como a tal cosa, más por semejanza que por acertar. Además, olemos cada vez que respiramos, y es el sentido que en  nuestro pasado evolutivo estuvo más apegado a la tierra y además permitió desde evitar el comer alimentos en mal estado, hasta oler a nuestros depredadores etc…
Nuestra memoria y los lazos fisiológicos con el olfato son bastante importantes como en la literatura se encargó de reflejar  con gran maestría M.Proust; ante el olor-sabor de la magdalena en el té se desencadenaban amplios recuerdos de la infancia.
Esto lo saben muy bien los creadores de perfumes y los enólogos, creando esos sutiles aromas en el vino, pero sin irse por las ramas de ningún viñedo, lo que aquí pretendo es mostrar la gran particularidad del mismo, pues mientras que si se dañan las neuronas de los ojos o del oído estos dejan de funcionar, no sucede con las de la nariz, que se reemplazan más o menos cada treinta días y, a diferencia de otras neuronas del cuerpo , se asoman al exterior y aspiran el aire como un arrecife de anémonas.
Una de entre las muchas particularidades que posee el olfato es que en la ingravidez, en el espacio, los astronautas pierdan el gusto y el olfato, como ocurre a muchas personas que se encuentra en una grave depresión, es fácil que comenten que la comida no les sabe a nada, además de apenas sentir hambre, más bien parafraseando al creador de la bioenergética Alexander Lowen la persona está desenraizada.

El cineasta Lars von Thier lo plasmó con gran exactitud en la película Melancolía. La protagonista principal se encuentra aquejada de una grave depresión, y para animarla, su hermana le prepara un plato que le gusta especialmente a Justine, sin embargo, no puede comerlo puesto que le sabe a ceniza.

En la actualidad parece que no hacemos un gran uso del olfato, más bien parece que han sido los químicos los que se han encargado de insistir en el mismo, sin embargo opino que no estaría de más el usarlo en el amplio sentido del término, tanto para percibir nuevos aromas, como cuando alguien te indica lo bien que huele un vino, como para sobrevivir en el mundo de las relaciones personales.


lunes, 28 de julio de 2014

Más allá de la inteligencia conocida

Stanislaw Lem.  Solaris (1.961). Editorial Minotauro 1.998.

  

