lunes, 24 de noviembre de 2014

                                 Estampas cotidianas

          


Uno de los resortes que aún consigue movilizarme el cine, -y además lo realiza con cierta poesía-, es el seguir cautivándome, entre otras múltiples razones por hablar desde lo más cotidiano, hasta tocar los grandes temas que le preocupan al hombre. Así púes, volví a rememorar la  sensación tan curiosa que suscita la escena en la película Smoke ( 1.995) cuando el actor Harvey Keitel  da vida a un personaje que tiene un estanco en Brooklyn, y le muestra al  escritor -que interpreta William Hurt-, las miles de fotografías (más de cinco mil ),realizadas a las 8 de la mañana durante los últimos 5 años, un proyecto bastante curioso para un simple dueño de un estanco. La tierra que gira alrededor del sol te ofrece desde una esquina del mundo, días con lluvia y con sol, gente abrigada o en mangas de camisa, las personas deambulando capturadas por la mirada de un anónimo aficionado  a la fotografía, atrapando lo cotidiano en blanco y negro, y maravillándose del permanente espectáculo de la vida. Y aunque hablo de una película, la vida tiene mucho de ficción o de situaciones cercanas al surrealismo; ahora mismo me llega el recuerdo que tengo del primer viaje a París  al entrar en el metro y observar como las personas que tenía enfrente se encontraban totalmente agotadas, mientras los anuncios que estaban a sus espaldas reflejaban sonrisas que derrochaban felicidad a raudales, aquel contraste de la publicidad y el ambiente del metro para un chico de 19 años me quedó grabado, era el año 1.987, y el viaje resultó de lo más curioso. Las vueltas alrededor del sol ya han sido 27 más, y sin embargo, continúan sorprendiéndome escenas de la vida cotidiana en la ciudad,  como cuando por las rutinas de la vida uno pasa a la misma hora por determinadas calles y esquinas viendo al mismo mendigo allí situado, garabateando algo en un cuaderno en espiral, al lado un perro le observa con una mirada cargada de humanidad, (o yo lo veo así), y al momento una mujer excesivamente preparada se cruza con el mendigo, este eleva ligeramente la vista y la mira como quién ve por primera vez un platillo volante, y el perro sigue la acción del amo mirando hacia donde este mira y ambos muestran perplejidad, tanta como aquella que cuenta el psiquiatra Michel Bounan en su obra : La loca historia del mundo”, donde relata que unos amerindios llevados a Europa en tiempos de Carlos IX se dicen sorprendidos de la existencia entre sus anfitriones de : “ hombres que viven en la abundancia y saturados de todas las comodidades y ahítos, mientras otros hombres mendigaban a sus puertas, escuálidos de hambre y pobreza”. Y es que los contraste forman parte de la vida, pero quizá en estos tiempos tan sumamente contrastados, chirrían cuál puertas de metro averiadas; y ahora habla un indio sioux:” el amor por las posesiones es entre ellos una enfermedad” refiriéndose por supuesto a la fiebre del oro. Doblo una esquina y allí observo donde había una zapateria una tienda de comprar oro. En fin, algo no debe de estar muy bien cuando en las ciudades hay tantos perros que van vestidos, y en las terrazas la mayor parte de las parejas apenas se hablan mientras manipulan sus aparatitos.

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