miércoles, 30 de enero de 2013


                       Los poros de la digitalización

La barra de un bar constituye una excelente atalaya para observar los comportamientos sociales y las relaciones que mantenemos con las nuevas tecnologías. Así pues, es bastante frecuente, que en una mesa donde se encuentra tres o cuatro personas sentadas en plena conversación ( sean hombres o mujeres ) y en el instante que comienza a sonar un móvil,  acto seguido simultáneamente se podría decir, el resto de los amigos o conocidos aprovecha para consultar su teléfono y enviar mensajes, o wasaps, o incluso hacer una llamada. La conversación que mantenían se ha roto y a su vez estos se ponen en contacto con otras personas que probablemente se encuentran en situaciones sociales similares, es decir en presencia física de otras personas hablando con ellas pero que ahora se ponen al aparato. Es como si todos quisiéramos hablar con todos o estar en permanente contacto, pero la verdad con poco tacto.
Una situación similar es la que acontece cuando en una cafetería las personas están chateando con otras que están en la misma ciudad y se pasan ahí horas, cuando podían haber quedado realmente y no virtualmente, aunque quizás esto compromete más y lo que para unos es la frescura del contacto cara a cara, para otros se convierte en un inconveniente y además en la virtualidad es más fácil mentir y se necesitan pocas o casi ninguna habilidad social, es decir que se refuerza comportamientos asociales en quién ya de por sí es poco sociable, mientras que en el contacto cara a cara lo que se refuerzan son las relaciones prosociales.
Sin embargo, también es necesario indicar las innumerables ventajas que presentan las nuevas tecnologías como el hecho de poder hablar a la vez que estamos viendo a la persona en la pantalla, algo que mostraban las películas de ciencia-ficción y nos parecía ya el no va más del avance tecnológico, como dice una canción  “ el futuro ya está aquí “, pero menudo futuro cabría añadir.
La intromisión de los móviles ha creado que se realicen anuncios en el cine con bastante creatividad e ironía como el último en el que un actor emula a A. Hitchcock recordándonos que por favor apaguemos el móvil pues va a dar comienzo la película, sin embargo es habitual que a lo largo de la hora y media o dos horas de metraje se oiga algún móvil, o que alguien esté enviando mensajes o wasaps a otros que quizá está en otra sala en el mismo cine pues a veces la situación alcanza cotas de esquizofrenia. Los teatros y los conciertos también suelen dar avisos pero la situación se repite y lo curioso es que antes a uno mismo le sorprendía pero ahora ni siquiera. Y  ¿quién no ha tenido un viaje en autobús o tren donde el compañero de asiento se pone a hablar  si ningún pudor y se le escucha toda la conversación y además esta suele ser larga ?.
Todas estas situaciones que señalo me recuerdan una viñeta que ví hace años en un libro del psicólogo K. Gregen titulado El yo saturado donde una persona se encuentra en su sala de estar contemplando en la televisión como llueve y mientras podemos ver como a través de la ventana de la habitación – por lo tanto en la calle- está lloviendo. Es probable que a la virtualidad se le preste más atención que a la realidad como decía Ortega y Gasset en La rebelión de las masas “los escaparates mandan”  por lo tanto parafraseando esto mismo se podría llegar a decir que la virtualidad manda y probablemente convirtiendo a mucha generaciones de jóvenes  que crecen en plena era digital en meros microsiervos.
Estamos en permanente comunicación unos con otros pero como muy bien sostenía el psiquiatra R.D. Laing: “existe mucha comunicación sin comunión y esta es la norma “.
O bien es que la situación se ha neurotizado tanto que las personas no saben estar a solas y en esa huída hacia adelante hay una búsqueda de estar permanente hablando, cuando en realidad pocas novedades o cosas relevantes se pueden expresar estando continuamente en línea.
Sin embargo, y sin que medie ninguna tecnología intermedia todavía quedan los encuentros casuales en plena calle y la charla espontánea con el camarero/a  mientras constatamos una vez más que hemos dejado olvidado el móvil en casa,  y que quizá ese gesto de resistencia tal vez inconsciente nos permite disfrutar más del momento.

2 comentarios:

  1. Muy interesante lo que comentas de que las relaciones a través de las redes pueden fomentar los comportamientos asociales. Estar conectado y aislado al mismo tiempo parece ser una de las ventajas de estas nuevas maneras de relacion social. La pregunta es: en esta comunicación escrita (volvemos al carteo solo que instantáneo) ¿la persona oculta su verdadero rostro o se muestra más tal como es en realidad? A lo mejor son dos aspectos sociales diferentes que van tendiendo a mezclarse y diferenciarse cada vez menos.
    En cualquier caso son preguntas que los chavales ya no se formularán porque para ellos carecerán de sentido. Yo ya me conformo con que quiten el aviso sonoro del wasap.

    Un abrazo.

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  2. Parece ser por estudios que se han hecho, que las personas suelen tener varias identidades o "yoes" en las redes sociales y juegan con ellas a modo de máscaras que se usan.... probablemente por un cansancio del propio yo, insatisfación o dureza de la realidad.
    Yo me conformaría con que cacheasen al personal en cines ,teatros todo tipo de espectáculos al entrar y al salir te devuelven el aparato, vamos como hacía el sherif cuando llegabas a ala ciudad...

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