         A pesar de que no me considero un lector de ciencia ficción, he encontrado en esta novela muchos aspectos que la entroncan o son afines a aquella literatura que no entiende de géneros ( no en vano se hicieron dos versiones cinematográficas de ella, la de Andrei Tarkoski en 1.973 y la de Steven Soderbergh de 2..002), y que la emparenta  con lo que estimo es la auténtica literatura; la que aborda los problemas humanos desde nuestra condición más humana. Aunque  nos internamos en el cosmos preparados para todo, es decir para la soledad, la lucha, la fatiga y la muerte,  la vida en la tierra y fuera de la misma es igual, en tanto en cuanto lo que cambia es el entorno o contexto, como en este caso el del planeta con dos soles llamado Solaris, así como el tiempo, un futuro que no se llega a precisar.
         Así Christiane Zschirt, la autora de: "Libros. Todo lo que hay que leer” (Edit.Taurus 2.004) llega a afirmar que “ésta novela tiene tanto que ver con la ciencia ficción como el capitán Kirk con Mefistófeles”. A modo de pequeña síntesis avanzaré de qué trata la novela. Solaris es un planeta cubierto por un inmenso océano gelatinoso. Un mar semejante a un gigantesco cerebro, a modo de inteligencia no humana. Los científicos terrestres desde hace tiempo, décadas, están intentando analizar a qué se enfrentan. Es cuando envían al psicólogo Kris kelvin ( protagonista principal ) a la estación espacial para averiguar si tiene sentido continuar el proyecto de investigación. No pretendo desvelar más sobre los entresijos de la novela, sólo que el protagonista, a pesar de estudiar a fondo la montaña de documentos que se han ido acumulando con las décadas de exploración, se muestra incapacidad para entender o averiguar algo sobre el misterioso océano Solaris.
El suspense que sustenta la narración le permite al autor hablar de cuestiones como la soledad, que a veces busca el protagonista para poder ordenar sus ideas sobre lo que le acontece ( una soledad que a mi me remitió a la que también sufre el personaje de la película de S.Kubrick en 2.001 en Una odisea en el espacio, esa soledad cósmica).
Evidentemente el hecho de que sea enviado un científico ( psicólogo)  a desvelar lo que realmente ocurre en la estación lo enrique, ya que aquí se plantean cuestiones como las alucinaciones, lo que es real o no, lo que verdaderamente existe e incluso la locura, como cuando  kelvin dice: “ un cambio inesperado se operó en mi, el pensamiento de que me había vuelto loco me devolvió la calma”.
Se cita a Don Quijote aunque no sea más que de pasada en la página 55 (de la edición que manejé, la de Minotauro) pero que me resultó cuanto menos significativo, puesto que Kelvin tiene algo de Don Quijote, aunque evidentemente La Mancha no sea Solaris.
Pero sobre todo lo que más prevalece es la pasión o emoción por descubrir la verdad, aunque en ciertos momentos fuera incomprensible, citando a Beethoven :” hacer todo el bien posible, amar la libertad sobre todas las cosas y aún cuando fuera por un trono, nunca traicionar a la verdad”.
  Se plantean cuáles son los límites del conocimiento científico humano; cómo al enfrentarse con otra inteligencia no humana no somos capaces de superar las barreras del propio antropocentrismo, como en su día Sir William Hamilton un inglés ilustrado del siglo XVIII pretendía en sus viajes a Nápoles ordenar el mundo, dominarlo. Esa sería la aspiración última de los viajeros occidentales en sus periplos por los nuevos mundos. Algo similar les sucede a los que van a Solaris. Así se dice: “ nadie podría pensar sino con su propio cerebro, nadie podría verse desde el exterior y verificar el adecuado funcionamiento de los procesos internos”. Y al  hablar de procesos internos es inevitable que emerja la memoria, pero aquí lo curioso es que a pesar de no aprender nada acerca del océano sí se aprende acerca de nosotros ya que a los investigadores se les aparecen espectros de su pasado, y deben de saber enfrentarse a ellos, a esas personas que formaron en algún momento de sus vidas parte de ellos y que son significativas e importantes o más bien lo fueron, aunque ahora sólo sean recuerdos ya que se encuentran muertas   pero a la vez cobran vida , y éste enfrentamiento con el pasado que a la vez pudo haber sido de otra forma provoca en Kelvin todo un planteamiento de querer salvar a su amada.
Esta lucha por salvar a lo que más quiere le llevará a los límites del miedo, pero acudiendo a algo enteramente humano, el coraje: “...recordé cuánto me había asustado la víspera , la mirada vacía de la noche; mi miedo me hizo sonreír ... respiré hondo, saboreando la oscuridad. Estaba vacío, liberado de todo pensamiento” y más adelante señala Kelvin: “pero ya nada me asombraba, ni siquiera mi propia indiferencia. Había traspuesto las fronteras del miedo y la desesperación. Había llegado muy lejos. Nadie jamás había llegado tan lejos”.
Lo que en un principio podría parecer un viaje exterior hacia la comprensión de una inteligencia como la del mar Solaris, llevará al viaje interior, y es aquí donde reside gran parte del encanto y misterio del planteamiento de la novela; esa idea original de lo que se da en llamar proyecciones cerebrales materializadas, es decir, la propia materialización de nuestros recuerdos  provoca en el lector la verdadera comprensión del funcionamiento de la memoria, no como un compartimento estanco, a modo de memoria a corto y largo plazo, sino como una tupida y extensa red que está engarzada en todos nuestros aprendizajes y experiencias a modo de la búsqueda del tiempo perdido de M.Proust y que conforma nuestra biografía.
La descripción que el autor realiza de la biblioteca me resulta notable: “situada en el centro mismo de la estación, la biblioteca no tenía ventana, era el sitio más aislado en el gran caparazón de acero, y yo me sentía relajado, pese al fracaso manifiesto de mis búsquedas”. Aún cuando estamos en un futuro y esto resulta cuando menos curioso la biblioteca sigue estando presente en un sentido tradicional , como ese lugar de refugio y aislamiento pese a las decepciones y fracasos del personaje. Es uno de los lugares de reposo y reflexión del guerrero.
Existen ciertas semejanzas o concomitancias que es necesario señalar ya que el océano de Solaris guarda “ciertas” semejanzas con los océanos de la tierra; esas enormes extensiones de mar que influyen con sus múltiples corrientes en el clima según nos dicen los oceanógrafos y que según parece desconocemos mucho de sus fondos a veces abisales. Incluso es inevitable traer a colación esa antigua hipótesis Gaia de Loovelock (creo recordar de los años 70  aproximadamente) sobre la tierra entendida en su conjunto como un Todo, un organismo  dotado de vida en toda su extensión, a semejanza de Solaris.
         Una nueva comparación de la inteligencia humana con la de Solaris lleva al autor a decir: “ la mente humana no puede absorver sino pocas cosas a la vez; vemos sólo lo que ocurre ante nosotros, aquí y ahora, no podemos concebir simultáneamente una sucesión de procesos, ni siquiera procesos concurrentes o complementarios.” Sin embargo somos capaces de captar el valor de un instante como diría Luis Landero " la advertencia de que todo instante vivido es perdurable si se pone fe en el ".

          A lo largo del libro se emplean términos científicos y técnicos, sin embargo me ha llamado poderosamente la atención que en la fecha del libro ( 1.961) se emplee el término ordenador cuántico, algo que se conseguirá según los expertos en un plazo de tiempo no muy largo. Es ese hablar de determinados avances de la ciencia  que más tarde se llegarán a conseguir, algo parecido al Viaje a la luna de  Julio Verne.
  Y a la vez que vamos estableciendo ciertas semejanzas o similitudes quisiera señalar la que existe entre el personaje principal Kelvin con el científico y premio Nobel de física Richard Philips Feynman en su permanente búsqueda de la verdad y la belleza (en esas maravillosas y poéticas descripciones que el personaje realiza del océano).
Feynman como amante de la verdad, así como Kelvin, establece un proceso lleno de imaginación y creatividad para descubrir cómo funciona supuestamente el océano, pero seguido en todo momento por una honradez intelectual y ética que proporcionan las herramientas del pensamiento crítico y de la revisión constante y racional de los sistemas de creencias propios y ajenos.
Tengamos en cuenta las múltiples lecturas y repaso de las mismas  que realiza Kelvin de toda la historia del descubrimiento de Solaris con las hipótesis desde el inicio del estudio del planeta hasta el momento presente en el cuál él se halla inmerso. En las aportaciones de Kelvin así como las de Feynman en la física predomina más la agudeza de sus observaciones y su intuición más que las deducciones para interpretar los procesos físicos del planeta.
Matar o destruir aquello que no comprendemos, como se plantea a modo de solución con el enigma de Solaris, puede ser comparado con lo que actualmente se realiza con los océanos aquí en la tierra, con la selva amazónica o con el deterioro en general del medio ambiente.

         La cadena de contingencias a las que se ve sometido Kelvin le lleva a ciertas reflexiones, una de las cuáles bien merece la pena ser citada: “ desde anoche he vivido horas que valen años. Años que no se olvidan”..., “ donde no hay hombres no hay motivos humanos”. Es como que lo auténticamente humano ( y Kelvin está descrito como humano demasiado humano que diría Nietzsche) se enfrenta ante lo desconocido y para ello debe, llegado a un determinado momento de los acontecimientos decidir: “si deseamos continuar investigando tenemos que destruir nuestros propios pensamientos”.  Es aquí donde nuevamente vuelvo a ver ciertas similitudes con el físico Feynman  que clasificaba a los científicos en babilónicos o griegos a la hora de hacer ciencia. Y Kelvin es babilónico ya que prima en su forma de ir descubriendo la verdad, su libertad de imaginación y su instinto o intuición de los fenómenos físicos del océano misterioso.

         Remontándonos a las múltiples reflexiones filosóficas que abundan a lo largo de la novela a cerca de nuestra condición humana escogería una que a mi modo de ver resume el núcleo central: “ el hombre se había lanzado al descubrimiento de otros mundos y otras civilizaciones, sin haber explorado íntegramente sus propios abismos, ese laberinto de oscuros pasadizos y cámaras secretas, sin haber penetrado en el misterio de las puertas que él mismo ha condenado”.

  La valentía y decisión con la que está trazado el protagonista le lleva a escoger caminos por donde sabe que no hay retorno posible, algo que también ( puestos a buscar similitudes ) ocurre en la tierra, es como que aunque cambia el escenario, el atrezzo, sea Solaris  o la tierra, al final el hombre debe de decidir ( con un margen de opción, eso sí) el camino a escoger: “ toda generación de hombres cuentan con un número aproximadamente constante de hombres inteligentes y decididos, y que se distinguen  sólo por que toman caminos diferentes”.


Solaris es un eterno desafío que vive y actúa  a través Kelvin , buscando la revelación que explique el sentido del destino del hombre. Aquí es a resaltar un capítulo dedicado al sueño, situación propicia para que el océano acceda a estados de conciencia alterados de la tripulación de la estación, como si aquí el hombre tuviera la guardia baja o estuviera indefenso y Solaris se aprovechara para filtrarse en el cerebro a modo de una vampirización. Pero sobre todo se busca encontrar una voluntad o finalidad de ese inmenso océano, ya que trasladar patrones humanos al océano no había servido.
El cierre de la narración recuerda el recurso narrativo de dejar un final con una interpretación abierta puesto que el misterioso planeta está interesado en el Hombre y sobre todo en el protagonista, quien a partir de cierto momento de la novela, vivirá de la esperanza después de haber pasado a modo de Dante por múltiples y variadas pruebas.







lunes, 30 de junio de 2014

                          Flotando sin pentagrama

Al aproximarse a comprender la figura del trompetista de jazz nortemericano de la costa oeste Chet Baker (1.929, Yale-1988 Amsterdam), es fácil caer en el tópico del músico adicto a las drogas y a una vida de exceso que tanto vende. Sin embargo, lo que aquí pretendo con estas líneas es precisamente ir más allá de este tópico, e indagar el por que tanto la música que creó como su vida resultan verdaderamente interesantes.
A medida que uno escucha con la debida atención a este excelente trompetista, se produce un estado de erizamiento de la piel -depende de las sensibilidades- y la movilización de las emociones, consiguiendo que ambas se den un abrazo. Su sonido único es capaz de adentrase en las profundidades de las tristezas y recorrer todos sus intersticios, así como hablarnos de nostalgias y de paso recorrer el amplio abanico de las emociones humanas. Como muy bien dijo el pianista Herbie Hancok: “su calidez, su lirismo y su delicado sentido de la melodía me causaron un impresión inmediata. La primera vez que escuché a Chet Baker jamás olvidaré la forma en que su corazón se derramaba en cada una de aquellas notas elegidas con gusto exquisito, ni la calidez que afloraba en mi interior mientras le oía tocar, por que aquella había de ser la última vez en que tendría la oportunidad de hacerlo”.
Las palabras del director del documental Let’s get lost Bruce Weber dice: “era un gozo pasear junto a Chet por una playa ventosa mientras volaba una cometa”. Y es que en el inicio del documental el propio Chet es el que comenta que una sensación que le resulta sumamente grata es flotar en la parte trasera de un automóvil descapotable. A veces, su manera de tocar produce ese estado  de flotación  debido a la suavidad de la melodía.
A lo largo de las indagaciones que realicé para pretender describir su música de la forma más profesional y certera posible, me encontré con una en el libro: Diccionario de jazz de Philippe Carlos que aunque es larga, me pareció sumamente interesante y dice así: “es un artista de la delicadez y la fragilidad, del soplo y la fisura, la sonoridad ya famosa cobra cuerpo tras su regreso en 1.974 ganando en amplitud y madurez. Su ejecución, construida entorno a la riqueza melódica, renuncia a toda búsqueda de efecto, a todo entramado de clichés o paráfrasis. Su emisión es mínima: toca con el micrófono casi metido en la campana del instrumento lo que redunda en la amplificación de los armónicos graves, en una mayor profundidad tímbrica y en una percepción muy nítida del soplido y los ataques. Su manera de cantar es reflejo de la relación que mantiene con la trompeta: delicadeza y roce, ligadura y quebranto entre coro y coro. Su voz textura evanescente que envuelve la melodía, raya la fractura sobre todo cuando improvisa en los scat, donde es auténtico complemento de la trompeta”.
Pero además, cabe señalar que no sabía leer música y que tocaba de oído, todo intuición, sin embargo era como si poseyera la clave para adentrarse en un manantial de belleza imposible de secarse.

Resulta sumamente curioso como las diferentes contingencias de la vida van marcando la relación que mantiene con el instrumento, así en un accidente a los 11 años un niño tiró una piedra contra una farola y rebotó en los dientes incisivos superiores del futuro trompetista por lo que el aire salía ahora por ahí y tenía que aprender una forma nueva de acercarse a la boquilla. A los 17 años y realizando el servicio militar  ( pues se alistó para marcharse de un hogar problemático, donde el padre le pegaba y la madre lo vestía de niña y lo obligaba a cantar en un coro como si tuviese voz de niña ) en Berlín, donde realizando guardias tenía que permanecer quieto durante largos periodos de tiempo; así en el aeropuerto, esperando a los altos cargos y haciendo frente al frío y para que no se le helasen los labios constantemente acercaba la boca a la boquilla de la trompeta y emitía sonidos muy suaves, más para aplacar el frío y con vistas a que cuando llegasen los dirigentes tuviera la boca lista y no entumecida. Esto lo narra en su autobiografía, cuyo título es significativo: Como si tuviera alas; y más adelante, cuando ya era un adicto a la heroína, en un episodio donde pretendía comprar droga a unos camellos un grupo de negros le dio una paliza y le rompieron los dientes y la mandíbula. Este incidente marcó el que estuviera apartado de tocar por un periodo de tres años, durante los cuales se ganó la vida trabajando en una gasolinera largas jornadas que según cuenta en el documental de su vida podía llegar a las 16 horas diarias. Volvió a los escenarios adaptando una nueva boquilla y reinició su carrera en 1.974, gracias a la ayuda que le prestó Dizzy Gillespy. Curiosos incidentes que marcan toda una vida y que se añaden a que él amaba a partes iguales el jazz, las drogas y las mujeres. Pero en este triángulo de placeres, a veces alguno de sus ángulos se hacía más agudo, en determinados momentos de la vida como cuando la heroína fluía con demasiado rugido por las venas y entonces venía la fase de desintoxicación que narra una y otra vez en la autobiografía, eran episodios sucesivos para volver nuevamente a consumir de forma desaforada según dice: “ Andy fue el primero que me puso en contacto con la maría, bendito sea , me encantó y seguí fumando maría durante los ocho años siguientes, hasta que empecé aprobar de vez en cuando las drogas duras y al final me enganché al caballo. Me gustaba muchísimo la heroína, la estuve consumiendo de una forma u otra durante los veinte años siguientes ( si se incluye la metadona, que no proporciona la menor sensación de euforia a no ser que uno esté limpio del todo ) “. El consumo de heroína implica un estilo de vida de buscar el camello, comprarla, inyectarla, estar bajo sus efectos y nuevamente tras un breve tiempo de pocos días, volver a desear el acudir nuevamente a comprar y repetir este circulo, un estilo de vida de yonki, pero si se ama la música y las mujeres tal y como él lo describe, es posible- a pesar de ciertos derrumbes-, el hacer malabarismos: tocar, amar y drogarse a veces apartes iguales, y a veces a partes muy desiguales. No era un yonki al uso, pues sus flotadores fueros sus amplias relaciones sociales que en el mundo de la música son necesarias, así como las mujeres que conoció y su verdadero arte de tocar. Sólo así es posible explicar que un trompetista blanco de tantos excesos pudiera tener una trayectoria musical como la que consiguió.

Cuando estuvo apartado de la vida musical debido a la paliza que recibió donde la partieron la mandíbula y los dientes, no puedo evitar el imaginar y comparar su vida con la del personaje que interpreta Robert Michum en la película de cine negro Retorno al pasado (Jacques Tourneur, 1.950 ), pues ambos se refugian en otro empleo –trabajar en una gasolinera-, como arrastrados por la marea que son los golpes de la vida  ( y es que a veces la vida de este trompetista más bien parece ficción ) y donde acuden a repostar un nuevo combustible  y dejar atrás su oscuro pasado, pero ambos vuelven nuevamente a la circulación- a los mundos de donde procedían- teniendo las concomitancias del mundo de la noche, la ciudad, e incluso la adicción, en uno a la heroína y en otro a una mujer. Ambos, después de perder ciertas capacidades físicas retornan uno a descubrir la verdad de lo acontecido y otro en la búsqueda de su sonido. Semejan héroes en una nueva búsqueda que nunca abandonaron, sino que sencillamente aplazaron.
Y ahora mismo, mientras el inconfundible sonido de Chet emerge del letargo, Robert Michum  camina adentrándose en un bar.


domingo, 25 de mayo de 2014

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Va siendo hora que los ciudadanos de Oviedo empiecen a recaudar dinero para erigir una escultura al personaje de la calle Manolín el gitano, sí, ese que todos conocemos y que además no hace mucho tiempo en las redes sociales lo habían matado, pero mira tú por donde estaba vivo y bien vivo, aunque eso sí reapareció con más vendas y cojeras; sin embargo el verbo, su verbo, seguía igual de ágil pues cuando te pide y no les das nada la rapidez de sus insultos y tacos semeja la metralladora de Chuck Norris. Pues bien, habrá que empezar a dividir los dineros para la escultura de Manolín y claro está para la de Rufo, el perro que fue vagabundo cuando a los perros se les permitía ser vagabundos, allá por los años 80 creo recordar. A Rufo todo el mundo le daba algo de comer, así que estaba gordo y perezoso, pero la verdad que era un cruce de can de lo más cariñoso y buscador de caricias, todo hay que decirlo, llegó incluso a tener un compañero de andanzas Rufo II (por supuesto ) y estaba donde había gente, si era de noche estaba en el antiguo, y por el día sus paseos eran por el centro, y así sin meterse con nadie ni con nada, transcurrió su existencia perruna. Ahora que se pretende recaudar dinero para realizárle una escultura a Rufo habrá que pensar, y bien, donde se podrá ubicar pues opino que de esculturas ya estamos un poco sobrados y tampoco es para ir por la calle esquivando esculturas a todo trapo. También hay que empezara a sopesar la posibilidad- y ojala que se convierta en una realidad- de que los pobres gatos de la pista finlandesa-la ultima vez que anduve por allí llegué a contar 14, así que ahora habrá 17- puedan beneficiarse de una esculturas o mejor dicho una placa conmemorativa de que son gatos con pleno derecho de serlo y además pertenecientes a Oviedo. Pues bien, propongo una plataforma reivindicando que a los gatos de la pista finlandesa se los tenga en cuenta que para eso son gatos.

lunes, 12 de mayo de 2014

                            La estela de una caída


A veces, cuando uno está viendo una película que resulta interesante por el tema que aborda y la forma de tratarlo, te resulta inevitable pensar en el libro en el que estará basado; y así, después de mucho tiempo de haber visto Días sin huella de Billy Wilder del año 1945 que fue traducida como Un fin de semana perdido, uno se encuentra con una reedición de la novela de un  tal Charles Jackson. En ella se aborda el alcoholismo de un escritor en el Nueva York de los años 30 cuando se bebía whisky de centeno. Así pues, a medida que iba leyendo la novela entendía por que era tan autobiográfica ( el propio Jackson sufrió varias adicciones ), ya que describe toda la fenomenología del alcohólico con una crudeza y viveza que la narración a veces más bien semeja el diario de un auténtico descenso a los infiernos de la adicción. Me resultó sumamente curioso lo bien que está descrita la eterna lucha entre mantenerse sobrio unas horas y así poder ponerse a escribir, las mentiras, el llegar a robar y una vez cogido la vergüenza por la que pasa, así como cuando dice que: “estaba bebiendo y se apoderó de él un ataque de aburrimiento, de tedio tan pasmoso que apenas pudo mantenerse en pie”. Se habla de remordimientos, de cómo estuvo en terapia con un psiquiatra que no acabó de entender el por qué bebía, y se habla en definitiva de una vida que bordea abismos de locura y además de cómo pasa las interminables horas un alcohólico: “ murió mil muertes. Mucho peor que mil, era una sola muerte extendida en infinita tortura, una muerte que no moría. Morías y seguías muriendo”. O cuando se afirma que un trago es demasiado y cien demasiado poco. Pero el clímax de esta novela, ( que debería ser leída por todo profesional de la salud mental que se precie), llega en una descripción de lo que es un delirum tremens del protagonista Don Birnam, donde uno comprende una vez que escucha a algún paciente que lo ha sufrido, que esta experiencia sirve como telón de fondo de a donde es posible llegar, a unos confines de un horror que muchas veces sirven para que el alcohólico se mantenga sobrio.
Pero en esta novela no sólo hay sufrimiento, sino que también hay acertadas reflexiones sobre la vida. Además, hay que tener en cuenta que el autor Charles Jackson (1903-1968) con esta novela se consagró ya que fue un best seller de culto y que con ella Billy Wilder ganó un oscar.


martes, 11 de febrero de 2014

                               El  papel lo soporta todo


Cuando comenzamos el año la lista de buenos propósitos se agranda, y sin embargo, con el paso de los meses o solamente el de las semanas, comprobamos que aquello cayó en el olvido, o más bien, se ve lo lejano que estamos de alcanzarlo. ¿Qué es lo que ocurrió por el camino? A veces, simplemente no somos realista con lo que nos proponemos, otras más bien son meras ensoñaciones, pero salvando esto, también sucede que nos fijamos objetivos que más bien son similares a los de los familiares o amigos o los del grupo de iguales, pero en realidad no están en plena sintonia con nuestros auténticos propósitos, en una palabra, que no estamos siendo fieles a nuestros gustos, así hay quien se propone aprender inglés por que es lo que toca un año más, sin embargo detrás de esto no pretende viajar al extranjero para practicarlo, sino una vez más alcanzar algo que ya lo intentó tantas veces que mejor haría con abandonarlo y fijarse un propósito más acorde con sus verdaderos deseos. Y es aquí donde radica el verdadero problema, que a veces simplemente no sabemos clarificar que quiero y cómo lo quiero, así si conseguimos definir un objetivo o valor a conseguir, será más fácil el ir progresivamente en dicha dirección, por ejemplo si deseo viajar  al extranjero y me marco una fecha para viajar, es probable que mis esfuerzos para aprender inglés cuenten con la motivación suficiente como para solventar las dificultades y contingencias que en dicho aprendizaje se presenten. Por tanto, el marcase nuevos propósitos a mi modo de entender debería tener un componente de disfrute y nuevo aprendizaje que me resulte interesante y que no favorezca el abandonar a la primera de cambio.

Algunas veces ocurre que el aprendizaje de una nueva actividad incluye un cambio en el estilo de vida, y que a su vez me pone en contacto con nuevas contingencias que propicia el descubrir ciertas actividades que en un principio pensaba que no me podían gustar, o bien por la edad o por que no me veía capaz de hacerlo, como  sucede cuando se comienza a practicar un deporte y de ahí abandonar el hábito de fumar y salir con las amistades que realizó en el deporte que ahora practica. Esto es interesante señalarlo, ya que muchas veces detrás de esa lista de buenos propósitos anuales lo que realmente se pretende es, nada más y nada menos que cambiar de estilo de vida, y a veces es tan sencillo como empezar por preguntarse lo que quiero. Y si no, averiguarlo.

jueves, 23 de enero de 2014

                                   Los ojos de la piel


De nuestro cinco sentidos el menos investigado es el tacto, y sin embargo, es  el que primero se enciende cuando venimos al mundo, y el último en extinguirse una vez que lo abandonamos mucho después de que la vista y el oído dejan de funcionar nuestras manos siguen siendo fieles al mundo, como si el tacto con nuestro entorno o con la mano de quien nos acompaña en la última y definitiva despedida aún siguiera siendo necesaria.

Resulta sumamente curioso que es el único sentido que tenemos extendido por todo el cuerpo y que no sólo nuestras huellas digitales son únicas, sino que nuestra distribución de poros también es única, se podría decir que Lord Byron se adelantó y acertó con aquella afirmación diciendo que “todos estamos diferentemente organizados” hasta en los niveles de piel.

Ya en  los años 80 más en concreto en 1.988 el periódico New York Times publicó un artículo sobre el papel crítico del contacto en el desarrollo infantil llegando a las siguientes conclusiones: los bebés masajeados aumentan de peso un cincuenta por ciento más que los no masajeados, son más activos, se mantienen más alerta, se orientan más deprisa y captan mejor las emociones. Y a la inversa los niños que son criados en hogares emocionalmente destructivos dejan de crecer. “El tacto es mucho más esencial que nuestros demás sentidos, es básico en nuestra especie y la clave de la misma” como dice el investigador Saul Schanberg.

Las manos son las auténticas mensajeras de la emoción, tal es así que incluso en el lenguaje utilizamos la expresión “te echaré una mano”.  Existen múltiples expresiones táctiles como cuando decimos que determinada música “me toca” a nivel de erizamiento de piel. O cuando en psicoterapia el psicólogo Irvin Yalom habla de que para que se produzca el verdadero cambio en el paciente hay que llegar a “ tocarlo ” en lo más profundo.


En la actualidad y pese a encontrarnos en estos tiempos de pensamiento líquido como sostiene el sociólogo Zygmunt Baumant de una sociedad banal y consumista (aunque yo sostengo que son más bien líquido-turbios y vaporosos ) donde la presencia de la cibernética es abrumadora y quizá de tanto contacto con teclas, botones y pantallas múltiples  provoca el que cada vez más personas buscan y realizan actividades manuales o que los pongan en contacto con sus cuerpos; desde el baile, hasta acudir a un spa o a clases de yoga, pasando por ir a un masaje, tal parece que el desarrollo científico y técnico fuera por un lado y nuestra aspecto esencialmente humano estuviera en el extremo diametralmente opuesto.  En definitiva, que el tacto es tan importante como la luz del sol, y que quizá por una excesiva predominancia de los medios audiovisuales nos hemos olvidado como siempre de lo más próximo e importante.